Maquis

Reseaña del libro “Maquis”, de Alfons Cervera

Maquis

Que un libro se reedite, se celebre o se homenajee, como gusten, a los veinticinco años de su publicación ya debería ser suficiente tarjeta de presentación. En esta época de vértigos, obsolescencias y caducidades no es frecuente. Y mucho más meritorio es en este caso ya que, además de un libro magnífico, Maquis es una de esas obras que trascienden su dimensión literaria y se convierten en algo más, en este caso en memoria, en esa memoria que tras diluirse en la libertad, en el bienestar y en las exigencias de lo inmediato parece renacer pero no con naturalidad, como la parte fundacional de nosotros mismos que es, como motivo de homenaje y eje de concordia, sino como motivo de enfrentamiento y de discordia. Lo triste no es que hayamos perdido la memoria como sociedad, sino que haya quien la niegue y no solo nos exija la desmemoria sino que inventen otra a su medida. Tras estos veinticinco años parece que la lectura de Maquis es más necesaria que nunca y no porque sea memoria sino porque la convierte en gran literatura, atemporal, porque la preserva en un formato imperecedero que será capaz de emocionar a lectores muchos nos después de que ese haya perdido la memoria directa y de que la indirecta se refugie en los márgenes de la historia. Porque esta no es una historia de ideales, o no solo, sino de personajes que, como la memoria, se refugiaron en ls márgenes y lucharon no por ser recordados, sino por poder vivir con normalidad. Tal vez no sea, como he dicho, literatura que trasciende a su propia naturaleza para convertirse en memoria, sino memoria que transciende a la suya para convertirse en literatura. 

No es un retrato complaciente, no esconde la violencia, las rencillas, las venganzas, no es una historia luminosa de héroes inmaculados y villanos repugnantes, en estas páginas a todos les salpica la sangre, los personajes perfectos viven mejor en los panfletos que en la buena literatura, y el resultado es el de unas vidas prisioneras de su propia lucha. Es comprometida, desde luego, es difícil no serlo, pero no es tendenciosa y lo que nos ofrece es un retrato crudo, realista y sorprendentemente hermoso de una vida terrible.

Y si es tan terrible se preguntarán como puede ser hermoso su relato, y me encantaría ser capaz de contestar a esto con algo más concreto que refiriéndome al talento de Alfons Cervera, pero temo no ser capaz de hacerlo. A mi me ha impactado el lenguaje, por un lado sencillo, humilde, natural, por otro rico, magnético, esencial, hermoso. Estas mismas historias, porque esta es una historia de historias, podrían acompañarse de datos, de mapas, de infografía, de videos, de testimonios, de  manuales de historia pero nada de ello haría entrar mejor en las vidas de esas personas que las palabras que nos sirven de entrada, no creo que haya una forma mejor de conocer esta realidad que a través de esta ficción, y la llamo ficción porque está escrita, no porque no tenga una base absolutamente fiel a la realidad. 

Y la realidad no es solo la de un enfrentamiento ideológico o de clase o como se le quiera llamar, la realidad de la vida de esas gentes, de los maquis, de sus familias, de los guardias y del resto de la población de esa España rural de posguerra, es la de una vida muy dura, oscura, asfixiante. En un libro como este asume uno que va a haber violencia pero tal vez espera encontrar la que se deriva del enfrentamiento armado, desigual pero intenso, pero hay otra, estructural y a menudo caprichosa y gratuita que sufrieron no los que se echaron al monte sino sus familiares y allegados, no los perseguidos sino los sospechosos, no los «enemigos públicos» sino los demás. 

La historia entendida como disciplina científica debería gozar de cierta estabilidad, supongo, los bandazos deberían serle ajenos, sin embargo su percepción por parte de la sociedad sufre de variaciones con el tiempo, se matiza, se revisa, se inventa, en fin. Pero la literatura, la buena literatura, no. No es necesario saber nada de maquis, de la guerra civil o de España para emocionarse con Ojos Azules, Paco el Vatios, Guadalupe o Angelín, es indudable que en Maquis hay memoria, que la preserva y probablemente incluso la ayude a renacer, pero es mucho más que eso, es una obra literaria maravillosamente escrita, emocionante, dinámica, hermosa, una que no ha envejecido en los veinticinco años que ha cumplido y que no es previsible que lo haga en los siguientes, ni en los que vengan después. 

Me duele haber tardado veinticinco años en descubrir esta obra, ojalá esta reseña ayude a que alguien más la descubra y la disfrute porque, créanme, este sería un país mejor si obras como esta se leyeran, se vivieran más.

Andrés Barrero
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