Valeria en blanco y negro

Valeria en blanco y negro, de Elísabet Benavent

valeria en blanco y negroFue en una ciudad sin nombre. Una noche al abrigo de una cerveza y de la música que acompaña a las palabras. Una mirada, que se perdía por los ojos de otra persona, por el cuello, por los labios que se movían describiendo aspectos de su vida que no conocía. Fueron dos personas que se conocían en aquel momento y que lo harían durante mucho tiempo más. Fue esa noche, y no otra, la que forjó una pequeña batalla, la del amor más grande, la del primero que llega a ser el último. Cuando llegó el primer beso las palabras ya no eran necesarias. Un escalofrío, el erizarse la piel, el sentirse en casa cuando los dedos se entrelazan y ya no hay nadie más alrededor. Ese primer beso, que se recuerda siempre como el tesoro que se lleva buscando mucho tiempo. Un lugar, dos personas, la saliva que traspasa la garganta y un hueco en los pulmones para que el aire pueda viajar de un cuerpo a otro. Porque en el fondo éramos ese aire que se perdía y que intentábamos guardar como si no hubiera otra forma de supervivencia. Hoy, cinco años más tarde, he vuelto a recuperar ese sabor dulce y agrio de la cerveza en su boca, el olor de mi cigarro consumiéndose en el cenicero, el sonido de ese amor que lo fue todo y después se convirtió en nada. Hoy, leyendo Valeria en blanco y negro he conseguido entender que el amor forma parte de nuestra vida, lo queramos o no, y que a veces, las historias, marcan un antes y un después, grabadas a fuego, que nos hacen avanzar o, simplemente, detenernos a admirar el paisaje.

 

El intento de entrelazar la ficción con lo que le sucede a uno siempre es arriesgado. Meterse dentro de la historia sólo puede tener una consecuencia: sales tocado, como si te hubieran introducido un puñal en el corazón y tu sangre no llegara a los lugares que te hacen seguir con vida. Elísabet Benavent no ha conseguido esa máxima, sino que le ha dado otro nivel. Sobrevivo, lo he hecho desde hace mucho tiempo, con el recuerdo de un amor, de un gran amor podríamos decir, que se cuela por los poros de la piel y que a veces me deja sin aliento. Fue una relación bonita, tierna incluso, desesperada en algunos momentos, pero fue esa primera historia de amor la que forjó lo que soy hoy en día. Y hacía tiempo que no me paraba a pensar en esa historia porque las compuertas del dolor se cerraron cuando la razón se impuso a los sentimientos. Valeria en blanco y negro, la mejor novela de la autora hasta la fecha, conmueve por los pequeños detalles, por los párrafos en los que la emoción se desborda y la marea consigue destruir los diques que habían soportado toda aquella negación que nos habíamos provocado a nosotros mismos. Somos sentimientos, somos emociones, somos sexo que se comparte con devoción, con pasión, con el deseo de sentirnos cómplices en un mundo donde quererse parece casi un crimen. Y si uno se fijara más en historias como ésta se daría cuenta de lo irremediable que es que el amor lo impregne todo.

Hoy lo puedo reconocer: tras la última página, tras ese “tic tac tic tac tic tac” que nos da el pistoletazo de salida para el cuarto libro de la saga, he llorado, con una lágrima que resbalaba por mi mejilla y que ha acabado en mis labios, con ese sabor salado que me recordó a la historia que no fue, que se acabó, que se terminó con drama y poca fiesta. Pero lo que me parece más importante destacar es esa lágrima que se guarda dentro, la que no sale por miedo a que todos los recuerdos que llevamos dentro se vayan junto con ese líquido que es nuestro pero que lleva en su interior el nombre de otra persona. Elísabet Benavent es una amazona. Cabalga a través de nosotros con las palabras que nos nublan el juicio, que nos alientan, que nos recuerdan lo que un día fuimos y lo que no volveremos a ser jamás. Hoy lloro, de tristeza y alegría, por varias razones. Porque el recuerdo es más fuerte que la realidad y eso hace daño, pero es imprescindible para sobrevivir. Porque no me gusta acabar sus libros, siempre tengo la sensación de quedarme un poco huérfano. Porque fue en esa ciudad sin nombre donde me desnudé por completo y al final morí congelado. Porque Valeria en blanco y negro no es sólo un libro de amor que contiene sexo, no es sólo una muestra vaga de las relaciones amorosas, no es sólo un libro que se empieza y se acaba y no dice absolutamente nada. Lo que yo he encontrado aquí es una voz que nos traslada a otro tiempo, a otro lugar, a esa mirada que en mi caso me hizo perder la razón y el corazón, entregándonos a aquello que realmente queremos, que necesitamos, que amamos. Porque en eso consiste este libro: en darnos cuenta que el amor, por encima de todo, es lo que llevamos anclado en cada una de nuestras fibras. Y que eso, señores y señoras, es la mejor ancla que puede existir en este mundo.

3 comentarios en «Valeria en blanco y negro»

  1. Como puede ser que este haciendo reseñas de libros Es de una sensibilidad tan virgen que se
    mete por los poros de la piel y te llega hasta el alma

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