Diarios del Sáhara, de Sanmao

Diarios del SáharaSi cuando uno revisa las emociones sentidas tras leer un libro cualquiera puede resultar difícil separar lo leído de lo sentido, en este caso la dificultad de hacerlo es tal que conviene rendirse y asumir que el libro es su protagonista y su protagonista es su autora. Así, cuando un piensa que en Diarios del Sáhara ha leído a Sanmao y lo ha hecho como si la hubiera conocido, qué se yo, sentado junto a una hoguera en el desierto, puede sentirse lo suficientemente reconfortado como para afrontar la tarea de reseñarlo como quien habla de una amiga. El magnetismo de Sanmao es tal que no hay otra opción, pero si la hubiera, si pudieran leerse los Diarios del Sáhara fríamente, analizándolos como el testimonio histórico que sin duda también es, sería tan triste, supondría una traición tan manifiesta al sentimiento con el que el libro fue escrito y a la vez se perdería uno tanta cosas que es mejor ni pensar en ello.
Pónganse por un momento en situación. Imaginen a una joven taiwanesa en la España de los setenta, una mujer de buena familia, de cierto nivel cultural y poseída por un espíritu de aventura tan irrefrenable que traducido en kilómetros resulta asombroso para su época. Y si esa imagen de una joven urbanita sola que probablemente fuera la primera persona de rasgos orientales que viera en su vida una amplia mayoría de las personas con las que se cruzara por la calle en Madrid no les parece lo suficientemente evocadora, trasládenla al Sáhara en sus últimos momentos como colonia española y entenderán cómo debe sentirse un marciano en Bollullos, por poner un ejemplo. El paso siguiente para entrar en situación es sencillo, lean y quieran al marciano.
El escenario es terriblemente atractivo para cualquier lector español actual mínimamente interesado en el Sáhara, que somos legión, pero no esperen encontrarse un retrato bucólico lleno de estampas románticas de los buenos y nobles beduinos del desierto. El retrato del ambiente y de las gentes que se encontró Sanmao es el único aceptable para alguien con una relación con la literatura tan sincera como ella, descarnado pero hermoso. Y la belleza no nace en el paisaje, que podría, sino de la mirada limpia de la autora. Fíjense que sencillo y piensen en lo infrecuente que es: simplemente cuenta lo que ve.
Dicen de Sanmao que fue un alma errante y puede que lo fuera, pero antes y después del Sáhara. Mientras estuvo allí su alma soñadora estuvo en su casa, y no creo que después de leer los Diarios del Sáhara tengan dudas al respecto. Quien ama un lugar siendo consciente de sus defectos, que existían y eran múltiples, es porque es su lugar. Ella no estuvo sola en el Sáhara, estuvo con su marido, otro personaje entrañable que Sanmao hace grande no idealizándolo, sino describiéndolo con total sinceridad, incluso riéndose de él en ocasiones. Esos pasajes en los que se burla de su marido (al que quería profundamente) son, si lo piensan bien, muy españoles, su sentido del humor cuando se divierte ante el desconocimiento de José de las tradiciones, especialmente las gastronómicas, de su país natal es muy nuestro, aunque no sea especialmente edificante.
Hay pasajes duros, la vida era difícil y a las adversidades propias del medio y la situación política se suman las que provocan las diferencias culturales con sus vecinos, porque no vivían en la zona de los españoles, sino en la de los saharauis. Los hay, especialmente el último, que no se pueden leer sin una gran tristeza. En otros sin embargo es imposible refrenar la sonrisa o incluso la risa, una sonrisa tan abierta como los ojos. Ella no escribía por perseguir la posteridad, la fama ni el dinero, lo hacía por necesidad. Simplemente no podría no haber escrito impostadamente como no podría no haber vivido el desierto y contentarse con una urbanización de relativo lujo equiparable a la de la colonia. No sé si me creerá pero lo digo con total sinceridad: empiece el libro por curiosidad, compromiso, coincidencia o cualquier motivo que le lleve a él, pasadas pocas páginas el espíritu de Sanmao logrará que continúe leyendo por necesidad. Al final puede que tenga que frotarse los ojos para enjugarse las lágrimas y los granos de arena, en todo caso tendrá una amiga más. Sólo le pido una cosa, dele recuerdos de mi parte. Se lo agradeceré.

Andrés Barrero
contacto@andresbarrero.es
@abarreror

2 comentarios en «Diarios del Sáhara, de Sanmao»

  1. Hola, es cierto que Sanmao era un alma errante, aventurera, digo esto porque la misma taiwanesa vivia a lado de la casa de mi hermana, en un barrio nativo de saharawis, en una calle llamada catalunia, aun recuerdo su sonrisa, era amiga de mi hermana, las veces que la vi siempre tenia una sonrisa, para nosotros era una mujer de otro lugar muy lejano, en fin si ella se fue de Aaiun, su alma sigue con nosotros.

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    • Muchísimas gracias por tu comentario, que mis palabras hayan podido llegar a alguien que la conoció es muy gratificante, sin duda debió ser una persona muy especial. Te agradezco enormemente que hayas compartido tu recuerdo con nosotros.
      Un abrazo,

      Andrés

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