Reseña del libro “Solo”, de Andrés Barrero
Descubrí al Andrés Barrero escritor con Lento, una novela deliciosa, como las recetas que se describían en ella. Pero el verdadero gustazo ha sido reencontrarme con él en Solo, la obra que reseño hoy. Pese a que son dos tramas diferentes por completo, he hallado similitudes: los lazos padre e hijo, la sabiduría del que ya está de vuelta de todo, las tragedias sociales que pasan inadvertidas ante nuestros ojos… Estos temas no son otra cosa que las señas de identidad de Andrés Barrero y han sido las que han logrado que con la lectura de Solo sintiese que regresaba a un refugio que añoraba, aunque no me hubiera percatado. Y no de todos los escritores se puede decir eso.
En Solo, editado por Bohodón Ediciones, leemos el diario de un hombre que siempre ha soñado con navegar en solitario cuando se jubilara, pero un despido y la aparición de un tumor precipitan el inicio del viaje, que, por desgracia, está destinado a ser solo de ida. También toma esta decisión para ahorrarle a su hijo el sufrimiento de presenciar su decadencia, y se despide de él por carta en vez de cara a cara.
Con víveres, vino y una buena biblioteca, emprende el viaje. Al fin y al cabo, aunque sea el último, o precisamente por eso, hay que disfrutarlo todo lo que se pueda. Su única compañía son Oblómov (así ha bautizado al tumor de su cabeza, en alusión al héroe idealista a la par que indolente creado por Iván A. Goncharov) y Delaney, el delfín al que le encanta que le lea en voz alta.
Como se puede intuir por lo ya expuesto, las referencias literarias son constantes, sobre todo a los clásicos rusos, como es lógico, conociendo los gustos de Andrés Barrero, pero diría que tiene más peso la poesía, pues, según afirma el protagonista de Solo, es la única capaz de expresar las grandes verdades de la vida.
Es inevitable que un viaje en solitario vaya unido a un viaje interior, y el protagonista se reencuentra consigo mismo, aunque eso no le guste demasiado. Y los lectores nos dejamos llevar por sus reflexiones, en especial, las que dedica a sus fracasos existenciales, en los que es sencillo que nos veamos reflejados. ¿Estuvo a la altura con su mujer, con su hijo?
La sensibilidad, sabiduría y humor de Andrés Barrero hacen el resto para que disfrutemos de la travesía, que, pese a la tragedia que la envuelve, se nos antoja hermosa por la delicadeza de sus palabras.
Si he de sacarle una pega a Solo, es que sean nada más que ochenta y seis páginas. No me quedará más remedio que volver a esta novela de tanto en tanto para meditar sobre las lecciones vitales que nos da casi a cada línea. Esa es la grandeza de los libros introspectivos, donde lo importante no es lo que pasa en la trama, sino lo que nos pasa a los lectores cuando los leemos. Quizá por eso este libro ha sido como un refugio añorado. Espero que Andrés Barrero no tarde mucho en darnos otro motivo para regresar a él.
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