Pequeño Vampir, de Joann Sfar

Pequeño VampirJoann Sfar es uno de los autores que más me fascinan. Uno de los pioneros de la “nueva ola francesa”, no sólo cautiva por su prolija obra, sino por la imaginación que derrochan sus trabajos y su estilo. Servidor lo conoció a través de La mazmorra y a partir de ahí, a su inmensa obra, que incluye tebeos como El gato del rabino, Profesor Bell o dos series que corren en paralelo, Vampir y Pequeño Vampir. La que nos ocupa aquí es la versión infantil de la anterior, y estamos de suerte porque tras una edición algo caótica en nuestro país, el editor Fulgencio Pimentel se ha decidido ha recoger ambas en formato integral.

Vampir y Pequeño Vampir son series gemelas, a pesar de que la primera ha sido más lóngeva que la segunda. Si en Vampir seguimos las (más bien) desventuras de su protagonista, sobre todo en lo que respecta a sus fracasos amorosos, y de ahí pasamos a reflexiones que van hacia lo existencial, Pequeño Vampir, serie en la que Sfar estuvo activo entre 1999 y 2005, es otra cosa: habla sobre la amistad y las aventuras del pequeño chupasangres (el mismo personaje, pero mucho después: se nos dice que los vampiros, con el tiempo, se hacen pequeños) intentando encajar. El estilo del autor, muchas veces tan irregular y cambiante, se encuentra aquí en su salsa: monstruitos, mansiones abandonadas, escenas nocturnas… Un despliegue de la imaginería que ha caracterizado siempre la obra de Sfar. Una galería de secundarios de lujo y una trama que no trata de estúpido al lector infantil completan la obra. Con todo, la saga Pequeño Vampir la puede disfrutar igual tanto el lector adulto, como el más pequeño. Aunque quizá será este último el que disfrute más de su conjunción de aparecidos, bichos raros, travesuras y diversas situaciones escatológicas que pueblan sus historias.

Repasando el contenido de este tomo, nos encontramos con los siete tomos que componen la saga. Pequeño Vampir va a la escuela es la primera entrega de estos álbums. En él, Vampir se aburre en la mansión de los monstruos donde vive, así que consigue que le dejen ir al colegio, lo que le llevará a conocer a un nuevo amigo, a Miguel, el niño que ocupa su pupitre de día. En Pequeño Vampir hace kung fu, el abusón de turno que molesta a su amigo humano llevará a Vampir a aprender artes marciales, con hilarantes consecuencias, mientras que en Pequeño Vampir y la sociedad protectora de animales, Miguel y Vampir deberán enfrentarse a un odioso grupo de hombres que captura a perros callejeros. Pequeño Vampir y la casa que parecía normal es el álbum más raro de la serie, y podemos entender por qué permanecía inédito en español (tanto Alfaguara como Océano se lo saltaron en su edición). En él, Vampir entra en una casa donde conoce a un extraño ser que le guía por sus recovecos, y acaba en una dimensión paralela donde hay un conflicto armado… Se trata de la entrega más lóbrega y que quizá admita una mayor interpretación adulta tras toda la pátina de fantasía surreal que la recubre. En Pequeño vampir y la sopa de caca, las travesuras de Miguel y el monstruo Margarita en la bañera ocasionan que los muertos se levanten de las tumbas y lo pongan patas arriba. En Pequeño Vampir y el sueño de Tokio, nuestro vampirito viaja en sueños por las tierras del Sol Naciente, lo que le permite también a Sfar cambiar el formato de la página, homenajear a autores queridos como Miyazaki y señalar las particularidades de una cultura milenaria y a veces contradictoria como es la japonesa. Se trata de un álbum que bebe del surrealismo que habitualmente nuestro autor, y que se ve reforzado por el carácter onírico de esta aventura.

Joann Sfar es un autor que podríamos calificar de hiperactivo, con grandes ideas a las que se entrega… hasta que finalmente se aburre de ellas (¿qué fue de La mazmorra, o Los viejos tiempos, o El minúsculo mosquetero?). Con Pequeño vampir tenemos suerte: es una serie completa y cerrrada, y un muy buen ejemplo del trabajo de este autor, tanto a nivel estilístico, donde logra sus mejores páginas, como a nivel argumental. Un cómic del que pueden disfrutar todo tipo de lectores.

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