Miasis

Reseña del libro “Miasis”, de Mª Carmen Copete Góngora

Miasis

Antes de encontrar el libro «Miasis» andaba en busca de sensaciones fuertes. Necesitaba un poco de marcha, así que me propuse explorar el mundo literario más allá de mis intereses inmediatos y dar la oportunidad a una obra que me sacase de mi zona de confort. Si el título hacía referencia exacta a su definición, es decir, a una infestación de tejidos por larvas de moscas —y a juzgar por la portada, así era—, parecía apropiado para espabilar a una hipocondriaca confesa que en su adolescencia soñaba con que tenía gusanos en el ojo, solo por haber leído por ahí que eso podía ocurrir. Así pues, inspiré hondo y dejé que Mª Carmen Copete Góngora entrase en mi cerebro para narrar Miasis, de Ediciones El Transbordador y ganadora del II Premio de Novela Corta El Proceso.

Imaginad que un día os llega a casa un panfleto publicitario que reza así: «Vive tus sueños en nuestra comunidad ecosostenible». Investigando descubres que se trata de un proyecto social y de subsistencia en regiones áridas por el que, solo por participar, te darán una casa en un pueblo donde te dejarán ejercer tu profesión y, además, recibirás una suculenta paga mensual, aparte de los beneficios derivados de tu oficio. Las plazas son limitadas y hacen la vista gorda a los percances legales que hayas podido tener en el pasado. Muchos nos lanzaríamos como hienas a pelearnos por formar parte del lugar, sin reflexionar demasiado sobre la letra pequeña.

El protagonista de Miasis no es tonto, pero sí práctico. Así pues, Klaus, empujado por las circunstancias de la vida, termina aislado en un lugar indeterminado del desierto de Tabernas, en pleno corazón de Almería. Sin teléfono móvil, sin internet, sin posibilidad de salir de allí; bajo un sol abrasador y en medio de una infestación de larvas de biología inquietante que colonizan todo el pueblo… incluidas las personas. Entonces un día descubre un disco duro oculto bajo la moqueta del salón. Unos archivos de vídeo que le desvelarán la naturaleza de las moscas y las verdaderas intenciones de la misteriosa Organización.

Se trata de una novela corta a caballo entre el terror, la ciencia ficción y el weird esotérico al más puro estilo H.P. Lovecraft, al que nada tiene que envidiar. Mª Carmen Copete Góngora se basta sola —y el premio lo confirma— para acaparar toda la atención del lector con una narrativa atrevida, ya desde el principio, que parece no poder guardar más ases en la manga. O sí, ya que a la escritora no le tiembla el pulso a la hora de poner a los personajes al servicio de la historia. Y sin protegidos, todo puede pasar. Esta sensación de incertidumbre que acompaña durante la mayor parte de la lectura hace que no puedas adivinar un final.

Otro punto a favor de la narración está en las descripciones. Si bien pueden llegar a ser bastante explícitas, no me han causado asco esperado. Me explico. Hablando desde la sinceridad, y antes de enfrentarme siquiera a la primera página, creía que en algún momento tendría que cerrar los ojos y apartar el libro hasta recuperarme de las visiones repugnantes que pudiera encontrar, como siempre hago con ciertos géneros literarios. Pero este prejuicio me ha estallado en la cara con la perturbadora normalidad con la que la autora se enfrenta a determinadas escenas. Ignoro si era esa su intención, pero ha llegado a convencerme de que esas moscas aterradoras y sus engendros de pesadilla tienen derecho a existir tanto como los humanos. Es otra forma de espabilar que no me esperaba en absoluto. Cambiar la perspectiva de una persona, al menos durante la novela, requiere de una gran habilidad literaria. Sobre todo si se trata de una reacción instintiva que nace de las mismísimas entrañas.

El hecho de que haya utilizado un escenario real y conocido para desarrollar la trama, como es el desierto de Tabernas, le da un toque cercano, como a relato místico de pueblo que te resistes a creer hasta que la noche te sorprende con la manta estirada hasta las cejas. ¡Y menudas noches las de Miasis! Las asquerosas hijas de fruta son nocturnas. Quién iba a pensar que las moscas darían tanto miedo.

No me malinterpretéis, ha sido un angustioso placer el aventurarme a descubrir esta terrible y encantadora obra, que recomiendo. Pocas veces me atrevo a soltar una respetuosa maldición al autor, pero creo que Mª Carmen Copete Góngora debería ir encargando más baldosas, porque tiene por delante un largo recorrido como escritora.

Ahora, si me disculpáis, voy a comprar una malla mosquitera para las ventanas y un matamoscas, que nunca se sabe.

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