El dios vagabundo, de Fabrizio Dori

Creo que una de las lecturas obligatorias en todo sistema educativo debería estar relacionada con la mitología clásica. Son fuente inagotable de inspiración para muchísimas disciplinas artísticas en cualquier etapa —en España sobre todo durante el periodo barroco—, ya sea en literatura, pintura y escultura, y que ha seguido influyendo en la obra de artistas posteriores hasta nuestros días. Sin los debidos conocimientos previos, estas obras pierden su verdadero potencial, a veces por la sutileza en la que los artistas enmascaran el mito, otras por su estrecha relación, casi mimétia y que, sin conocerla, pasa desapercibido para el lector/espectador. Pero la esencia, la columna vertebral de la obra, ese aroma innato que desprende está en el mito, está en la fábula clásica. Así, lecturas como Las metamorfosis de Ovidio, por ejemplo, amén de su elaboradísima construcción e imaginación y catapultadora de la novela fantástica, se presenta como una de las mejores elecciones para educarnos en la cultura clásica.

Con esta previa, ya puedes suponer que lo que vamos a encontrar en el cómic El dios vagabundo es una clara referencia a la mitología grecolatina. Aún más, en las páginas de este libro que ha creado Fabrizio Dori los mitos sirven de asidero para el desarrollo del argumento, pero la admiración y el respeto por lo artístico queda manifiesto en toda su luminosidad. Y es que, al abrir el libro, custodiado por obras de arte se encuentra esa esencia de la que hablaba un poco más arriba, esa chispa que al entrar en combustión es capaz de hacer brillar la belleza del Arte en todo su esplendor. Del mismo modo que uno admira un cuadro de Velázquez o Rubens y halla en él la narrativa mitológica que lo ha inspirado, en el cómic de Dori se ponen en secuencia escenas que beben del arte grecolatino en su argumento y del postimpresionismo en su ejecución. Van Gogh, Gauguin e incluso coqueteos con las vanguardias posteriores llenan de color la vista del lector que goza ante el espectáculo que se le muestra. Pinceladas trémulas, serpenteantes como las que usaba Van Gogh en La noche estrellada sirven de preciosos fondos paisajísticos en las viñetas del cómic. Las figuras, de trazo fino, a medio camino entre La cortesana del propio pintor holandés, Las mujeres de Haití de Gauguin o las estampas japonesas por sus rasgos, vestiduras y colorido, siempre mucho color. Y en ocasiones, lo primitivo del movimiento del cabello, en primeros planos, una tosca vibración que recuerda a las figuras decorativas de las vasijas griegas. Un mezcolanza artística que, en correcta armonía, sin fatiga, seduce al amante de ilustraciones bellas.

Todo este potencial ilustrativo sirve para narrar la historia del sátiro Eustis que fue expulsado del Olimpo por intentar seducir a una de las ninfas en la laguna de Artemisa. Perdió su condición divina para ser enviado al mundo terrenal donde, día a día, se aburre como una mona. Pasa sus jornadas bebiendo vino que consigue a cambio de un pequeño trabajo que ha encontrado en el mundo contemporáneo: el de adivino. Lee el futuro de los que a él acuden y les indica cuál es su destino. A veces, eso sirve para ayudar a la gente a, por ejemplo, abandonar la prostitución, las drogas o vete a saber qué. Una noche se le presenta un fantasma que le indica que el mundo de los dioses está en peligro y su vida aún más. Debe realizar un viaje homérico de regreso al Olimpo donde, antes de la última luna llena, conseguir el favor de cierta diosa que le envíe de nuevo allí. Con la ayuda de un viejo profesor amante de la cultura clásica, se embarca en tamaña odisea para conseguir su propósito.

En El dios vagabundo, con un ritmo y estructura de historia de aventuras y comicidad contemporánea, la mitología entra en contacto directo con el arte pictórico que emplea Fabrizio Dori y que le sirve para reinterpretar las fábulas clásicas. Una visión libre y actualizada de un sátiro bebedor empedernido de vino, recuerdo de sus gloriosas noches acompañando a Dionisio y a Pan, que nos lleva de la mano a redescubrir los mitos en una aventura entre onírica y fantástica. Lo gozoso para el lector recae precisamente en lo atractivo de la mitología y el buen hacer de Dori para plasmarlo con el arte de vanguardias pictóricas. Un cómic precioso que, por poner un único pero, cambiaría el papel elegido por la editorial, que flaco favor hace al estilo y dibujo hipercolorista del autor. No obstante, resulta una lectura muy entretenida y un deleite para los que quieran hacerse con un cómic lleno de imaginación y bellísimos dibujos.

Deja un comentario