Queridos niños

Reseña del libro “Queridos niños”, de David Trueba

Queridos niños

Entre los regalos que nos trae siempre una rentrée tenemos ahora a uno de los fijos en toda lista de mejores autores españoles. Uno de los titulares indiscutibles en el catálogo de hispánicas de Anagrama: David Trueba. Esta vez con una novela en la que nos introduce en los entresijos de la política más actual: Queridos niños.  

Hablemos primero del título. «Queridos niños» es como el protagonista, Basilio, llama a los votantes. Basilio da bastante asco, pero qué no lo da en política. El problema, y ahí es donde surge el genio de Trueba, es que no paras de leer lo que te cuenta. Bueno, en verdad habría que decir lo que le cuenta, porque todo el libro (unas 450 páginas) es una carta dirigida a Amelia Tomás, la candidata a presidenta del partido que Basilio llamará Los Cuervos, partido que se dice de derechas, democrático, familiar y católico. Basilio es contratado por Amelia para que este le haga los discursos de campaña. Y como si de un discurso más se tratara, pero con muchas más confesiones y verdades, Basilio crea este libro, estructurado por las ciudades que la comitiva visita durante las tres semanas de campaña.  

Basilio es un cincuentón gordo, o «no gordo, gordísimo. Hipopotámico». Sabe atacar muy bien, conoce a mucha gente que sabe salpicar a otros, tiene un pasado de periodista de esos que incordian, molestan, saben levantar mantas, abrir puertas, descubrir secretos. No cae muy bien en el partido, pero saben que es bueno, y siempre estará respaldado por Amelia.  

Amelia, «la mujer que España necesita», viene de ser ministra de Deporte, Educación y Cultura, pero es vista como una figura nueva dentro de la política. Tiene 62 años. Empieza mal, pero va remontando; en parte, por los discursos de Basilio, cada vez más punzantes; en parte, porque se va animando, porque sabe hacer cambios y movimientos en el equipo que le salen bien, porque sabe moverse en ese extraño mundo que es la política.  

Día a día vamos visitando ciudades y recorriendo el país («la República Deportiva de España» o «el reino de Cañas y Tapas», que dirá Basilio) bajo el lema de España Regresa y la música de un grupo de moda que se hacen llamas Los Conjuntivitis. Basilio nos lo cuenta todo, los líos diarios con la prensa (a quien él llama Los Miserables), los actos en cada ciudad, su alcoholismo secreto (solo bebe por las noches cuando nadie le ve), sus flirteos con chicas del equipo, su relación con su hijo y su exmujer, lo que le tuvo que hacer a su padre, su talento por manipular la verdad, «como requiere el oficio». Basilio aplica en política las tres D: Distancia, Displicencia y Desprecio. El problema es que también las aplica en su vida. Ah, por cierto, Basilio nunca vota.  

Y así pasamos las tres semanas de campaña conviviendo con el equipo de Los Cuervos, de ciudad en ciudad, dentro de un autobús donde mucha mirada y atención de lectores se irá al conductor, alguien que parece ser poroso en un oficio en el que es imposible serlo. Y vemos avanzar a Amelia, vemos su evolución en los debates, en los actos, en los cruces de declaraciones con sus rivales. Y todo desde la mirada de Basilio, que parece cada vez conectar más con la candidata, hasta que no.

Lo que pasa con Amelia y el partido no importa, lo que pasa con Basilio tampoco. Lo que importa, o por lo menos para mí, es eso que comentaba al principio. Cómo un ser tan asqueroso como Basilio es capaz de atraernos tanto. Quizá por eso hay gente que nos llama sus «queridos niños». Estoy hablando de, claro, David Trueba, que me hace leer (no es ni de lejos una obligación para mí) todo lo que escribe. Yo me declaro uno más, sin remordimientos.  

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