El barquero de almas, de Claire McFall

El barquero de almasEn los años 90, yo veía una serie de televisión llamada Hércules: Sus viajes legendarios. Fue entonces cuando empezó mi pasión por la mitología griega. Disfrutaba mucho con los episodios en los que aparecían el dios Hades y el inframundo. Y de pronto conocí al que se convertiría en uno de mis personajes favoritos: Caronte, el barquero que transportaba las sombras errantes de los muertos al más allá.

Por ese motivo, no sabéis la ilusión que me hizo descubrir que Puck iba a publicar El barquero de almas, de Claire McFall, que es el libro que voy a reseñar hoy. Con ese título supongo que ya os hacéis una idea de a quién hace referencia, ¿verdad? Pues yo llevo meses siguiéndole la pista, porque desde que leí de qué iba la trama, no me lo he podido sacar de la cabeza.

Afortunadamente, después de devorarlo en horas, ha cumplido de sobra con mis expectativas. Así que, si tenéis a mano una moneda para montar en mi barca de los infiernos, no os hago esperar más. ¡Adelante!

Dylan cree escapar de un accidente ferroviario, pero realmente no es así. Ahora es un alma perdida en un lugar desolado que se llena de demonios cuando cae la noche, y la única compañía que encuentra es un joven que la está esperando. Tristan es el barquero que debe transportar su alma al más allá, un mero enlace entre el mundo de los vivos y el de los muertos. Pero entre ellos empieza a surgir una conexión capaz de vencer cualquier obstáculo.

Bueno, como veis, lo que en otras novelas no pasa nunca o solo al final, en esta ocurre al principio: la protagonista muere. Y no, no es un spoiler, porque sin la muerte de Dylan no habría historia.

Una historia que nos lleva al lugar donde desemboca la muerte. Pero, ¿qué pasa exactamente cuando morimos? Y, quizá lo más importante, ¿seguimos siendo nosotros aunque estemos en otra dimensión? Yo siempre me he hecho este tipo de preguntas, y supongo que muchos de vosotros también, al igual que Dylan.

Nuestra protagonista encuentra una gran paz interior al averiguar que, a pesar de estar muerta, sigue siendo ella misma. No ha perdido sus recuerdos. Yo creo que a mí me pasaría algo parecido, porque eso es lo que más me aterra, dejar de ser quien he sido toda mi vida y olvidarlo todo. Así que si nos asegurasen que al abandonar el mundo de los vivos podemos conservar nuestra esencia, probablemente le perderíamos un poco de miedo a la muerte.

Además, Dylan me ha sorprendido mucho por su madurez, porque a pesar de ser solo una adolescente, es capaz de afrontar la muerte de manera calmada y realista, sin lloros ni lamentaciones. Y para Tristan, eso es lo que la diferencia por completo de las otras almas que ha conocido.

Pero, ¿quién es Tristan realmente? ¿Quién se esconde detrás de ese barquero? ¿Cuál es su origen? No os diré mucho, porque lo interesante es que lo descubráis vosotros mismos. Puedo adelantaros que Tristan es una figura misteriosa y solitaria, que esconde secretos imposibles de revelar y que empieza a plantearse cosas que jamás se había planteado cuando Dylan entra en su territorio. Ella es tan diferente a las otras almas que Tristan no sabe cómo reaccionar, porque nunca se ha visto en esa situación. Le acechan respuestas que no tiene, pero que debe encontrar.

Y no puedo acabar sin hablar un poco de la prosa de Claire McFall, que es coloquial y sencilla, consiguiendo que nos encontremos muy cómodos con esta lectura. Tan cómodos que, en mi caso, las páginas volaron delante de mis ojos casi sin darme cuenta. Hasta que de pronto me encontré con el final. Y me invadió la tristeza. Una tristeza que desaparecerá cuando pueda reencontrarme con los personajes con los que he conectado de forma tan rápida y directa.

En definitiva, El barquero de almas —primera parte de una trilogía inspirada en Caronte— es una novela adictiva y embriagadora que, para mí, lo tiene todo. Es una historia que nos demuestra que el amor verdadero, a veces, puede aparecer en otra vida. Y que si lo encontramos, somos capaces de renunciar al Paraíso; porque la muerte no es el final, sino el principio.

Así que, si queréis experimentar lo que os depara el más allá desafiando los límites de la vida, la muerte y el amor, morid con Dylan. Yo lo hice, y lo único que ansío es que el barquero traiga pronto la continuación para calmar mi alma.

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