Entre los pinos y las dunas, de Pablo Ferrao

Entre los pinos y las dunasUna de mis mayores aficiones en la vida es viajar. Viajar me hace sentir emociones que en mi día a día pasan por mi lado sin detenerse, es coger un tren en el que sé que voy a aprender un millón de cosas, es vivir experiencias sin la venda del miedo que normalmente tapa mis ojos. Es libertad. 

Por eso me escapo cada vez que puedo y por eso me gusta tanto leer libros donde los viajes son los grandes protagonistas. Aunque bien pensado, un libro es mucho más que un viaje. Porque te permite vivir en tu piel experiencias sentidas en las pieles de otros, te lleva a recorrer lugares desconocidos —o no tanto— desde un punto de vista que no es el tuyo. Te permite volar. 

Y el libro del que vengo a hablaros hoy cumple todo esto que he descrito en el párrafo anterior. Porque sí, aquí dentro vamos a vivir un viaje inolvidable junto a dos personajes, igualmente, inolvidables. 

Lo primero que vamos a hacer al abrir Entre los pinos y las dunas, de Pablo Ferrao, es irnos a La Coruña. Allí, entre montes, olas y árboles —y pinos y dunas, por supuesto—, conoceremos a Mario y Andrea, un matrimonio ya entrado en años que decide cumplir uno de sus sueños de toda la vida: coger una autocaravana y recorrer el norte de España hasta llegar a Cataluña, donde Andrea espera encontrarse con su hija. Y, como ya os podéis imaginar, dentro de este viaje habrá lugar para un montón de aventuras y de escenarios posibles. 

Sin embargo, más allá de este relato en el que el itinerario es importante, nos encontramos con algo más importante todavía: la relación que existe entre Mario y Andrea. Como decía antes, son dos personas mayores, de hecho, los fantasmas de la vejez que atesoran las mentes esperando el momento perfecto del declive no hacen más que acechar a Andrea. Y Mario es consciente de ello, lo puede ver con sus propios ojos, lo puede sentir. Y por eso decide narrar sus aventuras y por eso, quizás, también se centra mucho en el pasado. Porque esta novela no habla solo del presente y del futuro, sino que también es una regresión a los buenos y no tan buenos años que ha podido vivir el matrimonio. 

Lo que más llama la atención de este libro es la forma en la que está narrado. Nos topamos con un narrador en segunda persona y eso es muy raro de encontrar, a no ser que estemos ante una novela epistolar o algo así. Supongo que al final podríamos considerar que esta novela se acerca muchísimo a ese género, porque Mario relata la historia como si se estuviera dirigiendo a Andrea. No podía evitar imaginármelo a él hablando directamente con su esposa, contándole todo lo que pasaba por su mente y haciéndole recordar todos esos momentos vividos. Un poco como El diario de Noa, donde su protagonista habla con su mujer para recordarle una vida pasada. Y digo que esto es lo que más me llama la atención porque es muy extraño encontrar un libro contado en segunda persona y en cambio es una técnica que, bien utilizada, funciona muchísimo. Y funciona porque atrapa al lector desde el punto de vista sentimental. Es la mejor forma de narrar si queremos llegar directamente al corazón del que está al otro lado del papel. Porque se entiende que el narrador está hablando como lo haría con la persona a la que se dirige. 

Esta forma de narrar siempre me ha parecido como mirar a través de una rendija de una persiana. El lector, curioso, está al otro lado de la ventana. Ve que hay luz y también muchas sombras al otro lado. Y no puede evitar asomarse. Al principio con prudencia, intentando no ser visto; pero después, se sorprende a sí mismo poniéndose cómodo para terminar de ver todo lo que está sucediendo en el interior de esa estancia. Así ha sido leer Entre los pinos y las dunas. Pablo Ferrao nos abre a propósito esa pequeña rendija para que seamos nosotros los que miremos sin miedo y sin vergüenza. Y es un poco tramposo, porque sabe que esa no es una mera invitación. Está seguro de que el lector que mire un poquito, aunque sea guiñando un ojo, se va a quedar hasta el final para saber qué es lo que pasa. 

Quiero hacer una matización para los lectores tiquismiquis —entre los que me incluyo— que sientan que esa pequeña falta de ortografía que aparece en la portada es un signo de lo que uno se va a encontrar dentro del libro. Como digo, yo así lo pensé. Sin embargo, pronto me di cuenta de que no, de que el libro está corregido a más no poder y que el texto tiene mucha calidad tanto a lo que a narrativa se refiere como a la trama. Así que no dejéis pasar la oportunidad de conocer esta historia, aunque la falta de esa coma vocativa os haya hecho pensar otra cosa. 

En definitiva, y volviendo un poco a lo que de verdad importa, esta corta novela es perfecta para todos aquellos nostálgicos del tiempo y de la vida. Para aquellos que quieran mirar sin sentir vergüenza y que quieran conocer la historia de estas dos personas que tanto se parecen a ti y a mí. Es un viaje, por supuesto que sí, y no solo por la forma en la que el autor se detiene a describirnos todos los paisajes increíbles que hay en ese itinerario, sino porque la vida de Mario y Andrea es y ha sido un viaje en sí misma. Y es muy bonito poder conocerla a través de las palabras de este autor que con tanto orgullo nos deja esa rendija abierta para que disfrutemos y vivamos esa aventura que es la vida junto a ellos. 

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