Un hombre llamado Ove

Un hombre llamado Ove, de Fredrik Backman

un hombre llamado ove¿Qué se esconde tras una mirada? ¿Y tras una vida? ¿Conocemos realmente a las personas que nos rodean, a aquellas que juzgamos ya desde la primera impresión? Contemplamos, durante mucho tiempo, a la gente que pasa por nuestra vida pero aun así, me temo, no les conocemos en su totalidad. Un gesto, una palabra, unos ojos tristes, pueden guardar en su interior tantos significados como personas hay en el mundo. El detalle, lo íntimo, es donde se encuentra el verdadero propósito, donde se esconde uno cuando tiene miedo, o cuando, simplemente, se encuentra solo. Todos acabamos influyéndonos los unos a los otros, sólo hay que saber apreciarlo. Esa es la labor, eso es conocer a las personas, eso, entre otras cosas es Un hombre llamado Ove. Cuando cerramos los ojos y pensamos en toda la gente que conocemos, que se cruzan en nuestro camino, es muy difícil que nos paremos a pensar en todo aquello que nos han aportado. Es como si se necesitara su falta para poder comprenderlo. Pero ellos nos tocan, de alguna forma, y convierten la vida en lo que debe ser: un entramado de relaciones, satisfactorias e insatifactorias, en el que perdernos, en el que sentir, en el que, definitivamente, vivir. Porque no hay mayor verdad que el dicho “más vale tarde que nunca” y abrir los ojos, descubrir lo que tenemos enfrente, lo que de verdad es importante, es lo que a la larga nos hace humanos, de otra especie, una en la que una palabra puede significar un mundo, y el mejor de los regalos pueda ser, simplemente, reconocernos en la mirada del otro y saber que, con su falta, habrá un espacio que se quede vacío para siempre.

Ove es un vecino con el que no te gustaría relacionarte. Es gruñón, se queja por todo, y cree firmemente en la disciplina. Pero algo en la vida de Ove está a punto de cambiar y permitirá a todos los que le rodean darse cuenta que sin él, la vida no sería lo mismo.

La vida, cuando se escucha a voces, sólo es más ruidosa, no más interesante. Un hombre llamado Ove me interesó por un motivo personal que contaré aquí: conozco a una persona que es exactamente igual al protagonista. Por eso, cuando me recomendaron su lectura, cuando leí su resumen, vino a mi cabeza la imagen de esa persona mayor que, en su fondo y en su forma, tiene las mismas características que el buen Ove. ¿Por qué queremos a personas que parecen quejarse de la vida en general? Es una pregunta que me hago muchas veces, casi a diario, cuando visito a la persona que os he dicho. Pero le quiero, sin saber por qué, simplemente con esa pasión ya calmada de aquellas relaciones que se establecen y se mantienen en el tiempo. Quizás por eso, mientras leía el libro de Fredrik Backman iba dándome cuenta de que los avatares de la vida pueden llevarte por caminos que no te habías esperado nunca. La esperanza, dicen, es lo último que se pierde, pero yo añadiría que muchas veces esa esperanza sólo está ligada a lo que nosotros queremos, olvidándonos del resto. Es esta historia, por lo tanto, un canto amable y sincero a las relaciones, a las de cualquier tipo, no hay que ser cerrados de mente, porque si de algo se nutre esta historia es de ese placer que da conocer a su protagonista, el gran Ove, un tipo al que odiaremos al principio, pero al que después entenderemos, e incluso querremos, porque todos guardamos una historia dentro que nos hace ser como somos. Seres irrepetibles, en cualquier caso, aunque a algunos nos cueste más darnos a conocer.

Fredrik Backman construye una historia que llega, y que lo hace de a pocos, como si tomáramos sorbo a sorbo nuestra bebida favorita para que llene nuestro cuerpo con sus pequeños matices. Descubriremos una vida, que en realidad es la de muchos, la de esa gente que rodea a nuestro hombre, a Ove, a ese nombre con tres letras al que comprenderemos, al que reconoceremos, al que querremos, porque por encima de todo en Un hombre llamado Ove encontramos esa necesidad de congraciarnos con el mundo, de ver lo positivo en lo que nos rodea, en la gente que está a nuestro lado. Porque aunque no nos hayamos parado a pensarlo nunca, la vida son sólo dos segundos, y no hay necesidad de que nos transcurra cabreados. Será entonces, y no hasta ese momento, cuando descubramos que Ove, en realidad, somos todos nosotros, batallando contra el mundo que no nos entiende o que, si lo hace, parece empeñado en no hacérnoslo ver.

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