La mansión de los chocolates. Los años inciertos

Reseña de “La mansión de los chocolates. Los años inciertos”, de Maria Nikolai

La mansión de los chocolates

¿Sabéis esas novelas que llevan inscrito en su título la palabra calidez? ¿Esas que son sinónimo de manta y mejillas enrojecidas por el bienestar y largas tardes de imaginación? ¿Esas que tienen el poder de llevarte lejos, en un mundo aislado de las horas diarias? ¿Sí? Pues el último volumen de la saga La mansión de los chocolates. Los años inciertos (Maeva, 2021), de Maria Nikolai, es de esas.

Cuando hace dos años mi madre me regaló una de las últimas novedades de la editorial Maeva, supe al instante que me gustaría. El argumento era prometedor, la historia, llena de la dulzura del chocolate. Ahora, casi veinticuatro meses después, Maria Nikolai nos regala el desenlace de la saga, protagonizada por un séquito de mujeres fuertes e independientes.

Acompañadme. Nos vamos de viaje hasta la lejana Stuttgart, en el año 1936.

Viktoria, la protagonista de este tercer y último volumen, hija de Judith y de Víktor, debe abandonar su educación como chocolatier y regresar de Francia a Alemania después de la muerte de su padre. De una personalidad arrolladora, segura, resolutiva y perspicaz, es ella quién se encarga de poner el broche de oro a esta historia familiar.

Desarrollada entre Stuttgart, Suiza y Nueva York, Los años inciertos debe mucho a la época en la cual lo sitúa la escritora, la de la Alemania nazi, a las puertas de la II Guerra Mundial. Así, la muerte de Víktor desencadena consecuencias para la fábrica de chocolate, pero también es importante destacar el papel que juegan los comandantes afines al régimen de Hitler, dispuestos a lo que sea para hacerse con dicha dirección a la vez que desterrar la población judía de la faz de la tierra.

En medio de estas contingencias, resulta providencial la figura del estadounidense Andrew Miller, que conquistará la audiencia, pero, también, el corazón de la impetuosa Viktoria. Así, Nueva York y la empresa familiar de Andrew se divisan como lo que fueron para mucha población europea en aquellos años, una solución, una vía de escape de la dirección que tomaba el continente.

En estas nuevas páginas también tenemos tiempo de rememorar la historia de la familia criada entorno a la mansión de los chocolates, así como los inicios de la relación entre Judith y Víktor, que hace que viejos secretos salgan a la luz.

Dicho esto, lo que más me gustaría destacar de esta novela, en consonancia con sus dos predecesoras, es algo que, como lectora, agradezco de veras. Una prosa bien hilada, unos personajes para nada planos, pero, sobre todo, el claro protagonismo y peso que las mujeres adoptan en esta saga. A fin de cuentas, son ellas las que la protagonizan, moviendo el tiempo a través de tres generaciones, hablando por las que no tuvieron voz y señalando que, en una época que fue de todos menos fácil para ellas, podían tomar las riendas de las economías y de sus vidas. Así que es de agradecer que sean ellas los principales artífices de La mansión de los chocolates.

Para la gente amante del chocolate y para la que no lo es, para la que busca historias entrañables que la acompañen y para la que quiera leer uno de esos libros donde pasa de todo y te queda un dulce sabor en la boca, la historia de la alemana Maria Nikolai es lo vuestro. El final que la concluye, a la altura de toda la saga, en unas páginas donde esos años tan inciertos para el mundo y para nuestra fábrica acaban teniendo el inconfundible aroma del buen chocolate.

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