Hamelin. La tortuga de Darwin, de Juan Mayorga

Ponerse delante de un texto de Juan Mayorga, sea cual sea su naturaleza, es todo un reto para el lector y un impagable placer para el espíritu. No siendo algunas de las veces de lectura ligera, la conexión entre libro y lector fluye, sin embargo, directa y gozosa las muchas otras. En la ceremonia de ingreso en la RAE que tuvo lugar este ya expirado 2019, Mayorga, frente a aquel muestrario prehistórico, leyó una de sus tesis más logradas sobre la defensa e importancia del silencio, pieza fundamental no solo en el teatro, sino también en la vida cotidiana. Aquella lectura sincera, pausada a veces para poder beber agua, arrojó sobre el Salón de Actos de la RAE un discurso magistral de convivencia entre la voz y el silencio que «laten cada uno en el otro» y hacen que despierte el deseo entre ambos. Con un halo poético, Mayorga viste y desnuda las palabras elevando así su valor. Cualquier oportunidad que surja para poder leer alguna de sus obras de teatro, con esta premisa, debería resultar cuanto menos atractiva.

Así, nos plantamos frente a Hamelin. La tortuga de Darwin, dos de sus obras fundacionales reunidas en esta edición de Cátedra y que corre a cargo de Emilio Peral Vega, quien desde ya merece una mención extra por su excelente labor. Las notas introductorias van a poner de relieve las referencias del dramaturgo, que van desde Kafka a conceptos filosóficos que suelen caracterizar su producción teatral. De mayor acierto me ha parecido elegir, en lugar de un análisis de los textos originales, realizar una comparativa con sus respectivos montajes en el teatro de la Abadía de Madrid. Peral Vega, gran conocedor de teatro y magnífico divulgador, nos sitúa en una de esas butacas para poder casi tocar las palabras de Juan Mayorga en las voces de intérpretes como Carmen Machi, Javier Gutiérrez o Blanca Portillo.

Hamelin toma como base el relato clásico de El flautista de Hamelin para ponernos frente a frente ante un durísimo drama de abuso de menores. La estructura y el modo narrativo de esta obra parece casi la de una novela policíaca en la que el inspector de policía intenta destapar la trama de pedofilia que rodea a una familia humilde en quien focaliza la obra. Según el cantar clásico, la ciudad de Hamelín se llenó de ratas y tuvieron que llamar a un flautista mágico para que, como el dios Pan, con su música se llevase las ratas. Mayorga nos presenta el drama, nos retuerce con las acciones y las palabras para abandonarnos súbitamente con la pregunta de: ¿y si no existe un flautista que logre llevarse las ratas que rodean a aquella familia?

Para La tortuga de Darwin la influencia kafkiana es directa. La transformación de los cuerpos y de nosotros mismos ante una serie de intereses egoístas se ponen en escena de un modo tan fantástico como tragicómico. Al despacho de un importante historiador llega una viejecita que dice tener información privilegiada sobre acontecimientos históricos de Europa. Tan privilegiada como que ella misma estuvo presente ya que está a punto de cumplir doscientos años y durante toda su vida viajó por el viejo continente. La incredulidad lógica del historiador da paso poco a poco a un interés ávido y sospechoso por conocer de primera mano aquellas experiencias que le hagan poder escribir el relato histórico más fidedigno que jamás se haya escrito. No será el único que busque oscuros intereses en utilizar a esta viejecita. Con un enfoque cómico, se hace un repaso de la historia de Europa a través de una obra que despierta toda nuestra atención por el elemento fantástico y por el modo en el que Mayorga nos enfrenta al poder del lenguaje. Al hablar sobre el Holocausto la tensión trágica se palpa solo con la fuerza que evocan las certeras palabras que elige el dramaturgo. Dice: «Las palabras preparan muertes; las palabras matan. Las palabras marcan a la gente que hay que eliminar: “judío”, “burgués”, “comunista”, “fascista”, “terrorista” […] Me da miedo mi alegría. Si hoy quemo libros, mañana quemaré gente».

Hamelin. La tortuga de Darwin se conforma así como una de las mejores elecciones si uno quiere adentrarse en la obra teatral de este gigante del contemporáneo o, para el no iniciado, aumentar las posibilidades que nos ofrece en cada uno de sus textos. Toda su filosofía, el cuidado y atención que cede a la palabra, a veces su ausencia, y una originalísima y abierta propuesta para llevar a escena, casi cediendo libertad total de interpretaciones, hacen de este libro una lectura estupenda para disfrutar en la comodidad e intimidad que se produce entre libro y lector.

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