El beso número 8, de Colleen Af Venable y Ellen T. Crenshaw

El beso número 8La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida, decía el cantor en uno de esos versos que todos acabamos haciendo nuestros.

Claro que, hablando de sorpresas, también podríamos abrir hoy la “paradeta”, como decimos en mi tierra, con otra cita. El problema es que esta no parece tener una versión única sino que acepta múltiples variaciones. Se trata de esa que dice que el interesado / el marido / etc. siempre es el último en enterarse.

En el caso de El beso número 8, Mads, la protagonista, es la última en enterarse de las sorpresas tan gordas que da la vida. Porque una cosa es que tus amigos te dejen colgado cuando más lo necesitas. Para esa sorpresa, por desagradable que sea, uno puede estar medio preparado. Pero otra cosa muy diferente es que un día te des cuenta de que tú mismo, que siempre te reconoces a la primera en el espejo, no eres lo que piensas. Y esa sorpresa es mucho más difícil de aceptar.

Mads es una adolescente feliz que crece en una familia católica donde reina la armonía. Tiene buenas amigas, como Cat, que es esa que veis en la portada cuchicheando y a quien la prudencia me impide describir con mis calificativos más machistas. Cat vive para divertirse, sea  en el instituto, sea en la iglesia, o sea en los conciertos underground a los que va cada semana. Su amiga Laura, hermana del guapo Adam, es la otra cara de la moneda. Laura, que es un pedazo de pan, siempre hace lo correcto, y eso la convierte en poquita cosa, en ese tipo de amistad a la que recurrimos cuando no tenemos nadie mejor con quien ir. Y no, no penséis que ya sabéis cómo va a acabar la relación entre estas tres amigas. La historia es más complicada

El mejor amigo de Mads es posiblemente su padre, Jim. Mads y Jim van a ver los partidos de béisbol de su equipo favorito y por la noche disfrutan juntos de una serie chorra que dan por la tele. Un día, en mitad de un partido de béisbol, Mads pilla a su padre en una conversación privada con una mujer. Le oye decir que su relación ha acabado, pero accede a citarse con ella. Cuando luego le pregunta con quién ha estado hablando, su padre responde que con un cliente. Con esa mentira el mundo de Mads empieza a tambalearse.

Con ayuda de sus amigas, Mads está dispuesta a llegar hasta el final de ese secreto. Pero, poco a poco, descubre que la historia que sus padres intentan ocultar, y que implica también a su severo abuelo, puede llevarla mucho más lejos de lo que imagina. Y mientras tanto, su convicción más íntima, la de quién es ella misma, sigue desmoronándose.

Al octavo beso que Mads da en su vida, que es el más sorprendente de todos y el que da título a esta extraordinaria novela gráfica, llegamos en la página 15. Antes de él, vemos todos los anteriores. Podríamos pensar entonces que todo el pescado ya está vendido y que nos espera simplemente un largo flashback. Pero, una vez más, la historia es mucho más complicada, si bien la maestría con la que está narrada, así como el estilo diáfano de sus ilustraciones, que captan de manera magistral hasta la expresión más sutil de cada personaje, hacen que se lea de una sentada.

Esta excelente, sincera y emotiva El beso número 8 nos habla de cómo a veces las cosas que dan valor a nuestra vida, como la familia, los amigos o la religión, pueden convertirse en cadenas más difíciles de romper que las de nuestros enemigos. Pero de eso, como de su verdadera identidad, Mads será la última en enterarse.

 

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