Aguas azul tormenta

Reseña del libro “Aguas azul tormenta”, de Esther Ginés

Aguas azul tormenta

Lo primero que hice al terminar Aguas azul tormenta fue empezarla de nuevo. Por disfrutarla otra vez, por supuesto, pero también por tratar de sacarle todo el jugo, al menos todo el que sea capaz de exprimir, que asumo que es solo una pequeña parte del que contiene. Pero también para encontrar las palabras adecuadas para esta reseña. Odette, la protagonista, se busca a si misma en la isla en la que desapareció su madre doce años atrás, y eso es una tarea complicada al lado de la mía, porque buscar palabras adecuadas en un texto de Esther Ginés, que no solo encuentra siempre la más precisa sino también la más elegante para cada idea, para cada imagen (empezando por el extraordinario título) debería ser tarea fácil. Ella desde luego las encontró y las puso al servicio de esta historia tan complicada de la mejor manera imaginable.

Pero pese a que el lugar en el que yo voy a realizar mi búsqueda es propicio (mientras que el de Odette es inhóspito, un lugar que no está hecho para las personas pero que sin embargo es un paraíso para aves, focas… y lectores) esta reseña no es sencilla. El primer reto era describir el tono tan particular de la novela, porque es reflexiva, no exenta de angustia, pero es muchas otras cosa más y en esa tarea me ayudó Finn, uno de los personajes: «son leyendas que vienen de la bruma, Odette». En ese momento lo vi claro, en la novela hay bruma, ese ambiente misterioso de la niebla que viene del mar y no solo porque el retrato de la isla de Fair sea inseparable de la bruma, de un mar sin dueño y de un viento indomable, sino porque la fidelidad de Esther Ginés a sus historias es tal que esa bruma se traslada a las páginas haciendo que el libro tenga el mismo ambiente que la isla y que las leyendas que viven en ella. La bruma le aporta misterio y encanto al escenario, pero también hace que no se vea con claridad, aporta cierta indefinición, cierta confusión, algo que define a la isla tanto como a la mente de Odette, la protagonista que se embarca en una búsqueda improbable para encontrar a su madre tras doce años de su desaparición, algo que marcó su adolescencia y su vida posterior. Arrojar luz sobre una obsesión puede no significar resolverla, sino que se vea su angustia con total claridad.

Odette es poeta y el problema de las búsquedas de los escritores, al menos de los de ficción, es que les resulta tan válido descubrir como inventar, siempre que los hallazgos sean coherentes dentro de la historia. Como ella misma dice no va a Fair a encontrarla, sino a parirla. Hay interesantes reflexiones sobre la verdad y la mentira en Aguas azul tormenta (buscar la verdad es escribir sobre las mentiras. Esta es, por tanto, mi historia, una historia sobre las mentiras que nos contamos para sobrevivir), me reservo una frase extraordinaria sobre esto que no les voy a revelar para no hurtarles la emoción que sentí yo al leerla. Las dos veces. Y esto es, a mi modo de ver, algo fundamental en la novela, la dificultad para distinguir entre descubrimiento e invención, entre argumento y mitología, entre verdad y mentira. La tensión entre ambas es constante y permea cada página. Cada cual sacará sus conclusiones, es fácil decantarse por la explicación científica, tanto como por la fantástica, pero he aquí la mía: es indiferente. Lo que le pasó a la madre puede pertenecer al campo de la psicología como al de la mitología pero lo importante es que al cerrar el libro uno la entiende. 

Un día esta herida perderá su color, se fundirá,
carne de la carne,
carne sobre la carne
y tú habrás salido de mí como yo nací de tí

Fueran cuales fueran sus circunstancias uno empatiza con su necesidad de ser fiel a su naturaleza de dama del mar, tanto da que fuera porque realmente fuera un ser marino, una selkie, o que sufriera un trastorno psicológico que le hizo creerse las leyendas que lee contaba su padre farero. 

Las historias siempre traen luz, son lo más parecido a un faro que podemos encontrar en la vida

Hablo de selkies con cierta naturalidad, como si fueran viejas conocidas, porque lo son. Tanto Odette como ellas aparecían en la anterior novela de Esther Ginés, Mares sin dueño, y como para mí es una novela imprescindible voy a atreverme a asumir que ya la han leído y si no es así les recomiendo encarecidamente que lo hagan cuanto antes. A lo que voy es que Esther Ginés logró que las islas Orcadas y sus leyendas nos fueran tan queridos a sus lectores que encontrarnos de nuevo con ellos es como una reunión familiar, les ruego que me disculpen si no me extiendo en explicaciones sobre el particular. Baste con recordar que las selkies son, entre otras cosas porque hay varias versiones, focas que se desprenden de su piel de animal y se transforman en humanos, pero por mucho que puedan vivir entre nosotros no pueden escapar a su naturaleza marina y de una forma u otra acaban volviendo a su verdadero hogar. La posibilidad de que la madre que la abandonó siendo adolescente fuera en realidad una selkie necesariamente influye en el ánimo de una hija, especialmente si es poeta y si se crió con las mismas leyendas del farero contador de historias.

