El jardín de vidrio

Reseña del libro “El jardín de vidrio”, de Tatiana Tibuleac

El jardín de vidrio

“Hay en el mundo gente así, gente que, si no cuenta cosas, no puede vivir. Para ellos, para esa gente siempre hermosa y a menudo loca, la vida debe ser una historia. Porque solo ahí, entre sus costillas blandas y mágicas, hacen ellos las paces con el dolor, con las enfermedades y las traiciones, porque ellos lo saben. Saben que una historia no deja jamás las cosas sin resolver. Una historia -incluso la más breve, incluso la más triste- pone siempre buen cuidado en hacer justicia.”

Hay historias que tocan muy hondo, muy profundo, en partes que ni siquiera sabías que tenías. Y luego está Tatiana Tibuleac… Desde que leí “El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes”, estaba deseando leerla de nuevo. Su prosa delicada, bella y profunda destaca en contraposición a las historias que nos relata, especialmente duras, intensas y escabrosas. Y no es fácil leerla: mientras te abraza y te atrapa a través de su narración, que lo envuelve todo, te cuenta una historia verdaderamente triste y que trata tantos temas que no se tocan lo suficiente en la literatura.

Esto es lo que me he vuelto a encontrar en El jardín de vidrio, una novela sobre una niña que, desde su infancia, sufre en la soledad de verse sin familia y que es “comprada” por una mujer que la obliga a trabajar recolectando botellas en los peores años de la etapa comunista en Moldavia. Como bien explica Tatiana en una entrevista, el libro puede leerse tanto desde el punto de vista de una niña que ha perdido a sus padres y es criada por una desconocida o como una alegoría de Moldavia, un país que se queda “solo” y es criado por extranjeros y, cuando crece, debe escoger de qué lado está.

Y creo que, en parte, esto explica la forma en la que la autora se involucra en sus libros, hasta qué punto está vinculando su historia personal con sus novelas. Y creo que esto tiene mucho que ver con su enorme talento. En El jardín de vidrio, nos volvemos a encontrar una prosa infinitamente cuidada en capítulos muy cortos, en los que se concentra la historia de una vida marcada por el dolor. Y es increíble cómo, en tan solo una página, puede reunir tantos sentimientos expresados de una manera tan delicada y bella.

Lastochka, nuestra protagonista, es obligada desde pequeña a vivir esclavizada recogiendo botellas en un entorno marcado por la violencia, el poder del dinero y la lascivia de hombres mayores de los que se ve incapaz de escapar. Y la novela se convierte en una larga carta (o llamada de atención) hacia sus padres, a los que odia profundamente por haberla abandonado. Y es increíble a nivel emocional cómo expresa este dolor a medida que se reconcilia con la vida gracias, entre otras, a la figura de Tamara Pavlovna, la mujer que la compra. Una mujer en apariencia cruel, egoísta y podrida por el dinero, que también oculta su dolor.

No es fácil escribir sobre todo esto porque es complicado poner en palabras todos los sentimientos que me ha provocado este libro. ¡Cómo se va superando página tras página! Y, aunque sea difícil leer algo tan triste y trágico, es maravillosa la manera en la que te atrae de manera irremediable a continuar leyéndola. La soledad, el abandono, el desamor, el desarraigo, la pérdida o la maternidad no escogida son los grandes temas de esta novela; pero el hilo que los une a todos ellos es la fortaleza del ser humano, que es capaz de buscar la ilusión y la belleza en medio de la oscuridad. ¡Y menuda oscuridad! Esa negrura, esa infelicidad que marca los momentos más importantes de nuestras vidas. Esos recuerdos de los que nos es imposible escapar, que lo terminan envolviendo todo.

Este el mensaje que finalmente extraigo de El jardín de vidrio, aunque no estoy segura de que sea el que realmente nos quiere transmitir esta autora. Pero supongo que esto es lo realmente interesante: que un libro impacte en nosotros y que, de manera subjetiva, podamos encontrar su sentido en nuestras propias vidas. Para que luego muchos digan que leyendo novelas no se aprende… De verdad, no podéis dejar escapar cualquiera de sus dos libros.

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