Delta de Venus, Anaïs Nin

Hay una diferencia abismal entre el porno y el erotismo. El primero es bastante más explícito, nos entra por los ojos y deja poco lugar a la imaginación. El segundo, en cambio, nos entra por todos los sentidos y nos obliga a hacer uso de nuestra imaginación casi sin darnos cuenta. Puestos a elegir, y sin ninguna duda, yo me quedo con el erotismo y la forma en que este desarrolla todos mis sentidos.

Anaïs Nin es una autora que me gusta mucho y tengo que reconocer que esta faceta que despliega en Delta de Venus no la conocía. Esta parisina, de padre español fue una de las mentes más brillantes de su época. Solo hay que leer sus Diarios para darse cuenta de ello. Me fascina su voz poética y su mente abierta, sus destellos de genialidad y cinismo. Pero, como os decía, cuando pensaba que conocía bien su obra me encuentro con este libro y de repente todo se trastoca. Para bien. Para muy bien.

A principios de la década de 1940, un coleccionista anónimo solicitó a varios artistas que escribieran relatos eróticos para su disfrute. Entre estos autores, se encontraban Henry Miller y Anaïs Nin. La premisa era muy clara: “déjese de poesía y céntrese en el sexo”. Digamos que, aunque Nin hizo caso a aquello de las escenas de sexo, su virtuosismo y esa voz poética tan característica no desaparecen en ninguno de los relatos y esto es, sin duda, lo que hace que estos relatos sean brillantes. Sin embargo, no fue hasta 1970 cuando la autora se decidió a publicarlos, cuando se dio cuenta de que, a pesar de lo distante con sus otras obras, su voz no se había perdido en estos encargos y seguía siendo ella en cada una de sus líneas. Menos mal que no cayeron en el olvido y que se atrevió a publicarlos, con todo lo que ello suponía.

Así, Delta de Venus recoge entre sus páginas una colección de relatos eróticos de lo más interesante y disfrutable. Personajes comunes y no tan comunes se pasean por estos relatos, desplegando sus hábiles técnicas en el arte de seducir. Paisajes comunes y exóticos, situaciones verosímiles e increíbles y siempre, como telón de fondo, la libertad en el arte de amar, de seducir, de mostrar la faceta más sexual de las personas de manera sutil y sin miramientos.

Como os decía al principio, el porno no tiene nada que hacer frente al erotismo y Anaïs Nin lo sabía bien. Este libro es una invitación, de la mano de una de las voces más esplendidas de la literatura, a dejarnos llevar por nuestros sentidos  y disfrutar del placer de sus historias eróticas brillantemente narradas.

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