The fix 1. El desafío de los beagles, de Nick Spencer y Steve Lieber

the fixDiga lo que diga la Cospedal, y lo diga en diferido o en directo, por más que le asombre, no todos somos corruptos. (Por cierto, ¿no es denunciable semejante acusación a toda la sociedad española?) Y es que piensa el ladrón… pero no. Ni todos somos corruptos ni somos como ella y sus amiguitos. A muchos (a todos) se nos caería la cara de vergüenza si soltáramos las chorradas que le oímos decir a ella cada vez que abre esa boca…

Igual de absurdas que algunas de las acciones que Roy y Mac tienen que ingeniarse para saldar una deuda. Y es que ser delincuente hoy en día, con tanta tecnología, es una mierda. Si no eres un hacker, las opciones para los tipos como Roy y Mac, –esa clase de muchachos de los de dar patadas, palizas, pillar la pasta y correr– se ven reducidas. Así que se les ocurre robar en un geriátrico en el que reside un anciano criminal con su botín. Y casi no lo cuentan… a pesar de la experiencia que tienen… como polis.

Sí. Ambos son polis de Los Ángeles y ambos son un par de corruptos entrampados en un lío de cojones, ya que deben una buena cantidad de pasta a un mafioso que, lo mismo cuida de su hijo, se preocupa de no ofrecer a sus invitados comida con gluten y compra productos sin pesticidas, como le saca un ojo a un pobre hombre o quema a una pareja atada con cuerdas mientras tararea una alegre canción.

La historia aparece narrada en off por Roy y sigue los pasos que este y su compañero dan para poder salir de una pieza y con el culo intacto. ¿Y qué tienen que hacer para que no les rajen literalmente el culo y saldar la deuda? Básicamente neutralizar al mejor perro policía para poder dejar pasar un cargamento por la aduana del aeropuerto.

Por el camino vamos a encontrar a una serie de personajes que parecen salidos de una peli absurda pero de esas que en el fondo tienen un guion cojonudo. Tipos así como el personaje de Billy Bob Thornton en la primera temporada de Fargo, o como algunos secundarios de El gran Lebowsky… De ese palo, como mínimo. O igual no y es solo una impresión mía. Da igual. Lo cierto es que el humor propiciado por alguno de estos tipos es en algunos momentos algo escatológico, sobre todo cuando aparece el productor negro. Pero en líneas generales, el tebeo sigue un tono humorístico muy bien repartido por todo el tomo, inteligente aunque no apto para según qué mentes.

Por supuesto, a estas alturas ha de quedar claro que estamos ante dos caraduras, ante una historia fresquísima, de ritmo ágil, de personajes carismáticos todos (absolutamente TODOS), de unos protagonistas canallas e, incluso uno de ellos, Roy, el narrador, de un auténtico hijo de puta que hace lo que haga falta en su propio beneficio, pero que nos cae, a pesar de todo, de putísima madre. Es el tío perfecto con el que irse de farra.

The Fix 1. El desafío de los beagles no es un arco cerrado. Es tan solo una presentación. Pero, ¡joder!, si esta es la presentación no quiero perderme nada de lo que siga. ¡Nada, nada, nada! Me lo he pasado teta con las desventuras de este par de polis y con la fauna de la que se rodean; sin poder anticipar lo que iba a pasar en las hojas siguientes, disfrutando de unos diálogos vivos, tarantinianos y plagados de referencias, de una historia que, desde luego, no es para niños ni mucho menos y que debe leerse siempre con la disposición de ser sorprendido.

No os dejéis engañar por la portada. A mí, sinceramente, me parece algo cutre comparando con el tesoro del interior y es la peor de todas las que podían haber elegido vistas las alternativas en las últimas páginas, pero el dibujo es perfecto. Los gestos, las expresiones… casan genial con las situaciones que vemos.

No me extraña que The Fix 1. El desafío de los beagles esté teniendo tanto éxito. Y tampoco me extrañaría que se convirtiera en una buddy movie dirigida por Guy Ritchie. Le iría como picha al culo.

Un cómic dinámico, fresco, ingenioso, sorprendente y potente en el que pasan muchas, muchas, muchas cosas.

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