Nuestra parte de noche, de Mariana Enriquez

Nuestra parte de noche

Por un lado qué pena y por otro qué alegría. Qué pena porque se terminó, porque quizá es el mejor del año y ahora solo quedarán peores, porque aunque es largo se hace muy corto. Y eso da pena. Pero qué alegría, sin embargo, porque todavía hay editoriales que apuestan por dar premios importantes a libros que no se sustentan únicamente por su valor comercial sino principalmente por el literario. Y qué alegría, también, por encontrarlo, y por no dejarlo pasar, por que se haya editado, por que lo haya leído. Estoy hablando del último Premio Herralde de Novela: Nuestra parte de noche, de Mariana Enriquez. ¿Habrán sido y serán todos así?

Primero de todo habría que avisar, y ahí la primera razón de ese no tan valor comercial del que hablaba, que el libro tiene cerca de 700 páginas. De hecho, termina muy cerca de la 666, lo que ya dice bastante sobre lo que va la novela. Quizá al cogerlo no parecen tantas,  aunque pesa, pero ahí ha metido su jugada la editorial (por cierto: Anagrama) reduciendo el grosor habitual de sus páginas. Súmale a eso el cuerpo de letra, bastante pequeño, y tendrás el porqué. También aviso, esta es mi última queja. 

En Nuestra parte de noche, Mariana Enriquez nos pone tras las vidas de Juan y Gaspar Peterson, padre e hijo. A partir de un viaje en coche de ambos desde Buenos Aires hasta las cataratas de Iguazú iremos dando saltos en el tiempo y en el espacio pero siempre como satélites de estas dos figuras. Qué talento ha tenido Enriquez para nunca salirse de esa trama central, el padre y el hijo. Y mira que ha tenido alicientes para hacerlo.

Juan Peterson es el médium de una Orden creada por la familia de su mujer y madre de Gaspar, quien ya cuando abrimos el libro aparece muerta en un accidente del que poco sabremos, con razón. Ser el médium de esa Orden significa ser el epicentro de lo que vendrá a llamarse Ceremoniales, una especie de tenidas en las que los Iniciados contemplan el contacto entre el médium y la Oscuridad. La Oscuridad como deidad maligna a partir de la cual los líderes esperan adquirir las claves de la inmortalidad de sus conciencias. Juan Peterson será esa figura, sobreexplotada desde niño, e intentará por todos los medios que su hijo, Gaspar, no tenga que pasar por lo mismo. En esa lucha por parte de Juan contra los líderes de la Orden (no olvidemos que es la familia de su mujer), en ese escondite junto a su hijo de la familia que tanto lo ha estrujado en vida, recorreremos los caminos de ambos, juntos y por separado. Serán seis partes, habrá saltos y diferentes voces y registros y tiempos y lugares, pero sobre todo habrá magia, de la literal, porque de eso va también el libro, y de la figurativa, porque qué manera de escribir tan mágica la de Mariana Enriquez. 

La vida de Juan se resumirá en crecer a pesar de unos problemas gravísimos de corazón, en ser descubierto por la Orden siendo un niño enfermo de familia humilde, en hacerse adulto entre Ceremoniales, viajes y búsqueda de Portales por los cuales entrar en contacto con la Oscuridad. Entrar en contacto con la Oscuridad será fatal para su salud, hará daño a gente, dejará a Iniciados tullidos sin él querer (ellos sí, ya entenderéis), sufrirá por todo, por todos y por él mismo. Siendo un dios, el Dios Dorado, para todos, aun sin haberlo buscado, sin quererlo. Su última lucha será por ocultar de las garras de la Orden a su hijo, quien da muestras de tener sus mismos poderes. Y entonces conoceremos a Gaspar, su infancia sin madre junto a un padre borracho, ausente, agresivo y muy enfermo, su crecimiento a través del desconocimiento absoluto de las faltas de su padre, de los accidentes, las heridas, los libros, los símbolos, la extrañeza total de quien compara su vida con la de sus amigos, tan importantes aquí: Pablo, Vicky y sobre todo Adela, la niña sin brazo. Mariana Enriquez irá llenando todos los vacíos que cada parte nos deje de una manera tan magistral que no hará falta ni que sea lineal, ni contada siempre por el mismo personaje, ni completa. Es tan buena que sabe incluso usarnos a nosotros para rellenar los huecos que falten. 

Hay tantos subtemas (la Argentina posdictadura de los 80 con sus crisis, sus problemas sociales, su sida, su cultura, sus gentes; el Londres “alto” de los 60, la amistad infantil comparada con la adolescente y la adulta, el amor entre niños, jóvenes y adultos; la magia como elemento natural de nuestras vidas, la Oscuridad como algo omnipresente y hambriento, la relación entre padre e hijo, la muerte del Padre, la huida del Hijo), tantos, que prefiero no ahondar en ninguno y dejar el placer del descubrimiento al lector. Porque Nuestra parte de noche (qué importante es ese «Nuestra») es un engranaje tan complicado y perfecto que solo merece ser abierto y leído. Ni reseñas ni comentarios ni ayuda para ser comprado. Debe ser comprado, leído, y punto. Abrir la puerta al Otro Lugar, reconocerse ante la Oscuridad, abrir los brazos a ella y dejarse llevar. Qué bonito es leer cuando se encuentra algo tan genial. Enhorabuena y gracias a Mariana Enriquez y Anagrama. Por aquí han hecho a alguien un poco más feliz. Con un libro entre las manos. Cómo no.

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