El hombre que olvidó a su mujer

El hombre que olvidó a su mujer, de John O´Farrell

el-hombre-que-olvido-a-su-mujerDicen que la memoria es algo extraordinario. Nos permite recordar quiénes somos, quiénes son las personas que amamos, nuestro trabajo, nuestros amigos, si sabemos conducir o no, si tenemos hijos o no, en fin, un montón de cosas. Lo que no nos dicen es que la memoria es algo tremendamente traicionero. Y es que muchos de nosotros, a veces, recordamos cosas que no son verdad, formamos recuerdos con imágenes parciales, y luego vienen los líos. Que si tú me dijiste esto, pero no, en realidad me dijiste lo contrario; que si ya hemos estado en este sitio, que yo me acuerdo, que sí que sí, pero hay una voz a tu lado que te dice que no, que es la primera vez, que parece que te pasa algo en la cabeza, que nunca has estado allí. Y así vamos yendo de un lugar a otro, con pequeñas lagunas o pequeñas modificaciones. Pero, ¿y si un día todo aquello que creías recordar se esfumara en un momento? ¿y si tuvieras una segunda oportunidad para vivir, de nuevo, la vida que habías creado? ¿Sería algo bueno o algo totalmente horrible? El hombre que olvidó a su mujer puede que no responda a estas preguntas técnicas, pero nos ofrece un cuadro tan divertido, que es muy difícil querer salir de sus marcos.

Vaughan no recuerda nada de su vida. En realidad, no recuerda nada que tenga que ver con sus vivencias. Y para colmo, cuando se reencuentra con su mujer, con esa mujer de la que acaba de enamorarse de nuevo nada más verla, se entera de que está divorciándose de ella. Será entonces cuando, a medida que vaya reconstruyendo su memoria, se dé cuenta que esta segunda oportunidad le ha venido en el mejor momento posible.

 

Yo, después de muchas lecturas, puedo decir que ha habido muchas historias sobre personajes que pierden la memoria. Eso se puede decir sin temor a equivocarnos. Lo que no se puede decir es que, claramente, sean tan divertidas como lo es El hombre que olvidó a su mujer. Si a lo interesante del argumento habría que sumarle algo característico, es ese humor satírico, irónico, sarcástico, que encierra la historia que nos cuenta el autor. No hay cosa que más me guste que pasar un buen rato con un libro. Y aquí me veis, contando de nuevo que me he reído en el metro y que me han mirado raro. Que yo iba en el transporte público de mi ciudad y que, en varios momentos, aparecía esa sonrisa, esa curva en los labios, y yo me lo pasaba pipa mientras iba camino del trabajo, o camino de alguna cita en la que le contaba y le enseñaba el libro de John O´Farrell. Porque cuando un libro es bueno tenemos la característica de querer enseñarlo, de querer mostrarlo a todo el mundo, y como no podía ser de otra manera, tenía que estar en este espacio. Pero aun hay más, no todo tienen que ser vivencias propias solamente, sino que también os debería hablar de sus protagonistas, de la forma en la que está escrito, pequeños detalles que convierten a una obra en algo grande.

Y es que se nota cuándo algo tiene un talento detrás. Poco (o, mejor dicho, nada) conozco a John O´Farrell por lo que el miedo a enfrentarme a un autor nuevo estaba ahí. Pero cuando, nada más abrir el libro, leí la primera página, fue como una especie de flechazo, porque su forma de escribir es tan ágil, es tan fresca, es tan mordaz, que sólo podía decir que lo nuestro se convertía en una relación bien avenida desde el principio. Y sin duda esos personajes, el Vaughan que no sabe dónde se encuentra, un mejor amigo que más que amigo parece alguien dispuesto a hundirle la moral, Maddy la mujer – exmujer que intenta rehacer su vida, y unos secundarios que, y eso es algo que me encanta, me hacen imaginarme la acción como si fuera en imágenes, esperando impaciente una adaptación al cine, que no sé si llegará, pero que debería, porque podría ser una de esas comedias británicas dignas de mención, con las que todos nos reiríamos y ante la que saldríamos del cine con una sonrisa. Hoy en día faltan historias con las que reírse, con las que evadirse por unos momentos de lo que la realidad nos impone, así que bienvenidas sean todas las novelas que se parezcan a El hombre que olvidó a su mujer porque eso significará que, para lectores como yo, la literatura seguirá formando espacios donde pasar un buen rato y divertirse sin más pretensiones que esa: hacernos la vida un poco más feliz.

Y, además, ¿quién puede decirme que en esta vida sobran dosis de sonrisas?

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