El hombre de tiza, de C. J. Tudor

El hombre de tizaFriends siempre ha sido una de mis series favoritas. Creo que la he llegado a ver entera unas cuatro veces. Me acuerdo de una vez que terminé el último capítulo y del tirón comencé a verla otra vez desde el principio. Un vicio. Me llegué a aprender los diálogos y soltaba frases de la serie en cuanto tenía ocasión. El resultado era que la gente me miraba raro… aunque cuando las decía delante de alguien fan de la serie, se convertía en un momento maravilloso. 

Recuerdo con mucho cariño un capítulo en el que Joey le confiesa a Rachel que su libro favorito es El resplandor pero que en algunas ocasiones termina por meterlo en el congelador cuando llega a una escena de mucho miedo. Entonces Rachel se ríe de él… porque no considera que sea para tanto. Así que Joey le reta a leerlo y a cambio él leerlá el favorito de ella, que es Mujercitas. El resultado es que ambos terminan por meter sendos libros en el congelador, ella porque se muere de miedo y él porque se muere de pena. 

Y no he podido evitar acordarme de este capítulo mientras leía El hombre de tiza porque durante las cien primeras páginas lo llegué a pasar un poco mal. Vale, aquí quiero hacer dos apuntes: uno, yo soy bastante cagona y me asusto por todo, así que si sois personas a las que les gusta el cine de terror o las novelas de miedo y estáis habituadas a esa temática (cosa que no me pasa a mí en absoluto), es probable que todo lo que diga a continuación no os interese, porque es posible que el terror que me ha producido esta novela haya sido por mi propia “gallinidad”. Y dos, vivo en una casa muy antigua en un pueblo muy pequeño en mitad de las montañas. De noche no se escucha ni un solo ruido, bueno, alguna vez se escucha a un búho ulular, pero nada más. Y leer una novela así en ese contexto puede hacer que las sensaciones se magnifiquen. 

Así que sí, ha habido algún momento en el que me he cagado de miedo. Pero vayamos por partes.

El hecho es que este libro de C.J. Tudor es una novela a dos tiempos: viajaremos a los años ochenta donde conoceremos un terrible asesinato de una joven a la que despedazaron y de la que jamás se encontró la cabeza. Y, a la vez, volveremos al presente, donde la pandilla de amigos protagonista, la que descubrió aquel crimen, vuelve a recibir cartas con hombres de tiza dibujados, exactamente igual que pasaba en los años ochenta. Esos hombres de tiza empezaron a aparecer misteriosamente cada vez que sucedía un asesinato, y nadie logró resolver jamás quién era el responsable de esos dibujos.

De verdad que las primeras cien páginas llegaron a asustarme. La historia no es demasiado tétrica pero los finales de capítulo conseguían ponerme los pelos de punta. Ya os digo, yo no estoy demasiado acostumbrada a leer novelas de terror y menos por la noche. Así que puede ser que, como decía antes, todo lo que sentía se viera magnificado irremediablemente. Aquella primera noche que cogí el libro lo pasé un poco mal, llegué a tener pesadillas, por lo que decidí que al día siguiente lo leería a plena luz del día para ver si era el contexto el que me ayudaba a sentir todo lo que estaba sintiendo o es que de verdad el libro daba muchísimo cague. Porque claro, todos sabemos que no es lo mismo ver El exorcista a las dos de la tarde con un sol reluciente y con un montón de amigos, que verlo a las doce de la noche, un día de tormenta, sin una luz de por medio y con la única compañía de los crujidos de la escalera…

Y aquí sucedió una cosa muy curiosa: me pareció que el libro era otro totalmente diferente al que había estado leyendo la noche anterior. Me intrigaba en la medida en que quería saber quién era el asesino, pero no me estremecía ni me hacía querer meter el libro en el congelador como pasó la otra vez. Y esto puede ser por dos motivos: uno, porque de verdad las circunstancias en las que leí la primera parte hicieron que me asustara muchísimo o, dos, porque a partir de la segunda parte el libro cambia de registro y ya no da tanto miedo como la primera. 

Me imagino que nunca lo sabré con certeza… bueno, si alguno de vosotros lo lee, me gustaría que compartiera conmigo sus impresiones, para sacar una conclusión más clara. Como resumen, El hombre de tiza, de C.J. Tudor me ha gustado, pero me dejado con un sabor agridulce al final, porque si bien he disfrutado mucho la historia haciendo de detective para averiguar quién había matado a la chica (os advierto: lo adiviné), me quedó una sensación de desazón porque pensé que por fin había encontrado mi Resplandor personal, ese libro que hubiera metido en el congelador sin pensármelo dos veces.

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