La perla

La perla, de John Steinbeck

La perla

John Steinbeck fue de aquellos escritores que a la hora de escribir se dejan llevar por lo que son, por lo que sienten, por aquello que les preocupa. No me malinterpreten, supongo que todos los escritores son así en mayor o menor medida, pero digamos que él lo fue más. No hace falta acudir a su biografía para intuir cuáles eran sus debilidades e inquietudes, qué le interesaba o qué podía quitarle el sueño: basta con leer algo de su obra. Porque digamos que Steinbeck, premio Pulitzer en 1940 y Nobel de Literatura en 1962, no es sólo el autor de sus escritos, sino que es también parte de ellos. Leerle es pues empezar a conocerle, y yo he tenido el placer de hacerlo debutando con La perla, una de sus obras menores pero no por ello menos apreciable.

En ella se nos cuenta la historia de Kino y su mujer Juana, ambos indígenas habitantes de un pequeño pueblo costero donde lo más que se puede encontrar son chozas y viejas barcas pesqueras. Sin embargo la gente de allí vive en calma, son felices en su miseria. El problema se presenta cuando un escorpión pica al pequeño Coyotito, hijo de los protagonistas, y éstos se ven obligados a recurrir al único médico de la ciudad, que sin ningún escrúpulo reniega a atenderles sin compensación económica. Desesperados, Kino y Juana recurren al mar en busca de una perla que permita salvar la vida del niño. Para sorpresa de todos, la suerte les sonríe ofreciéndoles la mejor y mayor perla que hayan visto jamás.

Aunque al final el pequeño sana sin necesidad de la atención del doctor, la perla supone en la pareja un cambio drástico y sin posibilidad de retroceso. Como el autor insiste en varias ocasiones, ésta rompe con todo lo anterior marcando un antes y un después. Y es que con la perla en la mano, Kino ansía en seguida lo que jamás se había siquiera atrevido a soñar. Ve en ella una libertad que antes desconocía, la posibilidad de una vida mejor, más material, una vida donde su hijo podrá aprender a leer y escribir y ser así alguien diferente, distinguido, alguien al que no podrán rechazar ni engañar porque estará en el bando del saber y el conocimiento.

Pero no sólo la pareja sufre el cambio que trae consigo la perla; también el alma del pueblo se verá pronto afectada. Primero son los miedos a que el humilde y tan querido Kino cambie y pase a ser alguien como el médico, que el dinero lo transforme en alguien déspota e inmisericorde. Vemos en este punto cómo cada habitante se cree a sí mismo invulnerable a ese mal, y al mismo tiempo vemos también cómo la imaginación de todos ellos despliega las alas y empiezan a soñar con las posibilidades de la perla, después a desear esos sueños y finalmente a envidiar a quienes la joya. Cubierto así por un manto de oscuridad, el pueblo se unirá y confabulará en contra de Kino y su familia, que serán vistos de repente como los únicos intermediarios entre ellos y la felicidad absoluta repleta de bienes y libertades.

Como se podrán imaginar, el descubrimiento de esa gran perla que debería haberles dado motivos de dicha y alegría desatará una silenciosa pero enérgica lucha entre la pareja protagonista y todos los demás, incluidos los compradores de perlas que quieren darles mucho menos de lo que ésta vale. A partir de ese momento, Kino y Juana, que en un principio sólo querían curar a Coyotito, se verán obligados a huir del pueblo para salvar la vida y de paso encontrar a alguien que quiera comprarles la joya a un precio justo y sin malas intenciones.

Y aquí me planto, no sea que les desvele más de la cuenta. Pero sí les aseguro que, en lo siguiente, la lectura ya de por sí adictiva se convierte en un acto frenético. Leemos y leemos hasta la última página para seguir de cerca y con el corazón en puño los pasos de los protagonistas. Situaciones límite que nos mantienen en tensión hasta que, al final, todo termina en lo que ya deberíamos haber supuesto desde el principio y que, aún así, no deja de sorprendernos.

Lo que también puedo decirles, y siguiendo con lo que apuntaba al principio de la reseña, es que gracias a esta pequeña novela he podido conocer un poco al autor y descubrir que estaba estrechamente ligado a la tierra y a sus gentes. También que sentía especial interés y preocupación por los eslabones más pobres de la sociedad, un colectivo siempre confrontado a las adversidades de la naturaleza y, sobre todo, a las clases más pudientes.

En La perla se aprecia una clara crítica hacia la discriminación y hacia el poder insano que otorga el materialismo. Tomando como ejemplo tanto a ricos como a pobres, el Premio Nobel nos muestra cómo la codicia y el inconformismo dañan el alma humana y hasta qué punto son capaces de transformarla, de cambiar al hombre. Del mismo modo, en la obra destaca la defensa que Steinbeck hace de la familia. De una manera implícita, nos recuerda que lo más importante en esta vida es la gente que queremos y que deberíamos ser capaces de renunciar a cualquier cosa que pudiera poner en peligro su bienestar (y el nuestro), además de estar siempre dispuestos a escucharlos y razonar con ellos.

En fin, de verdad, háganme caso y denle una oportunidad.

“Y la belleza de la perla, titilando y brillando, trémula, a la luz de la vela, le sedujo. Era tan hermosa, tan suave, y tenía su propia música… su música de invitación y encanto, su garantía de futuro, de comodidad, de seguridad. Su cálida claridad prometía un remedio para la enfermedad y un muro ante la injuria. Cerraba una puerta al hambre. Y, contemplándola, los ojos de Kino se hicieron más dulces y su rostro se relajó.”

Judit Rodríguez ( judit@librosyliteratura.es )

 

9 comentarios en «La perla»

  1. Margarita, Susana,

    Estoy más que segura que este libro os gustaría. Y además se lee tan rápido que en caso contrario no habríais perdido demasiado tiempo. En serio, merece la pena.

    Y Susana, ¿no lo confundirías con La Joven de la Perla?

    ¡Un saludo a las dos y gracias por comentar!

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  2. Es bueno, pero creo que tiene algunas imprecisiones. Habla de una pareja de indigenas que no corresponde a la poblacion de la ciudad de La Paz, Baja California Sur. Los retrata el autor vistiendo como gente del sur de Mexico. Con trajes de manta y que toman pulque. En Baja California Sur no crecen los magueyes, por lo tanto no se pruduce pulque. Del 1 al 10 le pongo un 7 de calificacion.

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