Venganza de sangre, de Wilbur Smith

venganza-de-sangreAventura. Dícese, según la RAE, de aquellas novelas que centra su atención en los episodios sucesivos de una acción tensa y emocionante. Dicho así, con toda la pomposidad que tienden a aparecer en los significados de la academia, uno tiende a pensar en algo aburrido, en algo que siguiendo unas pautas fijas, que no deja absolutamente nada a la imaginación al lector, y que de lo único que se preocupa es de mantener una historia coherente sin tener muy en cuenta al que sostiene sus páginas. Eso es lo que a mí me hace imaginarme esta definición. Afortunadamente, Wilbur Smith sigue las pautas necesarias en toda novela de aventuras, pero tiene en cuenta al lector para que, mientras uno va leyendo, pueda integrarse a la perfección en la historia y contemple, de improviso, aquello que se nos está contando como si tuviéramos la oportunidad de trasladarnos – imaginariamente, ojalá fuera posible el teletransporte – a los destinos por los que nos lleva el autor. Venganza de sangre es una obra de entretenimiento, y como tal hay que tratarla. Porque tan negativo no saber dónde encuadrar una historia, como denostarla por el simple hecho de hacernos pasar un buen rato. Y eso, lectores, es algo que pocos pueden conseguir cuando se lo proponen.

¿Qué sucede cuándo perdemos a lo que más amamos? Eso es lo que se pregunta Hector Cross que, tras la muerte de su mujer, buscará vengarse a toda costa de aquellos que la asesinaron. Pero por el camino descubrirá que la venganza no es tan sencilla como parece y que su aventura no ha hecho más que empezar.

Suelen gustarme las novelas de aventuras. Suelen gustarme, además, aquellas que no permiten que el lector tenga momentos de respiro y deba mantener su atención en lo que está leyendo. No hay nada más significativo – en el mal sentido – para alguien que lee este tipo de libros que ver cómo su mente se dispersa y acaba pensando en todo menos en lo que nos está contando su autor. Wilbur Smith, escritor ya conocido en estas lides y géneros literarios, vuelve a la carga con una nueva novela de aventuras que permite que el lector se evada por completo y sienta cómo la tensión recorre su cuerpo. Es posible que yo, aficionado a la dramatización, esté exagerando, pero como ya me sucediera en anteriores novelas del mismo autor, con Venganza de sangre me ha hecho recorrer el mundo como si de una película se tratara, mientras las páginas se sucedían y observaba cómo iba llegando al final de un libro que no quería que terminase. Quizá solamente ese dato ya hable por sí solo, pero por si no lo hiciera, contar que el autor es un maestro en la creación de escenas de acción, que maneja los tiempos a la perfección, que deja al lector en un puño para soltarle después y, poco tiempo después, volver a retorcerle para que no sienta que todo ha terminado como él esperaba. Y al final, esa sensación de estar exhausto, pero de haber pasado un rato tan entretenido como intenso.

Muchos de los críticos con los que he hablado de este tipo de novelas, tienden a decirme que el valor que llevan dentro no es mucho. Que la creación de este tipo de libros se acerca más al de alguien que no necesita demasiado para escribir que para aquellos que, intelectuales ellos, ven la escritura como un acto que es capaz de devorarnos por dentro. Wilbur Smith no nos entrega una historia donde la reflexión sobre la existencia ni la vida haga acto de presencia – salvo algún que otro detalle – pero lo que sí nos propone es disfrutar. ¿Es, por tanto, Venganza de sangre una buena novela? Lo es, siempre y cuando, como ya decía al principio, tengamos claro lo que nos vamos a encontrar. Leer debería convertirse, siempre, en una experiencia que permita al lector disfrutar. No importará que sea de un género o de otro, de un tipo o de otro, lo importante aquí es que nos sintamos deseosos de empezar a leer y de, sobre todo, continuar. Y aquí, en esta venganza, en esta obra, uno podrá convertir su momento lector en un libro de acción y de aventuras que manejará los hilos hasta que todo estalle por los aires. Casi como la vida, pero mucho más divertido.

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