Poesía completa

Reseña del libro “Poesía completa”, de César Vallejo

Poesía completa

Resulta César Vallejo un poeta singular, difícil de encajar en ningún molde. Posee una producción escasa, que a pesar de abarcar dos décadas no alcanza los trescientos poemas entre los dos poemarios publicados en vida (Los heraldos negros y Trilce) y sus obras póstumas, sacadas adelante por el esfuerzo de su viuda Georgette Philippart y divididas comúnmente en Poemas humanos y España, aparta de mí este cáliz. A pesar de ello, o precisamente porque todo lo que escribió raya a gran altura, es considerado el poeta más importante de las letras peruanas y uno de los más destacados del siglo XX en cualquier lengua, una referencia en cualquiera de los estilos por los que transitó: de su ruptura con el modernismo en Los heraldos negros a su tempranísimo vanguardismo en Trilce y a la poesía política y social en los libros aparecidos después de su muerte. Tres poéticas diferentes en las que Vallejo se consagra sin terminar de pertenecer a ninguna de ellas, siempre mirándolas desde el margen, desde fuera, algo sin duda capital en su trayectoria no solo poética. Nacido en la sierra de la Libertad, el menor de once hermanos, Vallejo se consideraría un provinciano en Lima, luego un peruano en España y por último un extranjero en París, y serán en gran parte esta falta de pertenencia, de identificación, unida a su constante debilidad física y a un férreo compromiso social y existencial las que conviertan sus versos en este catálogo de angustias, quejas y clamores que ha pasado a la Historia.


La Poesía completa que ahora publica Lumen, con edición y estudio de Luis Fernando Chueca, permite disfrutar de César Vallejo a un nivel, digamos, superficial pero suficiente. Ordenado de manera cronológica, el volumen incluye, aparte de lo ya mencionado, sus poemas juveniles, piezas publicadas en revistas durante su adolescencia sin mayor valor que su autoría, y algunos sueltos. Cada obra tiene una introducción propia, lo que divide la parte analítica y la distribuye a lo largo de todo el libro, algo que se agradece. En el estudio se habla al mismo tiempo de las circunstancias que llevaron a la escritura y a la publicación de cada uno de los libros, así como de sus aspectos formales y estilísticos más importantes. Si esto resulta suficiente, por ejemplo, en Los heraldos negros, es cierto que puede quedar un poco escaso en el acercamiento a Trilce, mucho más compleja, opaca y compleja de abordar. Vallejo es en general un poeta difícil, pero más incluso en la que se considera su obra cumbre y más rupturista, en la que inventa vocablos (empezando por el título), desordena la ortografía e introduce un rico abanico de indigenismos, de ahí que quien quiera mayores aclaraciones quizá necesite recurrir a versiones críticas más y profundas.


También puede ser útil comentar que, a diferencia de otras ediciones en tapa dura de libros similares, como El último apaga la luz, la obra selecta de Nicanor Parra, en esta ocasión se ha optado por el formato flexible, sin perder el característico color crema de las ediciones de Lumen bajo la sobrecubierta.


Más allá de estos detalles, lo que queda claro repasando sus versos es que ciento treinta años después de su nacimiento, y en el centenario de Trilce, la fuerza arrebatadora de César Vallejo continúa intacta y que, a pesar de la dificultad, o precisamente gracias a ella, su poesía revolucionaria y renovadora sigue siendo capaz de despertar la sorpresa de cualquiera que se acerque.

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