Afrofuturo(s), de Suleiman Agbonkhianmen Buhari, Ivor W. Hartmann, Sheree Renée Thomas, Zak Waweru e Ytasha L. Womack

AfrofuturosLa literatura africana actual en sí misma es una invitación a un mundo nuevo, al menos la poca que yo he leído (Los pescadores, de Chigozie Obioma, Ciudad abierta, de Teju Cole o De Abiyán a Túnez, de Mariama Ndoye serían buenas muestras), de modo que lo primero que me llamó la atención cuando supe de la existencia de una recopilación de relatos africanos que se podrían encuadrar en lo que conocemos como literatura fantástica, que de por sí ya es un billete a otra realidad, fue esa doble circunstancia viajera y me preguntaba si no sería demasiada fantasía en un único trayecto. Bueno, en cinco. Pero para mi sorpresa debo decir que no sé si una condición anula a la otra, la africana a la fantástica o viceversa, pero lo cierto es que estos cinco relatos son perfectamente homologables a los de cualquier antología occidental. Con cierto regusto de lo que uno espera encontrar en autores jóvenes africanos, como por ejemplo imaginar un mundo y una tecnología compleja de nanosensores que mantienen conectados dos cuerpos y que el objeto del despliegue científico sea el baile, la conexión entre coreógrafa y bailarina, pero con un estilo sencillo, claro y transparente. Si esperan vivir una experiencia asimilable a la de un anciano de la tribu transmitiendo una sabiduría ancestral mediante cuentos narrados alrededor de una hoguera, despídanse. No es eso. Afrofuturo(s) es un colección de buenos relatos fantásticos, lo cual es motivo de regocijo más que suficiente.

Los autores son Suleiman Agbonkhianmen Buhari, Ivor W. Hartmann, Sheree Renée Thomas, Zak Waweru e Ytasha L. Womack, y sus relatos, Descubriendo el viaje en el tiempo, La última transmisión, El dragón no puede bailar, Continuum y Para chicas digitales que beben tónica en el bar cuando Purple rain no basta. Me permito llamarles la atención sobre el último de los títulos. Magnífico. Se trata de una versión muy reducida de la antología original publicada por el colectivo Jalada que incluye, al igual que la obra que nos ocupa, tanto a escritores africanos como a afrodescendientes. Dicho así no es más que una nota informativa pero en el prólogo se intuye el apasionante debate que debe haber supuesto la adopción de esa u otra línea editorial en la selección de los relatos. Para finalizar esta breve sección de créditos, no podría olvidar a la traductora, Aeljandra Guarinos Viñals, cuyo magnífico trabajo es fundamental en el gran resultado final de esta obra.

Si hubiera que encontrar un hilo conductor sería la visión distópica presente en todos los relatos. Ninguno de ellos presenta una vida futura más feliz que la presente, alguno ni siquiera le da mucha oportunidad a la vida humana. Pero no son relatos oscuros. Si al principio de esta reseña buscaba ese rasgo africano con el que distinguir Afrofuturo(s) de cualquier otra obra homóloga occidental tal vez sea ese, que por desazonadores que sean los escenarios y las temáticas, no son relatos desesperanzados, hay cierta luz, cierta belleza reconfortante en la forma de mirar hace especiales estos cuentos.

Para ponerles en situación de las temáticas se me ocurre plantearles una referencia cinematográfica, bueno, televisiva en realidad. A mí me ha recordado a una serie llamada Black mirror, esa mirada consciente de las posibilidades de la tecnología y al tiempo alerta ante sus peligros. Les ilustro esta argumentación con una idea sacada de Afrofuturo(s): uno de los personajes tiene una start-up que tiene por objetivo un archivo digital de memorias cuya finalidad es que no se pierdan ideas, recuerdos o proyectos con la muerte. Almacenar toda la memoria de todos los humanos. Lo sorprendente es que de semejante idea haya nacido un cuento (uno en el que ni siquiera es el argumento principal) y no una novela o un tratado filosófico.

Ahora que lo pienso, esta última idea que acabo de transmitirles también es un nexo de unión entre los cinco cuentos afrofuturistas: la expresión breve e intensa de planteamientos de gran fuerza y, probablemente, largo recorrido. Podrán ustedes pensar que una antología de sólo cinco cuentos, ninguno de los cuales es especialmente largo, es excesivamente breve, pero añadan a la experiencia la suya propia como lector, el abanico de posibilidades que abre la lectura de estos relatos y verán que es una obra ambiciosa y grande que no sólo pone un continente ante sus ojos, sino un mundo (futuro), o cinco, o tal vez muchos más, a sus pies.

Andrés Barrero
@abarreror
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