El viento que agita las agujas, de Isabel Mallén

El viento que agita las agujasEl cuidado con el que esta editorial trata sus criaturas es realmente digno de mención, no sólo en la calidad de la edición sino incluso en aspectos secundarios como el envoltorio con el que envían los libros o el divertido juego de mostrar otros títulos de la colección en una sopa de letras, que son detalles refrescantes que logran que uno se sienta reconfortado. Conocer editoriales pequeñas que hacen las cosas tan bien y que además apuestan por autores nuevos es una alegría. Pero también eleva las expectativas, inconscientemente espera uno más de un libro tan bien editado. Y El viento que agita las agujas supera la prueba. Ese magnífico título abre la puerta a una historia pequeña, familiar, especialmente bien ambientada cuanto más cerca está del pequeño pueblo de la sierra de Huelva en el que se desarrolla la trama principal, aunque también recorre otros escenarios y tramas.
Hay decisiones que supongo que son más o menos discutibles, que todos los personajes intervengan como narradores en primera persona en diferentes capítulos puede despistar, al menos hasta que uno se acostumbra, y provocar que se tarde un poco en entrar en la historia. Pero créanme, la paciencia, como suele ocurrir, tiene su recompensa porque la historia que poco a poco se va abriendo camino compensa con creces la espera. Es una apuesta arriesgada por parte de la autora, pero sale bien.
Y sin embargo la historia comienza plenamente lanzada, con una escena de una gran fuerza visual: la protagonista, Kati, sufre un accidente haciendo rafting y la conocemos atrapada en el agua y negociando su futuro inmediato con la hipotermia. A partir de ahí vamos conociendo su vida, digamos que errática, y sus circunstancias.
La autora es valiente, no sólo por contar la historia como quería y no como hubiese sido más cómodo, sino por esquivar soluciones y desenlaces fáciles. El viento que agita las agujas muestra una aventura, que no es el rafting, sino la de afrontar el día a día cuando la vida no es la soñada, recomponer una vida rota y lo hace desde un punto de vista original, posiblemente muy femenino, dicho sea como respetuoso elogio. La vida de Kati no se entiende si se separa de la de las otras mujeres de su familia y ella misma no sabe muy bien que hacer con ella hasta que no se da cuenta de que forma parte de algo mayor que ella misma. El reto de varias generaciones de mujeres probablemente fue lograr conciliar su individualidad con su familia en una sociedad que consideraba ambas cosas como opuestas.
Kati es joven, es mujer, es hija, es nieta, es madre y vive en un pequeño pueblo. Su principal referencia emocional, su padre, ha muerto, y ella se siente desamparada sin él. Su vida le resulta opresiva y su familia la considera problemática y egoísta. El proceso de aceptarse a sí misma y de entenderse en relación con los demás es el motor narrativo de esta novela, y hay que reconocer que es un argumento con mucho recorrido, especialmente si se observa con distancia y se da cabida en él a tantas mujeres que no lo consiguieron o que se dejaron la juventud, los sueños y la alegría en el intento. Me llama la atención uno de los personajes en principio menos llamativos, el de la madre. Es inteligente esconder los tesoros, no mostrarlo todo, y creo que en eso Isabel Mallén merece una felicitación.
Y aun hay una cosa más que me parece muy interesante desde el punto de vista literario, la comprobación de cómo cuando uno pone su propia vida en orden, misteriosamente todo lo demás también mejora. No hay como estar en paz con uno mismo para que los demás lo estén con él y entre sí. La relación entre la individualidad y la familia, cómo reivindicarse a uno mismo no sólo no le tiene que alejar del grupo sino que incluso puede acercarle.
En fin, El viento que agita las agujas es una novela interesante con un argumento de fuerza y una ambientación notable (la empresa familiar es un secadero de jamones en la sierra de Huelva, eso ya es suficientemente evocador) que le acerca a uno no sólo a la realidad de la mujer en la España rural, sino, misteriosamente, también a sí mismo y a esas raíces que parecen tan tristemente olvidadas y que ojalá obras como esta ayuden a recuperar.

Andrés Barrero
@abarreror
contacto@andresbarrero.es

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