Chicas en la luna, de Janet McNally

Chicas en la luna“Todas las familias felices se parecen unas a otras; pero cada familia infeliz tiene un motivo especial para sentirse desgraciada.” El principio de Anna Karenina, de Tolstói, es quizás uno de los más citados de la literatura universal. Y es que hay veces en las que la ficción traspasa las páginas y se parece más a la vida real de lo que imaginamos. Pero este no es el caso, ya que todos sabemos que, en nuestro mundo, cada familia infeliz tiene sus propios problemas, tan personales e íntimos que es imposible cuestionarlos para todos aquellos que no forman parte de ella.

Algo así es lo que ocurre con la familia de Phoebe, la joven protagonista de esta novela. Su vida no es nada fácil desde que sus padres se separaron hace años por motivos que ninguno de los dos quiere revelar y desde que su hermana se mudó a Nueva York para dedicarse por completo a su banda de música. Además, por si esto no fuera poco, no sabe nada de su padre desde hace años y su madre y su hermana ni siquiera se hablan. Sintiéndose perdida y más sola que nunca, ya que su mejor amiga tampoco le habla, decide visitar a su hermana para convencerla de que vuelva a casa y ambas puedan reconstruir sus vidas y las del resto de su familia.

Con una premisa muy parecida a la de Si decido quedarme y una trama familiar muy similar a la de los libros de Jandy Nelson, sabía que este libro me iba a gustar incluso antes de comenzar a leerlo. A pesar de que, en general, el ritmo me ha parecido lento y que en muchos de los capítulos la autora no relataba nada interesante, me quedo con el mensaje que transmite al lector en esta novela: cómo influye la familia en nuestras vidas, cómo el amor tiene el poder de cambiarnos y cambiar nuestra percepción de todo lo que nos rodea y cómo encontrarnos a nosotros mismos cuando nos sentimos más perdidos que nunca. Estos son algunos de los temas en los que ahonda la historia y que me han mantenido pegada a sus páginas.

Pero estos no son las únicas razones que me han hecho continuar con Chicas en la luna, sino que otro de los motivos por los que merece la pena leerla es la excelente pluma de la autora, repleta de ricas descripciones y diálogos ingeniosos y muy reales. Esto me ha absorbido por completo y me ha hecho empatizar con los personajes, que van desarrollándose a medida que avanza la historia y que van adquiriendo profundidad a medida que iba pasando los capítulos.

Y no me olvido de la música, que tiene un papel muy especial para estas “chicas en la luna” (que ya descubriréis quiénes son…), convirtiéndose en algo imprescindible para los personajes, un motor que les anima a continuar con sus vidas, por muy oscuro que parezca todo. ¿Acaso no lo es para todos, además de una forma de expresar cómo nos sentimos? Sin embargo, Phoebe descubre que no solo tiene efectos positivos para los de su alrededor, sino que es también capaz de alejar totalmente a dos personas.

Sin duda, os animo a leer esta fresca novel juvenil, con unas notas de amor y otras tantas de familia, que profundiza en cómo encontrarse a uno mismo cuando todo parece perdido. Y es que no es nada fácil mantenerse a flote cuando tienes diecisiete años y todo se desmorona a tu alrededor, incluso aunque tú no lo hayas provocado. Leer Chicas en la luna es como volver a nuestros primeros viajes de la juventud, en los que nos enamoramos, reímos, soñamos y también sufrimos. Pero, a su vez, veranos que recordaremos para siempre, sin importar los años que pasen.

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