Silencio / Razón del teatro, de Juan Mayorga

Siempre que me he enfrentado a un texto de Juan Mayorga y he tenido que hacer una reseña después, pongo de relieve su elevadísima capacidad de tratar con las palabras. Sucede así que con la elección que toma en elegir una y, por tanto, excluir otra, la acertada construcción para que esta al lado de aquella nos llegue en toda su esencia, significado y musicalidad, y el cometido que con ellas consigue en el lector, que no es otro que el de mirarlas, pensarlas y encontrarnos en ellas, hacen de este escritor una suerte de artesano renacentista. Mayorga, al sentarse a escribir y plantearse un texto —enfrentarse a él— no solo escribe, cincela las palabras como el escultor que frente a un macizo bloque de mármol consigue tallar un coloso David. Ya sea en sus textos dramáticos, teóricos o en sus discursos académicos, el lector encuentra en su obra una escuela de conocimiento y modo de pensar que nos regala a través de sus palabras.

He comenzado con la mención al enfrentamiento. Un enfrentamiento con el texto del autor y al que este nos pone por medio del lenguaje. Es una cuestión del todo teatral, como él mismo defiende, la de llevar al enfrentamiento —al conflicto— a quien interpreta con quien escucha y observa. Un diálogo, también, entre ambas partes que nos ayuda a ver lo que sucede frente a nosotros y lo que podría suceder. Así, en Silencio / Razón del teatro dialogan dos discursos académicos en torno a la palabra, su silencio y el lugar que ocupan en el teatro. Ambos textos fueron pronunciados por el propio Juan Mayorga en diversos momentos del tiempo, uno con motivo de la toma de posesión de su plaza, silla M, en la Real Academia de la Lengua Española (Silencio, 2019) y otro en la Real Academia de Doctores por su plaza en la sección de Arquitectura y Bellas Artes (Razón del teatro, 2016). Aquí confluyen para ponernos cara a cara con la cuestión del lenguaje y la importancia que tiene en el arte que él domina, el teatro.

En Silencio, discurso que emocionó a más de un asistente en el Salón de la RAE como Clara Janés o José Sanchís Sinisterra, se revaloriza la necesidad de un acto puramente humano que es el de escuchar al otro y a nosotros mismos por medio de la sencilla acción de callar. En ocasiones, no tan sencilla como así pronunciará Mayorga con ejemplos sucedidos en una galería del Museo del Prado o en plena representación teatral. Y es que como él asegura, mientras muchos lo necesitan, otros lo temen. La palabra «silencio» que, paradójicamente, nunca está callada, será la que le sirva para analizar su uso en el teatro, desde las tragedias griegas a los montajes contemporáneos. Vuelve a hacer empleo del enfrentamiento para poner en diálogo el Antígona de Sófocles y La casa de Bernarda Alba de Lorca. También, destacará el modo en el que la ausencia de una palabra o su represión eran capitales en Cartas al padre de Kafka, en los dramas de Chejov o en el teatro áureo de Calderón. Silencio y voz humana, elementos fundamentales en el escenario como así lo es el silencio del espectador, el más importante:

«[…] en el teatro se hace el silencio para que el espectador oiga no solo las palabras y los silencios que vienen del escenario, sino también las palabras y los silencios de su propia vida y de vidas que podría vivir».

En Razón del teatro Juan Mayorga hace de la disciplina que mejor maneja una defensa hechizante por su sensibilidad y acierto. Aquí, el poder del lenguaje y la retórica se manifiestan no para convencer, algo que rechaza el autor, sino para ampliar el pensamiento y halagar «el arte de la reunión y la imaginación». Es este un discurso que desde su primera línea te lleva a coger el lápiz y subrayar y anotar al margen cada sensación que provocan sus palabras. A través de aforismos y sentencias con rumor a incuestionables aunque, y reitero, siempre dispuestas a ser repensadas por el lector, Mayorga disecciona diversos aspectos conexos al teatro. Son estos el teatro en sí como institución, el espectador, comentario a los buenos actores, el texto y la palabra, la adaptación de obras y el espacio y tiempo teatrales. Se conforma así como un arte poética que bebe mucho de Aristóteles en su carácter reflexivo y asistemático y en la importancia que cede al teatro de Grecia y lo que este causaba en la sociedad griega.

«El teatro no sucede en el escenario, sino en el espectador y en su imaginación».

Juan Mayorga convierte Silencio / Razón del teatro y cualesquiera de sus textos en una cueva de Montesinos como en la que cayó Quijote en la que todo puede suceder. En la que el poder de la memoria e imaginación del espectador o lector entra en conflicto con cuanto se le presenta y lo cuestiona, aprende de ello, se ve a sí mismo y quien podría ser. Un libro, en fin, para la reflexión y el deleite de encontrar la palabra bien escrita y gozar de ella.

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