Los señores del tiempo, de Eva García Sáenz de Urturi

los señores del tiempo¿Quién me iba a decir cuando comencé a leer El silencio de la ciudad blanca, que ese iba a ser el origen de una trilogía y que sería de las buenas además, de esas en las que estás deseando leer el siguiente libro tras haber devorado el primero? Por desgracia, todo lo bueno se acaba y parece que este es el final, my only friend. Aunque nunca se sabe con esto de las trilogías, que se lo digan a Gellida. Pero vaya, que sí, que parece que aquí ya termina la caza y comienza una nueva vida.

Y mira que Kraken se las prometía felices al comienzo de este último libro:

“Qué bien se sentía no esconderse en público, qué bien se sentía ser una familia de tres, qué buena era la vida cuando no se ponía cabrona, y mi vida llevaba dos años largos –desde el día que Deba nació– siendo una feliz colección de rutinas familiares”.

Pero nada más lejos, nenes. Kraken ha nacido para sufrir mucho, para que le jodan la vida a él y a sus allegados más cercanos, porque no es que le metan el dedo en la llaga, es que él ES toda una llaga, porque tiene un imán para eso, y siempre lo tendrá, y eso es algo que todos sabemos, y porque, además, de otra forma, no tendríamos esta saga…

Totalmente recuperado de su afasia de Broca y con dos años ya de merecido descanso, al menos en lo que se refiere a asesinos en serie que le puteen la vida, Kraken (o Unai si lo consideráis vuestro amigo y no un mito) acudirá a la presentación de un libro del que todo el mundo habla: Los señores del tiempo. Un libro que engancha, de esos que no te sueltan, de esos que unos se acaban en tres días y otros lo dosifican porque quieren prolongar el placer que da su lectura.  Además, la presentación tiene el incentivo añadido de descubrir por fin al autor de dicho libro ya que, tras semana y media arrasando en librerías nadie, ni siquiera el editor, conoce la identidad del autor de tal superventas.

Por otra parte, he dicho que Kraken llevaba dos años de descanso de asesinos en serie, pero no de duro trabajo policial. En ese momento lleva dos semanas haciendo horas extras, junto con Alba, trabajando en la desaparición de dos hermanas en circunstancias muy extrañas y ambos necesitan desconectar de alguna forma, así que, ¿por qué no hacerlo acudiendo a la presentación del libro que tanto estaba gustando y dando que hablar y cuyos hechos tenían lugar en la Vitoria medieval de hace unos 800 años?

Y ya puestos, ¿qué mejor forma de animar una presentación en la que por fin se conocerá la cara del misterioso autor que hallando un cuerpo envenado con cantárida (la Viagra medieval) en los baños del lugar de dicha presentación, exactamente de la misma manera que el primer crimen que ocurre en la novela?

Kraken lo tendrá claro, y nosotros también: “Aquí termina tu caza, aquí comienza la mía”.

Así comienza este tercer y último libro de la saga de la Trilogía de la Ciudad Blanca, que será blanca pero de un negro negrísimo también. Un libro que no baja el nivel respecto a los otros dos y nos devuelve la emoción de un misterio complicado en el que vamos a meternos de cabeza como si fuera “una trampa de papel, una emboscada de palabras” y en el que acompañaremos a Unai, el experto en perfiles criminales, y a su compañera Estíbaliz, victimóloga, a resolver los crímenes, y al resto de figurantes que ya conocemos de anteriores episodios.

Ese envenenamiento será el primero de una serie de crímenes que parecen reproducir los ocurridos en la novela histórica de marras. Que, por cierto, serán unas formas de matar bastante truculentas, por decirlo fino. (Ya comenté al reseñar Los ritos del agua, que si vas a asesinar, sé original y no te limites a matar con pistola desde la cobardía de la distancia, y doy fe de que Eva García sigue matando mucho y muy bien, además: envenenamiento con mosca española, emparedamientos, encubamientos…)

Y sí, Unai  va a seguir pasándolas muy pero que muy putas. De eso no se libra. Ya sea directa o indirectamente la máquina de atraer desgracias sigue on fire y con periodo vigente de garantía.

La novela va alternando, eso ya es marca de la casa, capítulos del presente con capítulos de la novela medieval pudiendo observar así los paralelismos y repeticiones entre ambos con un ritmo ágil y narrado siempre en primera persona por el narrador correspondiente.

“Pero todos nos vamos a encontrar a lo largo de nuestra vida con una media de siete psicópatas, y un psicópata llegará a victimizar a unas cincuenta y ocho personas a lo largo de su vida”.

Es destacable y digna de mención la enorme labor de documentación (tres paginacas entre bibliografía y cursos figuran al final del libro) para referirnos los usos y costumbres de la Vitoria medieval, las estrategias militares, el habla, la situación geopolítica, la posición de la mujer,… y la naturalidad con que se integra en la novela y se convierte en parte de esta. También destaco la manera en la que entroncan aquí personajes de otra novela de la autora (y no quiero hacer destripes, pero quienes conozcan la bibliografía de Sáenz de Urturi sabrán de lo que hablo. Por desgracia, la saga a la que me refiero es una de las que figuran en mi pila de libros pendientes de leer).

La única pega que puedo ponerle es que no creo que Deba pueda decir las cosas que dice (recordemos que tan solo tiene dos años) y también que puede haber a quien el final le resulte algo apresurado y explicado como con prisa.

En definitiva, una trama que cierra muy bien todos los aspectos que pudieran quedar sueltos, una historia que engancha muchísimo, unos asesinatos replicados en el presente que asustan pero que atraen también, dos historias perfectamente hilvanadas y entremezcladas, y un broche cojonudo para una terna gloriosa que ha llevado a Sáenz de Urturi, con todo merecimiento, a la altura de los autores de novela negra más prestigiosos de este país y de fuera de él.

Los señores del tiempo es, tal vez, el mejor desarrollado, imbricado y el mejor acabado del trío. El más sorprendente por ese final digno de Ágatha Christie y todo un disfrute lector. Por supuesto, no hay ni que mencionar que, aunque los casos de los tres libros funcionan individualmente, hay que leerlos en orden.

Un gran libro y una gran trilogía.

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