49 charcos de tinta, de David Esteban Andreu

49 charcos de tintaHay libros que hacen especial ilusión reseñar y este es uno de ellos. En Libros y Literatura tenemos una academia donde impartimos varios cursos: Corrección ortotipográfica, Curso de Edición, Corrección de estilo o Poesía. La menda es la encargada del curso de Poesía. No es que enseñe yo a ser poeta a nadie, porque como bien se llama el curso “se nace poeta”, pero sí que se proporcionan en él las bases y conocimientos necesarios para poder poner en práctica nuestra escritura.

David Esteban Andreu fue uno de los alumnos de este curso. La palabra alumno a mí se me viene grande, qué queréis que os diga. Máxime en poesía, pues creo que es poco lo que pueda enseñarse más allá de la teoría. Poeta se nace. Y para aprender a escribir lo mejor es haber leído mucho. David Esteban Andreu ya traía los deberes hechos de casa y eso es algo que se nota mucho. Se notaba que él ya había leído bastante poesía y que conocía y admiraba a los grandes poetas. También se notaba que los poemas que creaba  para los ejercicios prácticos del curso no eran los primeros que escribía. Más allá de alguna que otra indicación que yo haya podido darle, el poeta ya sabía lo que se hacía. No es de extrañar pues que haya decidido publicar 49 charcos de tinta, su primer poemario, con Donbuk.

Lo que vamos a encontrar en este primer poemario es, ante todo, sinceridad. David Esteban Andreu se muestra tal y como es, deja brotar sus palabras de manera natural hasta empaparnos con estos charcos de tinta. Cuarenta y nueve formas de calarnos, de hacernos sentirnos cómplices de su lluvia de sentimientos y palabras. Lo mejor que podemos hacer es dejarnos llevar, mojarnos los pies y el alma.

El amor es uno de sus temas más recurrentes. Nada de amores cursis, nada de amores imposibles. Como os decía, David es mucho más natural, más realista y sencillo:

“Mi amor por tus imperfecciones

sigue rebelándose contra los embates del tiempo,

obstinado como un viejo perro abandonado:

las estrías de tus caderas

aún no se han vuelto grietas torpes,

cunas de asco y hastío.

 

Siguen siendo aquellas simpáticas marcas de las olas

sobre esa playa que aún me reservas.”

 

También la palabra le duele, como a todo buen poeta:

 

“Pregúntale dónde fueron las palabras,

dónde los amores y dónde los rencores.

y si el viento conoce la respuesta

a estas preguntas: quédate a su lado,

que sabe más de lo que yo conozco.”

 

Sincera y objetivamente, ojalá la mitad de los poemarios que se publican hoy en día tuvieran la calidad literaria que tiene 49 charcos de tinta. No lo digo como profesora ni reseñista de LyL, lo digo como lectora. Una lectora que se ha enamorado de algunos de estos versos, que ha disfrutado leyendo este poemario y sobre todo, ha sentido. A la poesía le pido poco más que sentimientos y David Esteban Andreu sabe bien cómo despertarlos.

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