Un monstruo viene a verme

Un monstruo viene a verme, de Patrick Ness

un monstruo viene a vermeLos monstruos. Esos eres que se escondían en los armarios y que no te dejaban dormir cuando eras pequeño. Ellos, que con el cuerpo deforme y una voz cavernosa, conseguían hacernos temblar y revisar, cada noche, que todas las puertas estuvieran bien cerradas. Para después, taparnos bien con el edredón pensando que con él nada podría hacernos daño. Ellos y nuestra imaginación, que volaba creando criaturas donde no las había para luchar contra otros monstruos, contra otros miedos, contra otros dolores que, con suaves pinchazos, recorrían nuestra espina dorsal. Así se creaba la infancia, entre esa mezcla de miedo y frenesí que creaban los monstruos. Los adultos tenemos miedo a otro tipo de criaturas, otras que se crean por numerosas razones y que nos paralizan en alguna ocasión. Un monstruo viene a verme es la historia de un niño, pero no es una historia para niños. Paradojas de la literatura que envuelve siempre al lector en una especie de manta refugio, como esas sábanas que nos abrigaban de pequeño cuando un grito sonaba al otro lado de la puerta o cuando alguien se iba, para no volver. Son los miedos los que creaban esos monstruos indecisos, que se acercaban a nuestra cama de puntillas, que creíamos que nos rozaban con las garras que tenían por dedos, pero todo era una ilusión, una especie de sueño, una pesadilla que se acababa al levantarnos. Pero, ¿qué sucede cuando la pesadilla no termina? ¿Qué hacer cuando, al levantarnos, la pesadilla continúa y tenemos que hacerle frente de nuevo? Esa, y no otra, es la pregunta que hoy os hago.

Conor tiene un secreto. Y el monstruo que viene a visitarle cada noche, a las 0:07, lo sabe. Pero hasta que Conor pueda decirlo en voz alta, el monstruo le contará tres historias, tres cuentos que mucho tienen que ver con él. Porque la realidad y la ficción se mezclan, muchas veces, para crear monstruos que somos nosotros mismos.

 

La lectura de Un monstruo viene a verme vino inducida por una compañera librera que me lo vendió tan bien que no pude resistirme. Yo siempre he sido un niño muy miedoso, de pequeño creía que los monstruos vivían debajo de mi cama, y me acurrucaba en mi cama a la espera de que salieran y me asustaran. Ninguno lo hizo, pero yo lo viví como si estuvieran allí, agazapados, esperando en momento oportuno en el que yo me despistara y acabara en sus fauces. Uno se pregunta muchas veces (y últimamente me pasa demasiado, tengo que hacérmelo mirar) cómo es posible haber tardado tanto tiempo en haber encontrado una lectura semejante. Patrick Ness, que ya desde la introducción hace que el lector se rinda a la historia, construye el mundo de la infancia con sus miedos, sus inseguridades, sus razones para querer cerrar los ojos, en una metáfora, la del monstruo que nos visita por las noches, para no tener que enfrentarnos a un miedo, a un secreto, que en realidad nos está quemando por dentro. Ese secreto no lo desvelaré, no seré yo quien interrumpa la necesidad de leer esta historia, pero el caso es que cuando uno acaba de leer este libro se queda pensando en cómo es la vida, en qué jodida es a veces sí, pero en lo bonita que es, en la supervivencia que destilan sus días (con sus noches) y en cuántos minutos perdemos por no decir la verdad, por no sacarla a la luz, por no ser libres de las ataduras que, intuyo, nosotros mismos nos hemos dedicado a crear.

Un monstruo viene a verme es un homenaje, también, a Shioban Dowd que murió con la idea de esta historia en la cabeza, y no pudo llevarla a cabo. No sé qué sucede con esta historia, qué hace que la gente la adore tanto, la tenga prendida en la boca en más de una ocasión, pero el caso es que si hay algo a lo que nos ayuda es a ser leales a nosotros mismos, a seguir imaginando, a comprender que la vida a veces no es justa, pero que ese es el camino, el único posible, para llegar a una meta, a un objetivo, a vivir en definitiva, cuando todo alrededor nos dice que no lo hagamos. Es una lucha, esto de vivir, de respirar cada día, de tener que enfrentarse, pero eso lo sabe a la perfección Patrick Ness que nos envuelve en páginas de amor, de comprensión, de miedo también, de alegrías, de amistad, porque todo eso es necesario, lo es, aunque alguno se ponga especial y lo niegue. Lo es porque somos humanos, porque vivimos las cosas, porque las sentimos, y en eso, como en todo, siempre he pensado que los libros son algo imprescindible. Libros como este que, como experiencia, suponen un antes y un después.

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