El hombre que podía hacer milagros

Reseña del libro “El hombre que podía hacer milagros”, de Iván Reguera

el hombre que podía hacer milagros

Ya he comentado alguna vez que huyo de las afirmaciones categóricas, de las mierdas que se escriben en las fajas de los libros y de las listas que pronto nos inundarán con la coletilla “lo mejor del año”. Es muy peligroso decir que este libro es el mejor del mundo, que tal disco el mejor que vas a escuchar nunca o que la peli de Mengano es la mejor de la historia, porque esas opiniones se basan en gustos y preferencias, no en unos parámetros medibles o cuantificables, y como todos sabemos, las opiniones son como el culo, que todo el mundo tiene uno.

Viene esto al hilo del subtítulo del libro El hombre que podía hacer milagros (Nadie creía en ella. Se convirtió en la mejor película de la historia). Y aunque soy fan, superfán, megafán e hipermegafán de El Padrino (tanto del libro como de las dos primeras pelis), y tengo un póster de la peli, y la banda sonora, y algún Funko y un fotograma, y de vez en cuando las revisiono, no puedo decir que sea la mejor película de la historia, sencillamente por lo mismo que no puedo decir lo mismo de ningún libro, serie, disco, cómic… Me encanta, la adoro, cada vez que la veo me quedo pillado y me emociona, pero ¿por qué esa puta manía de clasificarlo todo y elevarlo a cumbres estratoféricas? Es cojonuda. Cojonudísima. Y si Coppola es Dios, pues se dice. Pero no sé cuál es la mejor cinta de la historia ni me importa.

Dicho esto, el libro es una gozada y lo será más para las hordas de fans de la película. Aborda el rodaje, lleno de problemas por todas partes de El Padrino y, aunque le cuesta un poco arrancar, poniéndonos en antecedentes a todos los implicados, una vez que lo hace no hay quien le pare.

La intro con Frank Costello, el auténtico mafioso en el que Puzo se inspiró para el personaje de Vito Corleone, y la infancia de Coppola, que ya de pequeño jugaba a hacer SU cine, son altamente interesantes.

Los apartados dedicados al productor Robert Evans podían haberse reducido, personalmente se me hacían bola y en cuanto a los dedicados a Puzo, ¡joder!, la vida de Puzo da para otra novela y/o cinta.

“Puzo se basó en dos conocidos mafiosos para crear a Corleone. Costello y también Genovese, pero la gran inspiración para construir el personaje de Vito Corleone no fue un gánster, sino su madre, una mujer fuerte.”

Tiene mérito que, sin tener ni idea del funcionamiento de la mafia, tan solo con una mínima investigación de archivo sobre esta, Puzo hubiera retratado tan fielmente al crimen organizado.

Por su parte, Coppola había sido el primero de su clase. “Había conseguido ir a una escuela de cine, abandonarla y escribir guiones para un estudio de Hollywood” y soñaba con cambiar el cine, rejuvenecerlo. El cine estaba en manos de ancianos poderosos que seguían haciendo la clase de cine que se hacía en los cincuenta y se notaba. Los jóvenes ya no iban tanto a ver películas y Coppola y su cuadrilla querían seducirlos.

Y por fin, llegaremos al rodaje. Tras superar centenas de obstáculos el rodaje iba a ser más de lo mismo: el estudio no quería ni a Brando ni a Pacino; la mafia presionaba e impuso sus condiciones; Coppola se levantaba cada día sin saber si le despedirían y para inri parte del equipo técnico se burlaba de él y otra parte le boicoteaba… Llegó a sufrir episodios de ansiedad y al llegar a su casa era tal su desesperación a veces que rompía a llorar.

“Me preocupa pensar que estoy haciendo una gran película, una película trascendente y acabar estrenando una cosa del montón, algo que la gente olvidará al cabo de pocas semanas.”

En múltiples ocasiones llegó a pensar en tirar la toalla, pero ahí estaban su mujer y sus amigos George Lucas y Milius para convencerle de seguir adelante, y menos mal…

“Yo sufro porque busco hacer algo nuevo y no se logra nada memorable obedeciendo a todos, basándose en fórmulas, copiando éxitos de otros, haciendo lo que dicen que “funciona”. El instinto puede hundirte en la miseria o llevarte a la gloria, no existe la expresión artística verdadera sin tu instinto, sin tomar una decisión creativa, olvidando lo que digan o pidan los demás.”

Y finalmente, fue un éxito. Un éxito arrollador. Con un sabor agridulce para el barbudo director. Coppola quería hacer SU cine, sus proyectos con su compañía American Zoetrope, y El padrino era un mero encargo que necesitaba para sobrevivir y que casi acaba con él.

“Quería ser un cineasta, no la gallina de los huevos de oro de Paramount. Ahora solo me van a pedir El padrino, y en Hollywood nadie perdona al que pasa de un éxito enorme a algo más humilde, pequeño. Nadie va a querer que haga realmente mi propio trabajo, mi material. El padrino arruinará mi carrera. Seré héroe y prisionero de mi propia mitología.”

En definitiva, un libro que se lee en un suspiro, con emoción, con intriga incluso, y que no tiene nada que ver con esas cosas que de vez en cuando saltan a nuestra pantalla del tipo “Diez cosas que no sabías de El padrino”. No. Esto es un ensayo novelado, una recreación, en su mayor parte real sobre una de las mejores películas que se han rodado nunca.

Lo que yo necesito ahora, Iván Reguera, es saber cómo se rodó la segunda parte y la tercera.

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