Mi hermana vive sobre la repisa de la chimenea

Mi hermana vive sobre la repisa de la chimenea, de Annabel Pitcher

Mi hermana vive sobre la repisa de la chimenea

Tolstoi decía que “las familias felices se parecen, pero las desgraciadas lo son, de distinta manera”. Sea cual sea la traducción de esta frase, lo cierto es que cuando examinamos por dentro las vidas de las familias nos damos cuenta de que es un buen principio para empezar una novela, un relato, o simplemente una opinión. Siempre me he sentido atraído por los libros que diseccionan de alguna manera la familia, no sé por qué. El caso es que cuando cae un libro en mis manos y veo que se trata de miembros de una misma estirpe, lo cojo, y me siento en el sofá (o en la cama) a degustar de un pequeño momento para ver cómo pueden ser las vidas de otras personas imaginarias. Y cuando empecé a leer este libro, previa ferviente recomendación de una compañera, me sentí tan atraído por esta familia que no pude soltarlo y lo devoré en dos únicos días (con sus noches y las ojeras que eso conlleva).

La vida de Jamie puede parecer fácil si la miramos desde fuera. Un padre, una hermana mayor, una casa donde vivir: el sueño que en estos tiempos tiene mucha gente. Pero si miramos por la cerradura nos daremos cuenta de una pequeña cosa: una urna guarda las cenizas de la hermana de Jamie, muerta en una atentado terrorista años atrás. Y lo que parecía una estampa de felicidad se nos desintegra por completo: un padre xenófobo que odia a todo musulmán por la muerte de su hija pequeña, una hermana que hace lo que quiere y se desentiende de su familia, una madre que huyó para no volver, y un niño pequeño que no sabe cuál es su sitio. Pero todo cambia cuando Jamie conoce a una compañera de su clase…

Todo esto puede parecer una escena dramática, y ciertamente lo es. Pero el truco de este libro, el acierto de la autora, ha sido convertir en puro humor algo que para los demás puede parecernos una atrocidad desde lejos. Todas las escenas del libro, contadas desde la visión del niño pequeño de la casa, tienen una ironía, una ingenuidad tan surrealista que cuando empecé a leer cada párrafo pensaba que el que seguía no podía ser tan bueno como el anterior. Cada página desborda un sentimiento de comprensión que enseguida nos da por entender a la perfección a ese niño que intenta buscar su lugar en esta vida, crecer como lo debería hacer todo niño de este mundo. Me vi en un momento gritando al libro y diciendo a los personajes, ¡despierta!, y eso no me pasa habitualmente con los libros que caen en mis manos. Y es que, cuando creía que la historia no podía dar una vuelta de tuerca más, resulta que nuestro protagonista, nuestro héroe de pequeñas dimensiones, conoce a una compañera de su clase que, para más narices, es musulmana. Y ya está el lío formado. Es entonces cuando la historia se eleva, se convierte en algo más grande aunque el libro no tenga una gran extensión. Porque, ¿qué sucederá cuando el padre de Jamie se entere de la nueva amistad de su hijo? ¿cómo debe comportarse Jamie si toda su vida ha oído que los musulmanes son todos unos terroristas sin corazón?

Porque esta historia no trata únicamente de los valores familiares, presentes en toda la novela de una forma clara. Este pequeño argumento que se nos presenta, trata sobre todo de la niñez, de cómo la mirada de aquellas personitas que nos acompañan día tras día puede hacernos entender a los mayores, los que se dan golpes en el pecho por lo adultos que son, que si abriéramos un poco más los ojos nos daríamos cuenta que hay un mundo mucho más amplio que observar si tuviéramos un poco de intención.

Porque, como dijo Einstein hace tiempo, “nacemos genios, y nos volvemos idiotas”.

 

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