Murakami hierve spaguettis

Murakami hierve spaguettis

Llega el nuevo libro del japo de moda, “Afterdark”, y lo hace, como no podía ser de otra manera, convirtiéndose en un éxito instantáneo de ventas.

¿Recuerdan aquella frase del post referente a Paul Auster, en la que repetía una afirmación que me salvaba de muchas situaciones? “Me gusta cómo escribe, pero no sobre lo que escribe” Quizá eso sea también lo que pienso de Murakami, me gustan las partes, algunas partes, pero no el todo. Me gusta la transparencia de la realidad cotidiana que relata Haruki, pero no así los universos imaginarios o dimensiones paralelas, en los que la presencia pre-sentida de algo oscuro se convierte en la trama en torno a la cual orbita el resto de la historia.

 

Haruki Murakami

 

 

 

 

 

 

Con algunas excepciones, como el colonel Sanders del Kentucky Fried Chicken, que se aparece al personaje del transportista, como guía espiritual, en “Kafka en la otra orilla”.
O la millonaria enigmática y su hijo mudo o que no necesita hablar, que recogen de la calle al protagonista de “Crónicas del pájaro que da cuerda al mundo”. Personaje éste, el del hijo, que se repite de alguna manera, ésta vez dotado del habla, como el amable, pulcro y efectivo bibliotecario de “Kafka en la otra orilla”.

Es decir, disfruto intensamente con los personajes insólitos que logra transformar en entidades reales bajo su pluma, lo que me produce rechazo en la obra de Murakami es, precisamente el lado oscuro, por lo que el título de su nueva obra, de entrada, no me resulta muy atractivo.

En su volumen de relatos “Mujer ciega, sauce dormido”, el lector puede sentirse realmente perplejo ante unos cuentos cortos, que en la mayoría de las ocasiones no constituyen la narración de una historia, ni siquiera de una breve, en términos de introducción-nudo-desenlace, sino que Haruki se permite la libertad de dedicar, por ejemplo, uno de sus textos a un trayecto de ida y vuelta en autobús, o, mi preferido, sobre una pareja que hace planes para ir a pasar un día al zoológico para ver unos determinados animales (que no recuerdo). Van y vuelven, y no sucede nada más.

Murakami, que durante un periodo de su vida regentó un club de jazz, confiesa que escribe tratando de emular el ritmo del jazz, (www.abc.es/abcd/noticia.asp?id=8907&sec=31&num=834 ) lo que me lleva a pensar los que nos perdemos, inevitablemente, con la traducción, como la peli de la Coppola. Imposible reproducir la musicalidad pura de los fonemas japoneses.

Su pasión por la música se hace patente a lo largo de toda su obra, de hecho, mi fragmento favorito, que si pudiera lo congelaría hasta volverlo tangible, le pondría un marco sobrio, y lo colgaría sobre mi mesa de trabajo, es la escena de los primeros capítulos de “Crónicas del pájaro que da cuerda al mundo”, en el que el protagonista, que ha dimitido de su puesto, y sufre un proceso en el que paulatinamente va desligándose del mundo externo, se prepara meticulosamente un sencillo plato de pasta mientras escucha ópera.
Y se trata ésta de una escena cristalina, pura, perfecta, en la que un sujeto en paro, cuya mujer le ha abandonado, alcanza un estadio de felicidad nuclear, ajena a cualquier condicionante externo.

El Murakami que hierve espaguettis, es la esencia de Murakami.

Eva MMJ
eva@librosyliteratura.es

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