Un fantasma en la garganta

Reseña del libro “Un fantasma en la garganta”, de Doireann Ní Ghríofa

Un fantasma en la garganta

Parte ensayo, parte autoficción, parte colección de poesía, este libro con el que Doireann Ní Ghríofa se estrena en castellano es un salto de trampolín, desde la plataforma de diez metros. Cuando comienza se eleva majestuoso y en el par de segundos en el que gana altura nadie diría que va a caer. La autora se anota setenta u ochenta páginas espléndidas hablando sobre todo de las dificultades de su maternidad, con una prosa poética brillante que alcanza un grado espectacular de belleza dentro de lo duro que es lo que cuenta. Que la autora-narradora-protagonista tuvo cuatro hijos en seis años, que comenzó a dudar de su propia identidad, entregada como estaba a la crianza de un bebé detrás de otro, que atravesó varias penurias físicas y cómo la extracción de leche, dolorosa y necesaria, llegó a marcar sus días de manera obsesiva.


Entonces sobreviene un corte. El momento en el que el salto deja de ganar altura y la saltadora empieza a descender. Coincide con la narración de su cuarto parto. En la caída llegan las piruetas: tirabuzones, mortales hacia delante y hacia atrás. Cobra importancia ahí su indagación sobre Eibhlín Dubh Ní Chonaill, escritora irlandesa que la había precedido tres siglos atrás, y sobre el lamento poético que escribió, seguramente lo más destacado de la creación literaria de las Islas durante el XVIII. Un largo poema dedicado a la muerte de su amado marido. Doireann Ní Ghríofa entonces se convierte en una investigadora que trata de reunir las piezas del puzle que representa Eibhlín, de cuya vida más allá de su magna obra nos han llegado solamente retazos a través de los relatos de otros, sobre todo hombres. Hay en la búsqueda de la narradora de Un fantasma en la garganta tantas dosis de curiosidad como de reivindicación feminista como de obsesión insana, hasta el punto de preguntarse dónde están enterrados los dedos de la poeta. En lo que no se convierte es en una hagiografía, en una de esas recuperaciones fervientes de autoras olvidadas que tanto abundan en estos tiempos.


Y en ese triángulo feminista curioso histórico se producen las figuras acrobáticas, vueltas y vueltas de las que hablábamos antes, va hacia delante y hacia atrás en el tiempo, perdemos de vista su maternidad, la recuperamos luego con toda su fuerza, como una marea. Por momentos, siguiendo con la metáfora del salto, dejamos de tener claro si estamos cabeza abajo o de pie, mirando al frente o a la espalda. Lo que sí se mantiene en todo momento es la capacidad de la autora para crear fragmentos bellos, para cerrar una reflexión con el broche perfecto, para caminar sobre el alambre de la poesía sin caer al vacío de no decir nada.


Al final llega la zambullida y nos damos cuenta de que todos los fragmentos que ha ido desperdigando la autora no llegan a unirse del todo, que la entrada en el agua no es del todo limpia. Un fantasma en la garganta es exuberante, imperfecto, difícil de clasificar y de calificar, deja un regusto a sangre en el paladar.


Quizá todos deberían ser así, porque de esa manera son el presente y el pasado si se miran de cerca el tiempo suficiente. Un caos en el que sobrevivir, y mejor hacerlo con fuegos artificiales por el camino.

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