Nadie duerme, de Xina Vega

Nadie duermeHace unos años, en mitad de una no demasiado acalorada discusión, la chica con la que salía por aquel entonces me dijo una frase que me dejó bastante encabronado: “En España en realidad las cosas no están tan mal como las venden los periódicos”. Al día siguiente me propuse cuestionar su opinión y la invité a dar una vuelta conmigo por un barrio obrero de la ciudad en la que vivíamos. Al poco rato de entrar y tras apenas haber recorrido un par de callejuelas me pidió con los ojos brillantes y algo de ansiedad que volviésemos al centro. No habíamos visto nada extraordinario: personas de miradas tristes pidiendo limosna, unas ancianas con ropas deshilachadas y rostros cansados haciendo la compra, un grupo de niños con la cara sucia por la calle en lugar de en el colegio… el verdadero problema era que ella había estado viviendo en una burbuja en la que la pobreza, la mendicidad o la marginación no tenían cabida.

En Nadie duerme, de Xina Vega, esta burbuja se rompe a las pocas líneas. A partir de una conversación entre dos extraños se nos introduce en una breve pero inclemente narración en la que lo que brilla, lo que sobresale ante nuestros ojos, es el lado menos amable y más repulsivo de nuestra realidad. Una joven maltratada, un africano que busca ser aceptado fuera de su país, una mujer que acaba de abortar y un hombre maduro que ha visto frustrada una cita amorosa conviven durante una noche en la que no existen el amor, la piedad o el respeto; el ser humano queda reducido a su mínima expresión, a sus deseos y traumas, a follar y a sufrir.

Este es un relato que se revuelca en el dolor, que chapotea en las desgracias y las miserias humanas, que baila animado sobre los traumas enquistados de sus protagonistas. Vega busca continuamente la arcada del lector, sin pausa ni compasión. ¿Qué es entonces lo que hace apetecible esta lectura?, se preguntará más de uno, con toda la razón del mundo. Varias cosas: el maravilloso lenguaje con el que su autora expone la fealdad del mundo, las pequeñas historias y anécdotas que relatan los personajes, tan tristes como bien construidas, y, por encima de todo, la admirable capacidad de la autora gallega para conseguir que cada detalle de nuestra cotidianeidad, desde la arcaica máquina tragaperras del bar hasta un simple disco de bachatas, consiga provocarnos repulsa y angustia.

Pocos autores han conseguido encandilarme tanto con un contenido tan poco amable; a pesar de ser un fiel seguidor de eso que llaman ‘realismo sucio’ me suelo ver forzado a exiliarme a historias felices de cuando en cuando, para evitar tener que abrazar el bote de antidepresivos antes de tiempo. Pero este librito es como aquel tipo que en el colegio te pegaba y te humillaba y del que no querías separarte, como aquella chica que te daba largas de las peores formas posibles y que te tenía enamorado perdido, como aquel compañero de trabajo al que sigues queriendo caer bien a pesar de ser un gilipollas redomado… Puro masoquismo literario.

El mundo es cruel y patético, o al menos una buena parte de él. Y Nadie duerme funciona a modo de antifiltro de Instagram: limpia los retoques fotográficos y acentúa los defectos y las imperfecciones de nuestra realidad para horrorizarnos, sí, pero también para acercarnos a ese mundo que el imperio Disney y otros vendedores de felicidad impostada se han esforzado tanto de borrar de nuestra memoria. Seguramente tenga que leer bastantes novelas amables para compensar este trance. Pero huir de lo cómodo y lo maquillado cada cierto tiempo debería ser obligatorio. Si no, corremos el peligro de querer quedarnos a vivir para siempre en la ficción.

5 comentarios en «Nadie duerme, de Xina Vega»

  1. Muchas gracias por compartir con los devoradores de literatura un comentario tan magnífico y certero. Me dispongo a leer Nadie duerme. El arranque, desde luego, es potentísimo, un auténtico mazazo.
    Volveré a este blog.

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