Salir a robar caballos

Reseña del libro “Salir a robar caballos”, de Per Petterson

Salir a robar caballos

En Salir a robar caballos, el escritor noruego Per Petterson nos hace viajar a Noruega, al momento en el que Trond, nuestro protagonista de de sesenta y siete años, decide dejar su vida en Oslo y trasladarse a una cabaña situada en un bosque cercano a la frontera con Suecia. Con poca compañía e inmerso en sus pensamientos del pasado, allí nos encontraremos con sus recuerdos, los cuales nos transportarán al verano de 1948, cuando el protagonista contaba con quince años y vivió su último verano de la adolescencia junto a su padre, antes de dar el salto a la consciencia de las dificultades del mundo propia de la vida adulta.

Hablando de veranos, en el de 2017 (lo recuerdo porque fue especial para mí en varios sentidos) me crucé con mi profesora de Latín de bachillerato en el autobús de nuestra localidad. Nos sentamos juntas y ella siendo una ávida lectora con un gusto literario exquisito, me recomendó tres libros: Charlotte de David Foenkinos (lo leí pocas semanas después y me destrozó, recuerdo estar tumbada en la cama mirando el techo del impacto que me dejó), El ojo castaño de nuestro amor de Mircea Cărtărescu (lo tengo pendiente todavía a día de hoy) y el libro protagonista de esta reseña. Así pues, cuando supe que Libros del Asteroide lo había reeditado, no pude evitar resistirme a leerlo y tachar uno más de esa mini lista creada espontáneamente por mi profesora.

Me he tomado mi tiempo para leerlo, porque creo que cada página de esta novela debe ser leída con calma para saborear su contenido. Es un libro muy sensorial y está bellamente escrito, evoca a un tiempo pasado, a la nostalgia de la pérdida de la inocencia en la adolescencia y el aprendizaje de aquellos años. Trond descubre que el mundo es un lugar gris, en el que los adultos hacen cosas que no siempre se comprenden y así se da cuenta el protagonista respecto a su padre, el verano que pasa junto a él cortando troncos en aquel bosque noruego. Por otra parte, la parte narrada desde la actualidad, de ese Trond solitario junto a su perrita en la cabaña, no he podido sentir ternura y tristeza por su soledad, aunque él mismo la ha escogido.

Un libro que plasma las tragedias ajenas y lo que las personas afectadas hacen con ello. Se trata de una novela sensual y nostálgica, en la que no importa tanto lo que sucede sino cómo se cuenta. A mí me encantan las novelas introspectivas envueltas en añoranza de otros tiempos, en los que conocemos los pensamientos del protagonista. No obstante, sí que me gustaría mencionar que hubiese deseado más ahondamiento en las relaciones de Trond con ciertos personajes de su vida, en ocasiones tuve la sensación de que el autor nos transmitía que para él eran importantes pero no les dedicaba tanta profundidad.

Ahora comprendo por qué me la recomendó mi profesora: aunque yo en aquel verano de 2017 ya no me encontraba en la adolescencia, sí que me hallaba en un momento de estar a punto de terminar la carrera en la universidad y me quedaba mucho aprendizaje, mucho tiempo, tal y como le sucede a Trond en la novela. Y aunque me hubiese encantado leerla aquel verano, me alegra mucho más haberlo hecho ahora porque he podido apreciarla como se merece.

Por lo tanto, recomiendo esta lectura a los amantes de los coming of age con un toque de drama, de verdad, de tragedia, de la vida, al fin y al cabo. La toma de consciencia de la vida adulta nos llega a todos y esta historia puede ser muy buena opción para revivirla, no os la perdáis.

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