El libro (de los 50 años) de Forges

El libro (de los 50 años) de Forges, de Forges

el libro de los 50 años de ForgesTodo artista, para convertirse en tal, ha tenido una historia, un recorrido, un universo creado de la nada o de una idea que fue el germen de lo que luego vino a llamarse arte. Forges en toda su carrera, en toda su vida, firmó muchas viñetas, tantas, que era de recibo tener un libro entero con ellas, con las que fueron y se olvidaron, con las que no fueron pero sí existieron, con las que se desecharon pero nunca tendrían que haber desaparecido, en fin, con un sin fin de anécdotas que se llevarán en el cuerpo y en el alma de artista. Porque yo no considero a Forges como un simple viñetista, o dibujante, o llámese como quiera. Yo lo considero un artista. Y allí donde ponía su mano, su trazo, yo descubría un mensaje, una frase que recorría el día entero y me hacía pensar, reflexionar, comprender que algo no estábamos haciendo bien o que, en caso de estar haciéndolo, siempre se podía mejorar. Él no me conoce, pero es lo que sucede en este tipo de situaciones: que aunque ellos no te conozcan, parece que tú sí les conoces a ellos. Les has seguido, has seguido su trayectoria, te has quedado embobado mirando una viñeta y pensando en cómo es posible que a alguien se le haya ocurrido esto, esta gran historia encuadrada en un pequeño rectángulo. Pero era así, y yo seguía siguiéndole, valga la redundancia, porque lo necesitaba, porque no había otra, porque si pretendía apartarme algo me decía que no, que no lo hiciera. Por eso me alegra este recopilatorio. Porque si alguien se lo merece es él, Forges, que construyó imágenes que permanecen y nunca se olvidan.

Pocos fueron los temas que este maestro dibujante, artista, y no sé cuántas cosas más, no ha tocado a lo largo de su vida. Política, cultura, sociedad, y todo un mundo de opinión que se reflejaba día a día en el apartado de algunos de los periódicos más reconocidos (ya no tanto, con la que está cayendo) de todo el país. Pero Forges dejó de ser nacional, para pasar a ser mundial, o al menos esa es mi percepción, en una suerte de viaje al otro confín que a mí me alegra y que, gracias a este El libro (de los 50 años) disfruto todavía más. Es uno de esos placeres que uno se toma de vez en cuando, tranquilamente, cuando toma el café o cuando está sentado en el sofá, pasando las páginas, desternillándose y diciendo a todo el que quiera escucharle: qué bueno, leche, qué bueno, esto ya no se hace, hemos perdido ese humor que tanto nos caracterizaba. Porque sí, aquí hablamos de humor, pero no sólo de eso. El humor disfraza todo lo que acontece, lo transforma y da permiso para meterse en materia, para clavar el cuchillo en aquellos temas que parecen sacralizados, que son de agua bendita y tabú de mercadillo, convirtiendo lo innombrable en puro chiste o sátira, o también crítica, por qué no. En este mundo falta crítica y sobra benevolencia, condescendencia, pura palabrería que pretende no hacer daño a nadie, cuando los demás son los que no lo hacen a nosotros. El momento para crear un debate, entre todos, a través de este libro, es perfecto por su momento adecuado, por haber aparecido en ese punto en el que o te quejas o esto parece sólo un patio de vecinas, que hablan y hablan, pero después no hacen nada. Hay que despertar, si es con una sonrisa en los labios, mejor.

Tengo mis placeres confesables. Forges es uno de ellos. Arrimado a El libro (de los 50 años) uno entiende muchas cosas, que sucedieron y que suceden, y a veces se asusta oye, porque parece que las cosas no han cambiado tanto (en realidad no es que no lo hayan hecho, es que estamos regresando, volver que diría el tango), y uno va viendo el recorrido de las viñetas y piensa que si esto era así hace unos años, y ahora estamos como estamos, no sé yo dónde iremos a parar, yo no lo sé, pero yo me río, eso que no falte, que se necesita, tanto como respirar, o como comer aunque vengan épocas de vacas flacas, que siempre las ha habido y al final salimos de ellas. Uno siempre encuentra una lectura que llevarse a la boca (o a los ojos) y en ese espacio de tiempo en el que se abre la primera página y se llega a la última, nos vemos a nosotros mismos reflejados aquí, en este libro, que con humor lo puede todo, que con una frase o conversación lo define todo, absolutamente todo, llegando incluso a echar por tierra discursos que, si se me permite la evidencia, de poco sirven cuando son a través de un plasma o son en diferido, que de todo hay señores, porque esto es como las meigas que, haberlas haylas, sólo que se esconden un poco, no vaya a ser que les roben hasta el último de los cabellos.

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