Aguamala: cuatro días de lluvia en la ciudad de Nápoles a la espera de un suceso extraordinario

Reseña del libro “Aguamala”, de Nicola Pugliese

Aguamala

Aguamala resulta fascinante. Por las peculiares circunstancias que rodean a su aparición pero sobre todo por su prosa, por su altísima calidad. Publicado originalmente en 1977, este breve texto que pasa por poco de las ciento cincuenta páginas es la única novela de un periodista milanés que vivía en Nápoles, Nicola Pugliese. La primera edición, a cargo de la prestigiosa Einaudi y con Italo Calvino como editor, fue un éxito absoluto y se agotó en semanas. Sin embargo, no se reeditó. Se citan como motivo las desavenencias entre el Calvino y el autor, pero nadie lo sabe a ciencia cierta. Hubo que esperar a la muerte de Pugliese, en 2012, para que uno de sus amigos la rescatase, comenzaran a llover las traducciones y llegara al castellano de la mano de Acantilado.


Como indica su subtítulo, Aguamala trata acerca de cuatro días de lluvia en la ciudad de Nápoles a la espera de un suceso extraordinario. En efecto, una lluvia pertinaz, incólume, nos invade desde la primera página y bajo su manto se van desarrollando una serie de acontecimientos grandes y pequeños – el hundimiento de un edificio y de una calle, el descubrimiento de una misteriosa muñeca parlante, la rebeldía de una adolescente – de los que somos testigos siempre en tercera persona, a través de la historia personal de alguno de los protagonistas. El foco de la narración va saltando así de un lado a otro, como una mosca que se va posando en los comensales de una misma cena y tiene la capacidad de infiltrarse en sus pensamientos.


En una novela que nunca para, que discurre rápida como el agua que desborda las alcantarillas y corre calle abajo, Pugliese integra vida, acción y escenario de manera limpia, como partes de una misma cosa. Nápoles se alza en ella misteriosa, trágica: una ciudad partida entre los de arriba y los de abajo, cuya división se muestra de manera inmejorable en la fractura de sus calles, que se traga a los más humildes y deja a los poderosos intentando escurrir el bulto. Un escenario lleno de lugares recónditos, que propicia que sobre él pueda suceder cualquier cosa, en el que de hecho da la impresión de que está a punto de suceder algo extraordinario. Ese aliento, esa respiración contenida a la espera del acontecimiento, se mantiene también a través de la narración de manera impecable.
Y sin embargo la intriga no es lo fundamental de Aguamala. Lo básico, lo mejor, es su capacidad para llevar a cabo una radiografía nítida de la sociedad napolitana, narrada con el resabio de la crónica periodística a pie de calle, ese oficio pleno de esperas, de incertidumbres, y que hacen grande los personajes más pequeños, que llena el demonio de los detalles, pero elevada a la categoría de obra maestra por un estado de gracia, por un momento de lucidez – se dice que Pugliese la escribió en un mes y medio – que pocos autores alcanzan siquiera una vez. ¿Una obra maestra? Ahora que ha llegado su rescate, el tiempo lo dirá.


Por último, decir que si se lee así de bien en castellano será también mérito de la edición de Acantilado y la traducción de José Moreno, a los que hay que conceder el crédito de dar al texto el vuelo necesario para que contenga la erudición de Nicola Pugliese sin que pierda el ritmo. Vaya desde aquí el agradecimiento.

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