El infierno del bibliófilo / El infierno del músico

El infierno del bibliófilo / El infierno del músico, de Charles Asselineau

el infierno del bibliofiloUna de las cosas más estimulantes para un lector pasa por dos momentos cruciales: descubrir un nuevo autor que llame su atención y – por extensión – descubrir una nueva editorial que traiga hasta tus manos esas pequeñas joyas que, pareciendo haber sido rescatadas de un olvido por parte de todos, aparecen como por arte de magia y debieran – casi como por obligación – en las estanterías de todo lector. Ese, y no otro, ha sido el momento en el que ha aparecido El desvelo en mi vida lectora, como una especie de regalo de Reyes anticipado, para poder disfrutar de paisajes recuperados, de otras historias más nuevas, y todo con la combinación exquisita de las traducciones y de las imágenes cuidadas en portadas que debieran ser utilizadas para enmarcarse, y no sólo para que disfracen el interior del libro. Puede que esa sea la función más necesaria de los libros: disfrazar la realidad de letras que, unidas de diferentes formas, construyan historias, que las hayan construido hace siglos, y que ahora aparezcan como de la nada, para descubrirnos los pequeños placeres que suponen los autores clásicos, los relatos imperfectos, o simplemente procurarnos un viaje a otra época y otro mundo – aunque sea el mismo en el que vivimos, pero con una imagen más desenfocada – que nos haga plantearnos aquello que debiéramos haber vivido como lectores hace tiempo y que aparece tarde – parece que siempre aparecen tarde este descubrimiento – como si diera la sensación de que el tiempo pasa para todo el mundo y, no sé si para bien o para mal, ya no se recupera.

Estamos ante dos nouvelles que descubren los infiernos propios de los amantes de los libros y de los músicos, en una suerte de escenario donde toda obsesión se convierte en la tragedia disfrazada de letra o nota musical.

Ese libro quiere ser leído como fue hecho, en batín y con los pies sobre los morillos. Me ha parecido de recibo empezar así esta reseña por el simple hecho de ser las palabras de Charles Baudelaire y que reproducen perfectamente lo que tiene que entenderse de estas dos pequeñas novelas que se introducen en El infierno del bibliófilo / El infierno del músico. Pero como en toda lectura, en esta hay que seguir unos pasos, se requieren, para entender mucho mejor aquello que se nos va a aparecer. Es necesario, a la par que increíblemente revelador, las palabras de Guillermo López Gallego, que en su prólogo nos hace una contextualización atinada y perfecta de lo que supuso el autor de estas dos historias, Charles Asselineau, en un ambiente donde Realismo y Romanticismo se disputaban las lides de una batalla en la que la única víctima fue la literatura y los autores las coristas que bailaban al son de las letras y peleaban por ella. Pero después, establecidas las bases de lo que supuso o fue la vida del autor, nos meteremos de lleno en El infierno del bibliófilo del que no haré más mención que yo lo comprendo, entiendo esa adicción, el deseo de poseer y de ser poseído por las letras y los volúmenes, a pesar y gracias a todos, y que tendréis que descubrir, leyéndolo en un pequeño momento que el descanso lo permita. Pero sin duda, lo mejor está por llegar, la joya definitiva que redondea esta edición, y es El infierno del músico.

Hablar de la segunda de las nouvelles se me hace difícil por lo que contiene, por ese halo que desprenden sus letras y que, si bien la imperfección impregnaba la obra de Charles Asselineau aquí se dibuja como una pequeña perfección que, a grandes saltos, convierte la música en algo vivo y la vida del protagonista en esa pequeña desgracia que todos sufrimos en nuestro interior. No descifraré las claves de El infierno del bibliófilo / El infierno del músico porque he sido siempre un defensor del descubrimiento por parte de cada lector de lo que guarda un libro, y hago un flaco favor si describo paso por paso lo que os vais a encontrar en él. Lo importante, siempre lo digo, es vivir el texto y descubrir, tras esa portada que supone el enamoramiento absoluto, aquello que se creó hace tiempo y que hoy nos vuelve a llegar gracias a una editorial a la que tener en cuenta. Gracias, El desvelo.

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