Un reflejo velado en el cristal

Reseña del libro “Un reflejo velado en el cristal”, de Helen McCloy

un reflejo velado en el cristal

Hay libros que sabes que te van a gustar solo con ver la portada y cuyo interés en leer confirmas al consultar la sinopsis. Y muchas veces son libros que no han tenido mucha repercusión, que llegan a ti de la forma más insospechada (¡bendito Twitter a pesar de los muchos pesares de esta red!) y que hacen nacer en uno el gusanillo de la curiosidad.

La portada es a la vez poco y muy reveladora del contenido del libro. El rostro de una mujer llevándose horrorizada la mano a la boca, enmarcado en el ovoide de un espejo sobre papel de pared antiguo (o algo así).

La trama, enganchante a más no poder. Estamos en la América de los años 50. Faustina Crayle (sí, Faustina, típico nombre anglosajón), es despedida fulminantemente y sin explicaciones a mitad de curso del internado Bereton de mujeres en el que da clases de arte. La noticia le pilla desprevenida. Ella no ha hecho nada para merecer un despido y por más que quiere saber el motivo de este, la directora no se lo da y simplemente alega “no encajar con el espíritu de la escuela”.

Pero lo cierto es que Faustina se ha sentido observada, criticada, señalada, discriminada y burlada por alumnas y servicio desde hace un tiempo. Tan solo tiene una amiga en el internado, Gisela, que va a ser quien le cuente a su novio, el doctor Basil Willing, asesor médico de la Fiscalía del Distrito de Nueva York y detective aficionado, lo que sucede alrededor de Faustina. Y es que la joven profesora, es capaz de producir el fenómeno de la bilocación, o sea que puede desdoblarse y estar al mismo tiempo en dos sitios distintos, aunque cercanos. Esto no hace sino provocar el miedo en las jovencitas del internado, el pánico de la directora a que los padres las saquen del centro y la curiosidad de Basil.

¿Qué es lo que pasa con Faustina? ¿Realmente estamos ante un caso de los de Iker Jiménez? ¿Estamos “ante el doppelgänger de los germánicos, ante el eidolon de los antiguos griegos. El ka de los egipicios. El fetch de los ingleses. El gavar vore de los celtas? Ves una figura delante de ti, sólida, tridimensional, bien iluminada. Se mueve y obedece todas las leyes de la óptica. Su ropa y su postura te resultan vagamente familiares. Te apresuras hacia ella para verla mejor. Entonces se da la vuelta y… te estás mirando a ti mismo.” Y además, la leyenda cuenta que quien ve su doble está próximo a morir… ¿Es Faustina capaz de proyectarse a sí misma, voluntaria o involuntariamente para aparecer en otros lugares? Y si es así, ¿con qué fines?

¿Y si no estamos ante un suceso inexplicable, qué es lo que tenemos en Un reflejo velado en el cristal?

Pues para empezar tenemos un libro de misterio sobrenatural en el que todas las opciones estarán abiertas hasta el final… y más allá. Un libro que haría las delicias de Agatha Christie y John Connolly, por ejemplo, y del que seguramente Alfred Hitchcock habría comprado los derechos para llevarla al cine.

Helen McCloy nos conduce por donde ella quiere, sin sobresaltos, su escritura es original, va como la seda y nos gusta lo que cuenta y cómo lo cuenta de forma que unas veces todo apunta a lo preternatural y otras no, pero sembrando la duda en el lector siempre de forma creíble.

El final me ha parecido algo apresurado, pero igualmente acertado.

El único pero que le pongo es la excesiva descripción de habitaciones, vestidos, caras… A mí es algo que particularmente me aburre, pero entiendo que haya gente a la que tanta descripción le guste.

Este es, por lo visto, el octavo libro de la saga de Basil Willing pero no hay que tener miedo: no es necesario haber leído nada antes (yo me acabo de enterar de esto y no he echado ninguna información adicional en falta).

Un reflejo velado en el cristal da lo que promete: misterio, elementos sobrenaturales, una investigación, muertes… Todo un descubrimiento de autora y de libro. Estoy deseando leer más de Helen McCloy.

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