Almudena, de Luis García Montero

AlmudenaPuede que no os guste la poesía (no lo entiendo y si por mí fuera os mandaba a todos al rincón de pensar), pero seguro que alguna vez habéis oído hablar o habéis leído algo sobre Luis García Montero. Es historia viva de nuestra literatura. Montero aparece en los libros de texto de Lengua Castellana y Literatura, en esos temas finales que hablan de la literatura actual, en ese apartado (siempre mínimo) que habla de poesía, de la poesía de la experiencia. Ser estudiado por nuestros infantes, chavales, eso sí que mola. Pero ahí no queda todo. Luis García Montero ha ganado algunos de los más señalados premios literarios: Adonáis, Loewe, Premio Nacional de Literatura y Premio Nacional de la Crítica. Es, además, catedrático de literatura española en la Universidad de Granada, escritor de varios ensayos y novelas y colaborador habitual de la prensa y la radio. Queda clarito de quién os estoy hablando, ¿no? Lo malo de ser tan conocido es que siempre vas a tener detractores. O quizá sea lo bueno, quién sabe. Que hablen de ti, aunque sea mal, ya sabéis. En fin, yo no tengo el gusto de conocer a Luis García Montero, así que me limito a opinar sobre su poesía, que para mí es, sencillamente, maravillosa. Ahora veréis por qué.

¿Conocéis a Almudena? Almudena no es ni más ni menos que la escritora Almudena Grandes. Dios los cría y ellos se juntan. Guiño, guiño. Que un poemario lleve su nombre es ya toda una declaración de intenciones y es que, efectivamente, los versos que recogen este libro son todos aquellos versos de amor que Montero ha ido escribiendo a Almudena a la largo de su idilio. A mí me parece precioso. Quién fuera musa y tuviera en su honor un poemario, ¿veradad? A propósito de musas, dejadme que os cuente algo. Bueno, en realidad lo cuenta la propia Almudena y aparece al inicio de este poemario. Es un texto que yo ya había leído en el que explica que tanto su abuelo, como su padre, habían sido poetas. Poetas de interior, no conocidos, pero poetas al fin y al cabo. Ella no escribe poemas por eso, porque había aprendido a amar la poesía y “solo los brazos del poeta podía salvarla del temblor que los brazos del poeta producía”.  Y encontró a su poeta, Almudena encontró a Luis y los dos, sin ella saberlo, han hecho poesía.

Ya en la contraportada del libro aparece uno de sus poemas más conocidos llamado Dedicatoria. Copio:

“Si alguna vez la vida te maltrata

acuérdate de mí,

que no puede cansarse de esperar

aquel que no se cansa de mirarte”.

Bonito, ¿eh? Pues agarraos que vienen curvas. Es cierto que el amor es el tópico lírico por excelencia. Pero no todo está dicho, afortunadamente. Cada poeta es diferente y cada amor distinto. Así que mientras haya amor, habrá poesía. Chúpate esa, Bécquer. A mí me gusta mucho la denominada poesía de la experiencia, porque es con la que más me identifico como escritora y como lectora. Almudena, la musa, y Luis llevan juntos desde 1994. Veintidós años de amor dan para mucho y es conmovedor poder conocer parte de esta historia a través de sus poemas. Montero sabe mucho de amor:

“Por eso sé de amor,

por eso no medito el cuerpo que te doy,

por eso cuido tanto las cosas que te digo”.

Y vaya si las cuida. Sabe cómo cuidar las palabras con dulzura y compone versos llenos de magia:

“Si el amor, como todo, es cuestión de palabras

acercarme a tu cuerpo fue crear un idioma.”

Montero asegura, en uno de sus poemas, que él la estaba esperando, que la está esperando:

“ (…) Y seguiré esperando.

Como los amarillos del otoño,

todavía palabra de amor ante el silencio,

cuando la piel se apague,

cuando el amor se abrace con la muerte

y se pongan más serias nuestras fotografías

sobre el acantilado del recuerdo,

después que mi memoria se convierta en arena,

por detrás de la última mentira,

yo seguiré esperando”.

Como declaración de amor es preciosa. Como poema, realmente emotivo. Como sentimiento, una pasada. Eso que todos deberíamos sentir alguna vez en la vida. Yo no sé qué sentirá el poeta cuándo pase el tiempo y relea estos poemas que hoy escribe, como él mismo se pregunta en Cabo Sounion. Yo sé que a mí, como espectadora de este amor, una lectora atemporal, me provocan un montón de sentimientos, todos buenos, todos sanos e inefables. Y me basta con eso.

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