Lobo en la camioneta blanca

Lobo en la camioneta blanca, de John Darnielle

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Pronostico y auguro que, justo al acabar Lobo en la camioneta blanca, el amable lector hará una de estas dos cosas: 1) Volver al principio para iniciar inmediatamente la relectura 2) Coger El diario de Bridget Jones, por decir alguno, y empezar a leerlo, a ver si se le limpia el paladar literario y consigue desalojar de su cabeza a Sean Phillips y su historia. Porque se nos deslizan en la mente como una serpiente -venenosa o no, eso lo dejo al arbitrio de cada lector- y aun pasados días, siguen ahí, mordisqueando, instándonos a tratar de responder a las preguntas que deja flotando la lectura de esta novela.

Algunas novelas, la mayoría, son un tobogán al revés, están elaboradas en torno a un clímax que se corresponde con el final cronológico y físico de la novela; son un ir en crescendo constante. Lobo en la camioneta blanca, esta novela breve y perturbadora, es una planicie con pequeños altibajos, y es así durante todo su recorrido. Es también una novela circular, de modo que puede uno leerla hasta el final e, inmediatamente, volver al principio y no parecerá haber una gran ruptura, ni de ritmo, ni de cohesión. Por la misma regla de tres, se puede empezar la lectura en cualquier párrafo y terminarla en el párrafo justamente precedente. Lo dicho: una novela circular. Para algunos lectores, puede suponer un problema, porque el hecho de ser una novela circular implica que no trata, en realidad, sobre nada en concreto, lo cual, a su vez, quiere decir que trata sobre todo en general. Pero, al fin y al cabo, un tipo llamado Salinger hizo eso mismo hace más de 60 años y hoy, por alguna razón, es aclamado como un genio de la literatura.

Si vamos al contenido, que es lo que importa a la mayor parte de lectores, es un tanto más difícil de describir, pero, al mismo tiempo, muy fácil. Lobo en la camioneta blanca es como una larga canción de algún grupo noventero; Smells like teen spirit, por ejemplo (aunque no se menciona en el libro, a diferencia de otras). Una canción grabada en una cassette, y que trata sobre lo difícil y chungo que es ser adolescente en este mundo cruel. Aquí huele a rollo de adolescente. Más aún: al rollo de un adolescente un poco bastante fastidiado de la almendra, con perdón, que es el caso del protagonista y narrador del relato, Sean Phillips, un hombre de edad nunca precisamente definida pero que, a los 17 años, sufrió una desfiguración total de la cara. La novela es una especie de mosaico hecho de pedacitos de recuerdos, vivencias, experiencias y recuentos de sensaciones, desde cuando estuvo en el hospital -no tiene desperdicio el episodio en el que nos cuenta lo que le sugiere el techo de su habitación de hospital; es sugerente y espeluznante al mismo tiempo- hasta el día en que le pasó lo de la cara, pero también antes de todo eso, aunque las referencias temporales nunca son muy exactas. Así pues, es una especie de diario con las entradas mezcladas de forma libre o arbitraria. Salinger, decíamos, pero mejor, al modesto entender de esta reseñista.

Toda esa mezcla funciona, o no, depende de quién la lea. Para mí, funcionó, gracias, en gran parte, a la prosa poética de John Darnielle -que es, según leo, líder de un grupo musical y también su letrista, lo cual se nota en su novela-, muy difícil de abandonar una vez se empieza su lectura, y ello a pesar de una atmósfera oscura, macabra y deprimente que se va fundando desde las primeras páginas y no nos abandona hasta el final. Pero tiene una cualidad hipnótica, embriagadora, y es, en ocasiones, de una belleza que causa admiración. No todo y no siempre tiene sentido cabal ni racional, igual que pasa con las letras de muchas canciones. Pero todas sus páginas, leídas desde la primera hasta la última, crean algo en lo que el lector queda inmerso. Crean un mundo, una realidad, crean una personalidad, el relato de una experiencia horrible y única -la desfiguración y cómo sucedió todo, y por qué sucedió- que despierta nuestra curiosidad humana, porque no tiene ningún sentido explicable de modo racional, y cuanto más irracional nos parece algo, más nos atrae, porque nuestro impulso es explicarlo, entenderlo.

Quizá la historia de Sean se pueda entender o quizá el entendimiento más acabado que se pueda hacer de ella es justamente aceptar que no se puede responder a todo. Quizá el encogimiento de hombros sea la respuesta más racional a algunas cosas. De cualquier forma, la inmersión en la mente rota de una persona que es, además y para más inri, un adolescente que vive en el lado oscuro de la realidad -aunque él no haya elegido vivir ahí- constituye una lectura fascinante, diferente. No importa mucho si el narrador es fiable, si no lo es, si nos está mintiendo, si él mismo no se entera de lo que es la realidad… todo eso son disquisiciones, porque la realidad de Sean también guarda puntos en común con la que ha sido la realidad de cualquiera que haya pasado por la adolescencia. Con una diferencia: Sean Phillips es, quizá, la persona más sola que haya habitado las páginas de cualquier novela reciente. Una soledad no del todo asumida, cuyas neblinas nos envuelven lentamente, hasta el punto de que nos resultará muy difícil olvidar Lobo en la camioneta blanca. 

Se trata, para mí, de un buen ejemplo de novela que hay que aspirar tan sólo a leer, no tanto a rumiar, razonar ni tratar de explicar. Es una ventana abierta a una mente en estado de desintegración, con todo lo que ello implica: cabos sueltos, personajes que vienen y van, tensiones narrativas que se deshacen en lo que se tarda de pasar de página. Y, al final, preguntas que cada uno deberá o podrá responder como su lógica interna le dicte.

Pero, por supuesto, tiene su mensaje. Claro. Para eso tenemos la abultada narración y descripción de un juego de rol inventado por Sean Phillips, Ciudadela Italiana. Un juego en cuya invención Sean se refugia antes, durante y después del Suceso. Un mundo imaginario, pero que se va abriendo, extendiendo y adquiriendo matices y detalles, hasta el punto de que engulle el mundo real de Sean, aunque ¿qué es el mundo real? Ciudadela Italiana es un juego de rol de la época en que no había Internet pero sí los libros de Elige tu propia aventura. Y la vida, en el fondo, es eso: un Elige tu propia aventura. Lobo en la camioneta blanca tiene algo, mucho que decir sobre eso mismo: las elecciones que uno hace, por qué las hace (si es que hay un porqué en cada ocasión), y cómo, una tras otra, ellas van marcando nuestro destino.

Un estreno literario llamado a convertirse en novela de culto y que yo he podido leer por cortesía de la editorial Contra, que lo pone a la venta el 9 de septiembre.

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