Cándido o el optimismo

Reseña del cómic “Cándido o el optimismo”, de Voltaire

¿Cómo puede Dios permitir que Rusia invada Ucrania, si es tan bueno y lo puede todo? ¿Por qué no impide Dios todo el sufrimiento que hay en el mundo en forma de guerras, enfermedades, hambrunas o catástrofes naturales? Éste es el llamado “problema del mal”, que se remonta al menos hasta la escuela del filósofo griego Epicuro. Desde entonces, muchas personas han tratado de explicar por qué Dios permite el mal. O lo provoca con lo de las plagas y la infertilidad de las mujeres, por ejemplo. Uno de ellos fue Gottfried W. Leibniz, al que Voltaire criticó sin piedad en Cándido o el optimismo, ilustrado recientemente por Anthony Garner (ANT) y publicado por Akal.

Cuando le pensamiento crítico está en sus horas bajas y parece que en la actualidad cualquier bulo que circule por la red es susceptible de ser creído, es el momento de repasar los principios lógicos y morales sobre los que se sostienen las creencias humanas. Casi desde los orígenes del pensamiento filosóficos, al menos el reconocido por el canon, los autores han echado mano de la literatura para llegar a un público más amplio. Si por fin se incluyeran en la academia las narraciones filosóficas que son consideradas no sistemáticas y a las autoras, que ya sabes que siempre ha habido, el catálogo sería más amplio. Pero lo que suele citarse es la República de Platón o El viaje del profesor Caritat de Steven Lukes, pasando por Jacques el fatalista de Diderot. Voltaire fue uno de esos autores que utilizan el cuento y su relato más famoso es Cándido.

Cándido es una inyección de adrenalina en el pecho. Si no te despierta es que estas muerto. ¿Y de qué quiere despertarte? Del optimismo metafísico de Leibniz, para quien vivimos en el mejor de los mundos posibles y todo lo que sucede, es para bien (risas). Claro que hay sufrimiento, pero éste no puede ser eliminado del todo. Igual que un cirujano tiene que amputar una pierna para salvar la vida de su paciente, Dios debe permitir ciertos males para alcanzar un “bien mayor”. Y si crees que el mundo es mejorable, que hay males que podrían ser eliminados, es porque el ser humano es demasiado “cortito de mente” como para entenderlo. Si pudieras contemplar la totalidad del universo y ver cómo está administrado el bien y el mal en su conjunto, como hace Dios, te darías cuenta de que es inmejorable. Así pues, paradójicamente, quien tratara de eliminar un mal, estaría haciendo de éste un mundo peor. 

En Cándido, Voltaire lleva esta idea al extremo, caricaturizando más si cabe este absurdo principio y burlándose de é hasta hacerle aparecer absolutamente ridículo. Las ilustraciones de ANT sirven al propósito, con su estilo periodístico, como veis en su viñeta diaria para El Periódico o ocasional para El jueves. Con este objetivo, hace que Pangloss, el personaje que encarna el pensamiento de Leibniz y que es el maestro de l protagonista, aparezca como un filósofo que vive completamente de espaldas a la realidad, y al que le es imposible ver la gratuidad del mal, aunque se encuentre con ella una y otra vez. Por más que le torturen, sea esclavizado, contraiga una enfermedad que está a punto de matarle y finalmente sea asesinado en la horca, lo reinterpreta todo como algo positivo, que es para bien. Y lo mismo ocurre con Cándido, quien admira muchísimo y cree fielmente en su tutor, Pangloss. Únicamente después de un sin fin de desgracias, a cada cual peor, comienza a sospechar que “el optimismo es empeñarse en creer que vivimos en el mejor de los mundos posibles cuando no es así”. 

Cándido ataca a los sacerdotes, a los inquisidores, a los fanáticos religiosos y a la institución de la Iglesia católica en general. Se burla de la aristocracia, del afán de riqueza y del matrimonio por conveniencia. Critica las guerras y la idea rousseauniana de que el ser humano es bueno por naturaleza. Para ser enmarcado en la ilustración Voltaire sorprende con sus posiciones críticas con la idea de “la luz de la razón”. Como le aconseja el marinero, para librarse de la “razón universal”, solo hay que viajar. Y todo buscando siempre la risa, haciendo que los personajes se vean envueltos en situaciones llevadas al extremo, al estilo de Las aventuras del barón Munchausen. No obstante, Voltaire “destruye” el paradigma para transformalo con un mensaje claro. Este mundo no es el mejor, pero podría ser el mejor. Solo hay que ponerse manos a la obra, o como decía él: “a cultivar nuestro huerto”. Frente a sus armas, nuestras flores.

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