Cosmicómic

Cosmicómic, de Amedeo Balbi y Rosano Piccioni

cosmicomicEl universo fue lo suficientemente desconocido como para que, ciertas personas, se preguntaran qué sucedía en él y cómo eso nos afectaba a nosotros. Esta clase de preguntas son las que aportan a la ciencia el paso decisivo entre algo que permanece estancado y algo que consigue salir a la luz. Siempre, desde bien pequeño, me he sentido atraído por el universo. Estrellas, galaxias, planetas, todo aquello que tenía que ver con ese gran espacio insondable, caía en mis manos y supongo que por eso, hoy, cuando miro al cielo me quedo pensando en lo pequeños que somos, y lo grande que es todo lo demás. Un punto minúsculo entre tanta monstruosidad. Cosmicómic puede parecer precisamente eso: un cómic sobre el cosmos. Y no andaréis desencaminados si lo pensáis así. La diferente fundamental es la parte en la que aprendemos aquellos hombres y mujeres que se pusieron al servicio de la ciencia y que construyeron – porque es así – lo que hoy en día conocemos o, mejor aún, podemos conocer. No me aventuro casi nunca en este tipo de temas porque siempre he presupuesto que los profanos en la materia – más allá de mis lecturas esporádicas sobre el asunto, que son pocas – es mejor que callen cuando no tienen nada interesante que contar, pero sí que hay algo que llama la atención en esta punta del iceberg que es la novela gráfica que traigo hoy que da pie a pensar en todo aquello que se hizo y parece olvidado: detrás de cada descubrimiento, hay un hombre con una historia detrás. Será entonces que, a pesar de ser un libro para adultos sobre el universo, los lectores empatizamos de otra manera y sabemos, en todo momento, que ante lo que estamos es información sobre algo tan enigmático como el universo, pero que también las vidas, el contexto, la situación de los países, tuvo un papel relevante en aquellos momentos en los que, una respuesta u otra, un experimento u otro, podría darnos la respuesta a esa pregunta que nos estábamos haciendo. Porque, al fin y al cabo, lo importante aquí es que la curiosidad no mató al gato sino que, simplemente, lo hizo más listo.

 

Pretender, en esta pequeña reseña que traigo hoy, resumir todo aquello que aparece en esta novela gráfica, sería un auténtico absurdo que no sabría muy bien cómo abarcar. Cosmicómic sirve como manual sobre el universo, y lo sirve con crece para aquellos que amen este tema como yo lo hice en su momento y del que quedan todavía reminiscencias que son más o menos fuertes, dependiendo del tiempo que tenga. Pero además, esta obra creada por Amedeo Balbi y Rossano Piccioni nos lleva por la vida de los ilustres nombres que hoy en día conocemos y sin los que no sería posible describir, aunque parezca exagerado, la realidad más absoluta, esa que podemos tocar con la mano y que al final construye lo que se ha venido a llamar: la existencia. Pero suele pasar, como bien explicado está en el dicho, que cuando el sabio apunta al cielo el tonto sólo mira el dedo y no sería de recibo hablar de esta historia pensando únicamente en la parte teórica, en las explicaciones que aparecen en él sobre los apartados más relevantes del mundo astronómico, sino que además veremos cómo, a través del tiempo, se forjó toda una serie de relaciones entre miembros ilustres de este campo, que derivaron en lo que hoy tenemos en el presente – aunque un poco más avanzados, claro está – y en lo que nos espera en un futuro próximo. Es así como se podría describir esta novela gráfica, pero además por un solo motivo: nos forjamos a través de la mirada del otro, y precisamente esas relaciones que aparecen aquí retratadas, construye la vida de los científicos como el sacrificio por entender algo que, en aquel contexto de guerra y desprotección, lo único en lo que podía convertirse es una tabla de salvación.

Novas, planetas, universo, estrellas variables, todo un mundo desconocido para el gran público y que hoy puedo recomendar sin pararme a pensar si lo estaré haciendo bien o no. Cosmicómic es un pequeño descubrimiento que llega aquí para quedarse y que nos alienta a seguir buscando, a seguir encontrando, a no dejar que la física, la matemática o la gravedad nos amargue la existencia porque, de lo que se trata, de lo que trata al final un libro es a engancharse a su historia, a las imágenes que la acompañan en este caso, y a entender que Amedeo Balbi y Rossano Piccioni son los artífices de una historia que podría convertirse, a la perfección, en el legado de los jóvenes que quieran aprender otro estilo de contar las cosas.

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