En una gran novela siempre hay muchos temas, uno de mis preferidos es la familia y en Aguas azul tormenta es algo muy presente, permítanme que me extienda un poco sobre esto, que es uno de mis temas literarios predilectos. Dice Odette que los padres en realidad son unos desconocidos para los hijos, puede parecer que no es justo que sea así pero lo que no lo sería es lo contrario, los padres pasan su vida construyendo un personaje que sea una referencia y un refugio para los hijos, pero son muchas cosas además de padres y si los hijos las conocieran ni estos tendrían esa figura paterna en la que refugiarse ni los padres tendrían el necesario reposo que necesitan para mantener la cordura. La paternidad es la más feliz de las esquizofrenias.

Cuando cualquiera de las otras facetas de una madre entra en conflicto con la faceta materna, generalmente gana esta última por goleada, pero ocurre que hay ocasiones en las que no es así y la persona que es el progenitor además de ser padre o madre se sale con la suya, pero para el hijo esa persona no existe y quien le falla no es ella, sino su madre. Eso le pasa a Odette, entra abruptamente en la vida adulta a causa del abandono de su madre que nos sólo le roba lo que le quedaba de infancia sino que la condena a vivir en una obsesión. Odette es un juguete roto, reconstruye una vida en la que la búsqueda de su madre es el centro, con una profesión, poeta, que es una forma de explorar su dolor, con un hogar que no lo es porque es itinerante y con un marido básicamente epistolar.

El drama de Odette es que no puede vivir en sus recuerdos porque ella no tiene recuerdos, tiene elucubraciones, recurre más al cuaderno donde anota sus ideas que a su memoria, tan difuminada a estas alturas y a la vez tan omnipresente.

También me interesa mucho el tema de la narración de historias, de la influencia que puedan tener en las personas. Iris, la madre de Odette, no sería la misma persona sin las historias que le contaba su padre, el farero irlandés, ni sin las que leía, especialmente La dama del mar, de Ibsen. A Odette le ocurre lo mismo, su personalidad se moldeó con las historias de la madre y del abuelo y después pudo seguir adelante gracias a las que ella misma inventó, pero en su búsqueda, además, son importantes las historias que descubre, las leyendas de la zona pero también las que intentan explicarlas racionalmente, como también lo son las del farero de Fair o las que con sus herramientas naturales le cuenta la propia isla. Podría decir que es un homenaje a la transmisión oral de historias, pero tal vez más que un homenaje sea una advertencia, lo importante es que muestra cómo la ficción puede influirnos, y eso es un gran tema.

Surgiendo Aguas azul tormenta de una novela anterior, me fascina como pueden ser tan diferentes, cómo la autora es capaz de dominar dos registros tan distintos manteniendo la coherencia y siendo perfectamente identificable. No es ningún secreto que Esther Ginés es una de mis escritoras preferidas, ahora sin embargo es dos de ellas. 

Debe haber sido un libro muy difícil de escribir, explorar una obsesión no es fácil pero que el resultado de esa exploración no resulte repetitivo o pesado es todo un reto. Uno superado con nota, en este caso. En Mares sin dueño ya se veía que la autora había encontrado un escenario extraordinario, que vuelva a él y lo haga sorprendiéndonos, continuando una historia pero sin repetirse, es digno de elogio.

Ocurre con literatura de Esther Ginés como con los mares en los que habitan sus dos últimas novelas, no tienen dueño, cada lector descubrirá en ella su propio universo, personal, infinito, encontrará reflexiones que reconoce como propias expresadas de forma hermosa y certera y hallará otras nuevas que le harán disfrutar. Aguas azul tormenta no es sencilla, en determinados momentos puede resultar incluso incómoda porque nos sitúa ante un espejo en el que no estamos acostumbrados a mirarnos por más que nos digan que la salud mental ha dejado de ser tabú, pero precisamente por eso es un libro necesario. Es un libro para disfrutar lento, las veces que sea necesario y no solo porque cuenta una historia de forma que hasta el más dotado de los fareros contadores de historias envidiaría, sino porque nos ayuda a comprendernos y a respetarnos.

Andrés Barrero

contacto@andresbarrero.es
@abarreror

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