La historia de Aria

Reseña del libro “La historia de Aria”, de Nazanine Hozar

La infancia puede ser bonita, y también cruel. Seguramente es en ella donde la crueldad adquiere a la máxima vileza, porque rompe aquello más sagrado, la inocencia. A veces, hay algo de la una y de la otra, según las condiciones de vida, el país, la familia, el origen. Aria, la protagonista de La historia de Aria, de Nazanine Hozar, publicada por Salamandra, lo sabe muy bien, y lo padece en carne propia. Ella protagoniza una novela inmensa, con Teherán y la revolución iraní de fondo, que se desarrolla durante la infancia, esa falda donde todo se modula.

Dividida en cuatro partes, la escritora crea un relato costumbrista de la segunda mitad del siglo XX en Teherán, durante la dictadura y las revueltas contra el sha, cuando las diferencias entre las clases ricas y las pobres estaban acentuadas y la mezcla era inviable. Abandonada por su madre al nacer, y criada por un hombre que encarna la bondad, Aria aprenderá a convivir, a lo largo de su vida, con tres madres: aquella que la abandonó, aquella que la pegó, y aquella que la quiso, pero nunca se lo demostró.

Así, se moverá sigilosa entre los ambientes considerados inferiores, con una mujer que la maltrata y de la cual ha de saber sobrevivir. Y convertirá su niñez aparentemente normal en un futuro en el cual, la lectura, la revolución y la propia ética tendrán mucho que decir.

Los personajes de La historia de Aria y que la escoltan son bellos. Bellos porque la siguen desde la primera hasta la última página, estableciendo una sensación de familiaridad; los ves evolucionar, avanzar, ves como aquellos primeros años de vida, en una ciudad como Teherán, lo condicionan todo. El padre, que la recoge y con quién mantiene un vínculo imborrable; Kamran, su mejor amigo, el que la quiere sin condiciones y que la sigue hasta los barrios altos para regalarle mensajes a través de pulseras; Hamlet y Mitra, esa pareja que convierte los años de estudiante de Aria en un aprendizaje hasta su propia voluntad; la criada, Masumé, que se la lleva de su antigua vida hasta Fereshté, y Feresthé, que la acoge con los brazos abiertos, como redención de posibles pecados. 

Cada uno de estos conforman un escenario de cómo era la vida entonces, de la época de aquella revolución en la que las mujeres dejaron de poder escoger si llevar velo o no para que pasara siempre a adornar su cabello, y de unas armas que se empuñaron y que, como en todas las guerras, se cebaron con las víctimas inocentes.

Esta revolución, que condiciona cada página, cada capítulo del libro. Y, también, la búsqueda de la madre que la dejó, instalada Aria en el miedo, la culpa, la incertidumbre que, finalmente, y después de años de trabajo, hacen de ella una mujer libre.

Lo recomiendo por el tema, la ambientación, el descubrimiento que supone el hecho de conocer qué supuso la revolución para la población iraní, pero, ante todo, para las mujeres. Y, también, por su hermosa y delicada prosa, y aquella sensación que, de una manera o de otra, la belleza prevaldrá.

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