La perra de mi vida

La perra de mi vida, de Claude Duneton

la-perra-de-mi-vidaSuele ocurrirme que me acerco a cada nuevo libro con entusiasmo, no puedo evitarlo, y rara es la ocasión en que lo hago con algún tipo de prevención. Este ha sido el caso, la excepción que confirma la regla. Afortunadamente la suspicacia se disipa en el prólogo y se dinamita ya en la primera página. Me explicaré. Yo me considero un amante de los animales y por razones que no vienen al caso he conocido de cerca dos de los riegos de los textos sobre animales: uno es el antropocentrismo ñoño y sensiblero y el otro el proselitismo panfletario. Ambos extremos capaces de arruinar cualquier historia por buena que sea. Nada más lejos de la realidad, La perra de mi vida es un texto magnífico en el que la cursilería y la propaganda ocupan exactamente el mismo espacio que podrían llenar en el manual de instrucciones de un sobre con semillas de cactus.

La perra de mi vida es un relato emocionado, pero serio y austero, de la niñez de Claude Duneton, infancia en la que “la insoportable Rita”, su perra, juega un importante papel de disimulado alter ego. Escrito con un lenguaje descarnado, con sinceridad de hombre de campo, pero con un humor y un sentido de la ironía nada desdeñables, este libro es un homenaje al recuerdo de sus padres, pero no una elegía sensiblera sino una celebración de las personas que fueron tanto ellos como el mismo autor de niño y, cómo no, la propia perra. Con sus virtudes y sus defectos. A menudo unos un otros se expresan en términos brutales, sea estéticamente o de concepto, pero sinceros y bajo todo ello sobrevuela una cierta dignidad, la de unos personajes, la perra a la cabeza, que tratan de mantenerse fieles a sí mismos pese a que no viven exactamente la vida que desean.

La perra de mi vida es un texto breve, siendo tan directo como es no tendría demasiado sentido que Claude Duneton se hubiese extendido más. Tratándose como se trata de un texto autobiográfico de una sinceridad tan cruda como contundente, todo lo que no está en el texto sería un artificio. La sensación que me transmite es la de un autor que mira hacia atrás y se desnuda ante los lectores, pero que se desnuda sin ostentación, como un anciano que ni presume ni se avergüenza de su desnudez, sino que la asume como lo que es y que en caso de sentir algo si se ve fugazmente en un espejo es una cierta ternura por lo que fue cuando había en ella algo de salvaje, pero sin presumir de ello y aun diría que sin considerarlo mejor.

Unas últimas palabras sobre el prólogo de Antonio Soler. El texto, para no desmerecer al libro, es un testimonio de amistad sincera que resulta francamente emocionante de leer. Tal vez porque acostumbrados como estamos a los panegíricos con cierta tendencia al ditirambo, encontrarse con un texto como este, capaz de interesar y emocionar desde la sobriedad, resulta especialmente reconfortante.

Andrés Barrero
@abarreror
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