Odiseicas

Reseña del libro “Odiseicas”, de Carmen Estrada

Los textos clásicos son como el río de Heráclito, nunca te bañas dos veces igual. Ni tú eres la misma, ni el texto sigue idéntico. Si le añades a este hecho, la interpretación de cada lectora, llegas a estas Odiseicas, cuyo subtítulo, Las mujeres en la Odisea, deja claro dónde va a poner el acento Carmen Estrada en la reinterpretación de la versión de Homero. Si es que no fue HomerA como defendió Samuel Butler, una escritora o incluso o un grupo de diversas manos, quienes compusieran lo que finalmente ha quedado fijado en el clásico.

Coincide esta publicación con la versión liberada de Blackie Books y la adaptación ilustrada en Malpaso, de la misma autora que en este ensayo repasa los personajes femeninos, las mujeres, sus roles, su función narrativa o su simbología procurando desmontar los estereotipos de género, tan dudosamente fundamentados en las líneas originales. Al estilo de Margaret Atwood, quien da voz a “Penélope y las doce criadas”, en la parte final de este ensayo, resurge “el interior de las mujeres (etopeyas)” de un modo sorprendente y creativo.

Lo que más me ha gustado de las Odiseicas es que Carmen Estrada deja ver, en sus análisis, su amor apasionado por la etimología de las palabras y, en particular, por la magia de la lengua griega. Cuando Nietzsche defendía que la verdad solo puede decirse en griego o en alemán -risas aparte- yo quiero empatizar con ese vello erizado en la parte baja de la espalda o esas cosquillitas en la nuca, que te provoca el hechizo de la lectura en esas lenguas. 

Sin ser dominadora de ninguna, aprecio la belleza del origen, no solo en el sentido de la diferencia o del original, sino el arjé, el principio unívoco, las raíces que sostienen todas las demás construcciones. En este sentido, ¿nunca te has preguntado por qué se dice “lengua materna” y no “lengua paterna”? La lingüística ha defendido que son las mujeres “las que suelen influir más en la evolución y mezcla entre variantes” (p.38).

Es frecuente que en las Odiseicas se compare la Ilíada con la Odisea, al ser los dos poemas “hermanos” atribuidos a Homero y referentes de un modelo de civilización. Así, enfrenta a los valores propios de la epopeya de la Ilíada, asociados a la guerra, una virtud, en la Odisea, propia del oikos, hogar, que es la homophrosyne, es decir, “el buen entendimiento, la armonía de pensamiento entre los esposos” (p.32). 

Precisamente es tan necesaria una revisión así, para no seguir fundamentando sociedades injustas y patriarcales en un mito fundacional falso. La Odisea ya nunca más será reducida al viaje del héroe, astuto y guerrero, en su vuelta al hogar, o al sí mismo. Ya jamás podrás ver a Penélope solo como una fiel esposa que teje para mantener alejados a los pretendientes mientras confía en el regreso de su otra mitad, que la completa y da sentido a su vida, y bla bla bla. Pero es que ¡además! sus epítetos en la obra, propios de la “gramática homérica” ya lo dejan claro, aunque hasta hace poco no se les haya atendido: períphron, es decir, “inteligente, prudente, sabia”, que sobresale “entre las mujeres tanto por tu belleza y figura, como por tu mente” (p.59).

Lo que mosquea es que leyendo a autoras como Carmen Estrada, o antes a Riane Eisler, en “El cáliz y la espada” o a Helen Morales en “El resurgir de Antígona”, por citar un clásico contemporáneo y una de las muchas publicaciones revisionistas recientes, lo que mosquea -digo- es la arrolladora sensación de haber sido tan burdamente engañadas y engañados. Una lectura reduccionista que ha obviado evidencias tan llamativas como que Penélope gestionó durante dos décadas ella sola todas las propiedades de Ítaca, con todos los vientos en contra, y no solo superando la prueba, sino haciendo crecer las riquezas y reinando como una inteligente soberana.

En paralelo, las diosas que han pasado a la simplista historia del canon patriarcal como satélites de la aventura del protagonista Ulises, sobresalen en la lectura acertada de Carmen Estrada como mujeres libres, referentes y representantes de otras formas de libertad femenina ninguneadas e invisibilizadas hasta hace unas décadas. Siguiendo lo señalado por Virginia Woolf en “Un cuarto propio”, Odiseicas analiza a los personajes femeninos principales, a saber Circe, Calipso, Ino Leucótea, Atenea, Nausícaa, Arete, Euriclea y Penélope, “más allá de sus papeles como esposas, madres, hijas o amantes” (p.14).

Si no lo conocéis aún, de aquí sale el test de Bechdel, popularizado por su tira cómica The Rule (1985), que selecciona las obras de ficción, válido para textos o para películas, discriminando desde un punto de vista feminista las que merece la pena ver o leer, si se cumplen tres condiciones: “que aparezcan al menos dos personajes femeninos, que se comuniquen entre sí y que la conversación se refiera a algo distinto a un hombre” (p.245). Aunque la autora de las Odiseicas no ha encontrado estos rasgos en la obra de Homero, sí que te dirige la mirada a un lugar novedoso como en el pasaje del Hades, cuando Anticlea, la madre de Odiseo le confirma que Penélope sigue aguardando su llegada en Palacio, o cuando le dice que todo se lo cuente a su mujer (no a su hijo Telémaco).

Podría seguir con todos los datos exhaustivos que extrae Carmen Estrada en esta lectura atenta y sin sesgo androcéntrico de la Odisea, pero se trata de que leas el libro. Solo un par de detalles más: entre Calipso y Ulises, este es el esclavo sexual de la diosa; Nausícaa es la que se prenda de la belleza de Odiseo; y finalmente, son cinco mujeres frente a un hombre las que aconsejan con sabiduría y tienen el don de la adivinación e interpretación de las señales: Atenea, Circe, Calipso, Ino Leucótea y Nausícaa, frente a Tiresias.

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