Las semillas del rencor

Reseña del libro “Las semillas del rencor”, de Esther Magar

Las semillas del rencor

Es un verdadero privilegio encontrarse con un libro como este, un texto que es mucho más que la narración de una historia, una obra cuidadísima que se percibe largamente soñada, trabajada y pensada, un trabajo de un mérito y una ambición poco frecuentes. Tengo que confesar que a veces leer obras con ojos de reseñista, que tienen la obligación de analizar con cierta objetividad, frialdad si se quiere, no permiten disfrutar en igual medida que cuando se lee con ojos de lector pero cuando se cruza uno con obras como Las semillas del rencor esa diferencia deja de tener sentido, uno no se encuentra con nada que contaría de otra manera, con una palabra que discutiría o tan siquiera una coma que reubicar. Pronto se da cuenta de que los ojos pueden relajarse y volver a ser simplemente lectores, que es para lo que se inventaron y lo que la obra merece. En un libro tan redondo en la forma como en el fondo y, créanme, por mucho que pueda entusiasmarme habitualmente con las lecturas, lo que acabo de decir es algo muy poco común.
La vocación de Esther Magar de contar la vida probablemente la defina como escritora, su ambición literaria es propia de alguien que conoce muy bien este oficio de las letras y su obra es, en ese sentido, todo un ejercicio de sabiduría narrativa. Y logra brillar más allá de las modas, porque el libro se define como «una saga familiar de realismo mágico», y efectivamente nos devuelve a ese universo narrativo en el que la realidad somatiza las emociones de los personajes en el que tanto disfruta el lector. Los límites de la realidad se difuminan hasta el límite de que cuando uno cierra el libro piensa que alguna manifestación física debe haber de un hecho así de relevante, probablemente que se escarchen las paredes de la casa como le ocurre tras la muerte de uno de los personajes, o alguna manifestación meteorológica llamativa (me pregunto si no acabaría la obra la autora justo antes de Filomena), pero no ocurre probablemente porque uno no se despide de los personajes sino que programa un reencuentro, una relectura necesaria para sacarles todo el jugo, al menos todo el que pueda. Las semillas del rencor está habitada por personajes complejos, poderosos, con relaciones a veces tan complicadas como la de Piedad y Serena o la de Elisa y Asunción, que es todo un reto narrativo y que la propia Elisa explica de modo ciertamente brillante, pero la ambición de la obra no le permite limitarse a unos personajes concretos de una época determinada sino que abarca sucesivas generaciones de una familia a los largo de 140 años, los comprendidos entre 1843 y 1983, con lo que además se retrata la evolución del lugar en el que principalmente se desarrolla la trama, Pesinistra, desde un inicio como paraje aislado y atrasado hasta un destino de fallido desarrollo y falsa prosperidad que afecta más a algunos bolsillos que a la mentalidad de las personas. A nadie le resultará desconocido.
Es digno de destacar cómo logra la autora retratar las pequeñas miserias que mueven a los pesinistrenses, las conversaciones en las que en nombre de las buenas costumbres se despliega esa trituradora de vidas que ha sido siempre el «qué dirán». La mezquindad no está necesariamente ligada al desarrollo económico del lugar y el ambiente de la pequeña aldea aislada del inicio de Las semillas del rencor no es necesariamente menos opresivo del de la ciudad que llega a ser al final.
Durante el casi siglo y medio que abarca la novela son muchas las formas en que la familia protagonista debe lidiar con la vida, no es solo el pelo rojo lo que heredan, cada uno a su manera son personas diferentes de las de su entorno, todas deben enfrentarse a una vida que no les pone las cosas fáciles y cada cual las afronta a su manera, con las aristas y las complejidades con las que lo haríamos cada uno de nosotros, con nuestras virtudes y nuestros defectos porque esta no es una novela de buenos buenísimos y malos malísimos, sino de personas que habitan una realidad compleja y la afrontan como pueden.
Las semillas del rencor es sin duda una gran novela, una gran novela pelirroja, que no es poca muestra de carácter. Ni lo que cuenta se puede contar mejor ni el lector desea que nada sea de otra manera. He tratado de no desvelar prácticamente nada de la trama porque es mejor que la descubran por sus propios medios, probablemente les ocurra como a mí, que simplemente abrí el libro para echarle un ojo, por curiosidad, y no pude dejarlo hasta terminar. Es cierto que se saltó varias posiciones en el montón de lecturas pendientes, pero no es menos cierto que lo hizo por sus propios méritos.  






Andrés Barrero
@abarreror
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