El elefante

El elefante, de Sławomir Mrożek

El elefante

Las sátiras de Mrożek, con su humor afilado y cercano al absurdo, son el mejor remedio contra la estupidez y la alienación.

Durante mucho tiempo, en este país, como en otros tantos, no se podía hablar ni escribir con completa libertad.  El Estado controlaba todo lo que se publicaba o filmaba y censuraba todo aquello que sus guardianes consideraban indecente o contrario a los principios políticos del Régimen.

Cuando leo un libro o, sobre todo, cuando veo una película de aquellos años —especialmente los de los últimos, cuando los censores se habían vuelto más permisivos y los creadores se atrevían a dar pasos cada vez más audaces— lo que más me llama la atención de ellos es la voluntad, a veces algo forzada, de que cada palabra encierre un segundo significado, subversivo y rebelde.

Hoy nos podemos expresar con mayor libertad y estas sátiras crípticas, en las que los autores aguzaban su ingenio para denunciar lo que no les estaba permitido ni siquiera mencionar, tienen el encanto —a veces candorosamente inocente— de lo clandestino y el brillo del ingenio que se crece ante los obstáculos y logra imponerse a ellos.

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* ¿Por qué me ha dibujado Sławomir Mrożek en lugar de Leonardo da Vinci?
(Todas las ilustraciones por Sławomir Mrożek)

?Esa misma sensación es la que he sentido leyendo El elefante de Sławomir Mrożek, una antología de breves relatos satíricos en los que la fértil imaginación y el incendiario sentido del humor del autor apenas logran ocultar la mordaz caricatura de la sociedad y la política polacas de la época.

Sin embargo Mrożek no es un autor “de denuncia” al uso.  Crítico con el capitalismo tanto como con el comunismo, nunca se comprometió con causa alguna a excepción de la lucha contra la estupidez.  Del mismo modo que la censura no fue capaz de hacerle callar, nunca se ha sentido cómodo hablando por obligación: “Cuando, en 1980, se declaró en Polonia el estado de excepción, reaccioné muy enérgicamente: escribí sátiras, pero lo hacía de muy mala gana. Mi reacción emocional era efectivamente ésa; no obstante, hay algo humillante, restrictivo, en un autor que hipoteca su creación sólo porque hay alguien que le golpea, que le oprime. La opresión no tiene secretos, no es ningún misterio de la existencia.”  Si tenemos que elegir una palabra para definir a Mrożek, esa es “libre”.

De hecho, cuando en 1963 abandonó Polonia, no lo hizo huyendo de la represión o la censura; era un autor prometedor y con éxito cuando el anquilosamiento del ambiente cultural del país le dio más miedo que las autoridades.  Y cuando, tras treinta y tres años viviendo en Italia, Francia y México, volvió a su patria, lo hizo porque entonces vivir en una Polonia inmersa en un apasionante proceso de cambio y renovación le pareció por fin estimulante.

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Estamos pues ante un caso patológico; un autor que cultiva la sátira no por necesidad o convicción, sino como género literario en sí mismo, por el placer de extirpar con el afilado escalpelo de su ingenio el tumor de estulticia y vacuidad que se extiende imparablemente por el tejido social de Occidente.

Será por eso por lo que, a pesar de denunciar situaciones que en muchos casos ya no existen —sobre todo los escritos de carácter más político, porque los que desnudan la idiotez y la mezquindad del alma humana son intemporales— el humor absurdo y algo poético de los relatos de El elefante, a medio camino entre el chiste y el disparate, se disfruta hoy igual que cuando fueron escritos.

Sin embargo, a pesar de que muchos escritores lo consideran un autor imprescindible, Mrożek sigue siendo casi un completo desconocido en nuestro país.  Una de las razones es, seguramente, que cultiva con preferencia géneros que tienen menos eco entre el gran público, como el teatro (algunas de sus obras se cuentan entre lo mejor del teatro del absurdo, codeándose con Beckett o Ionesco) o el humor gráfico.  Quim Monzó cuenta que desde hace años incluye a Mrożek entre sus principales referencias literarias y que, invariablemente, sus entrevistadores deciden ignorarlo en beneficio de otros autores con nombre más conocido, y también más fácil de pronunciar.  Cierta o no, esta anécdota sería muy propia de un personaje de un relato de Mrożek.

Personajes, ya que hablamos de ellos, entrañables a fuerza de ser ridículos. Personajes alienados y perdidos en el laberinto de la sociedad y del Estado, que protagonizan modernas fábulas que sólo el humor irreverente de su autor salva de convertirse en desoladoras, del mismo modo que en la vida real nuestra única esperanza para sobrevivir es tomárnosla con humor.  Y Sławomir Mrożek, por encima de un magnífico dramaturgo o un incisivo narrador, es un humorista.

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Javier BR
javierbr@librosyliteratura.es

5 comentarios en «El elefante»

  1. Es increíble ver como la falta de libertad agudiza el ingenio del hombre. Descubrir cómo se decía tanto con palabras, a simple vista, inocentes… El modo de librarse de la censura… Bueno, pues otro libro que no conocía, pero lo pintas siempre tan atractivo, que no puedo decir que no.
    Besotes!!!

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  2. Sin duda un crítico original y realmente comprometido con sus ideales y percepciones. En México tampoco es muy conocido este escritor, pero ya me había llamado la atención en alguna librería.
    ¡Un saludo!

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  3. Así somos las personas, basta que nos prohíban hablar para que tengamos algo que decir. En serio, Mrozek es un autor muy ingenioso y agudo; la censura le sacó más punta a su forma de escribir, pero de todos modos hubiera sido un autor recomendable. Gracias por tu comentario, Margarita.

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